/ domingo 5 de noviembre de 2017

Mejor educación con menos desigualdades

Pocas veces podemos tener tantas coincidencias los mexicanos, no solo quienes tenemos alguna representación gubernamental, no, me refiero a los mexicanos todos, como en el tema de la educación.

Y sí, como lo subrayó el secretario de Educación, Aurelio Nuño, al comparecer en el Senado a propósito de la glosa del 5 Informe del presidente Enrique Peña: el combate a la corrupción, la inseguridad y la desigualdad empiezan por la educación de calidad.

Esa educación de calidad que refirió el secretario Nuño no sólo incluye la que podemos recibir en las aulas, en las escuelas, sino la que nos dan nuestros padres, la que enseñamos a nuestros hijos. Tan elemental como indispensable: saber comportarse adecuadamente en cada lugar al que asistimos, respetar a los adultos, no proferir groserías, atender a los maestros, comer sin hablar, etcétera.

La educación en el hogar, por lo general, nos la acompañaban con un sistema especial de estímulos y recompensas, pero también de castigos que nos hacían entender que la mejor manera de caminar fuera del hogar, caminar por la vida como nos decían nuestros padres, es derechito, respetuosos.

De muchas maneras es lo que nos dijo el secretario Nuño, en otro nivel por supuesto: hay avances en la cobertura educativa y la falta de calidad se enfrenta pese a las resistencias se avanza en la transformación, se dejan atrás viejas prácticas de venta y herencia de plazas, así como el influyentismo para ingresar al Servicio Profesional Docente.

Se avanza en la implementación de este Nuevo Modelo Educativo que busca cambiar el enfoque pedagógico, reorganizar las escuelas y mejorar su infraestructura; tener nuevos planes y programas de estudio; elaborar nuevos libros de texto; impulsar una estrategia de inglés para que en 20 años el sistema educativo sea bilingüe o trilingüe en las comunidades con lenguas maternas; impulsar la equidad y la inclusión, y fortalecer a las escuelas normales.

Porque se han logrado avances con esta reforma educativa, propuesta del gobierno del presidente Peña, frente al secretario Nuño externé mi desacuerdo con algunos personas que no quieren ver, y menos reconocer, que la educación en nuestro país hoy día está mucho mejor que hace cinco años en que inició la actual administración federal.

Es muy fácil de entender, basta despojarnos de actitudes retrógradas, de fobias y filiaciones partidistas, para entender que en México necesitamos una mejor educación, de mayor calidad, y que algo así no puede ocurrir por generación espontánea. Tuvo que haber una voluntad política, un gran propósito, una gran inversión pública, incluyente pero a la vez firme, para generar la reforma educativa de la que muchos nos enorgullecemos por haber participado.

Aún así, pese a que se rescató la esencia de la educación en nuestro país, de que el Estado mexicano ejerce la rectoría sin cortapisas, por muchos años secuestrada en regiones del país, seguimos siendo conscientes de que se trata de un nuevo modelo que todavía rendirá en el mediano y largo plazos sus mejores frutos.

Lamenté, y sigo lamentando, que la educativa no sea como esa otra gran reforma del gobierno de Peña Nieto, la de telecomunicaciones, que en tres años ya está rindiendo frutos tangibles, precios y tarifas en telefonía (por ejemplo) que nos benefician e impactan positivamente en los bolsillos.

Sin embargo, la reforma va avanzando, generando nuevas situaciones que van a terminar beneficiando a nuestros niños y jóvenes, a los padres de familia que ahora deben tener, y están teniendo una gran participación en la educación de sus hijos.

Y al final, el objetivo último, el motor por el que trabajamos, por el que discutimos, incluso por el que nos enfrentamos para hacer valer nuestros argumentos: los hijos. Para eso queremos que la educación sea mejor. Para que niños y jóvenes de hoy, ciudadanos del mañana, sean mejores.

Para que estas nuevas generaciones estén mejor preparadas, con mayor conocimientos, con la certeza de que teniendo una mejor educación serán mejores ciudadanos y ayudarán a construir un mejor entorno, un mejor país. Un país con menos delincuencia, con mayores estándares de vida, con menos desigualdad… en suma, un país en el que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos sean felices.

Senador del PRI

Pocas veces podemos tener tantas coincidencias los mexicanos, no solo quienes tenemos alguna representación gubernamental, no, me refiero a los mexicanos todos, como en el tema de la educación.

Y sí, como lo subrayó el secretario de Educación, Aurelio Nuño, al comparecer en el Senado a propósito de la glosa del 5 Informe del presidente Enrique Peña: el combate a la corrupción, la inseguridad y la desigualdad empiezan por la educación de calidad.

Esa educación de calidad que refirió el secretario Nuño no sólo incluye la que podemos recibir en las aulas, en las escuelas, sino la que nos dan nuestros padres, la que enseñamos a nuestros hijos. Tan elemental como indispensable: saber comportarse adecuadamente en cada lugar al que asistimos, respetar a los adultos, no proferir groserías, atender a los maestros, comer sin hablar, etcétera.

La educación en el hogar, por lo general, nos la acompañaban con un sistema especial de estímulos y recompensas, pero también de castigos que nos hacían entender que la mejor manera de caminar fuera del hogar, caminar por la vida como nos decían nuestros padres, es derechito, respetuosos.

De muchas maneras es lo que nos dijo el secretario Nuño, en otro nivel por supuesto: hay avances en la cobertura educativa y la falta de calidad se enfrenta pese a las resistencias se avanza en la transformación, se dejan atrás viejas prácticas de venta y herencia de plazas, así como el influyentismo para ingresar al Servicio Profesional Docente.

Se avanza en la implementación de este Nuevo Modelo Educativo que busca cambiar el enfoque pedagógico, reorganizar las escuelas y mejorar su infraestructura; tener nuevos planes y programas de estudio; elaborar nuevos libros de texto; impulsar una estrategia de inglés para que en 20 años el sistema educativo sea bilingüe o trilingüe en las comunidades con lenguas maternas; impulsar la equidad y la inclusión, y fortalecer a las escuelas normales.

Porque se han logrado avances con esta reforma educativa, propuesta del gobierno del presidente Peña, frente al secretario Nuño externé mi desacuerdo con algunos personas que no quieren ver, y menos reconocer, que la educación en nuestro país hoy día está mucho mejor que hace cinco años en que inició la actual administración federal.

Es muy fácil de entender, basta despojarnos de actitudes retrógradas, de fobias y filiaciones partidistas, para entender que en México necesitamos una mejor educación, de mayor calidad, y que algo así no puede ocurrir por generación espontánea. Tuvo que haber una voluntad política, un gran propósito, una gran inversión pública, incluyente pero a la vez firme, para generar la reforma educativa de la que muchos nos enorgullecemos por haber participado.

Aún así, pese a que se rescató la esencia de la educación en nuestro país, de que el Estado mexicano ejerce la rectoría sin cortapisas, por muchos años secuestrada en regiones del país, seguimos siendo conscientes de que se trata de un nuevo modelo que todavía rendirá en el mediano y largo plazos sus mejores frutos.

Lamenté, y sigo lamentando, que la educativa no sea como esa otra gran reforma del gobierno de Peña Nieto, la de telecomunicaciones, que en tres años ya está rindiendo frutos tangibles, precios y tarifas en telefonía (por ejemplo) que nos benefician e impactan positivamente en los bolsillos.

Sin embargo, la reforma va avanzando, generando nuevas situaciones que van a terminar beneficiando a nuestros niños y jóvenes, a los padres de familia que ahora deben tener, y están teniendo una gran participación en la educación de sus hijos.

Y al final, el objetivo último, el motor por el que trabajamos, por el que discutimos, incluso por el que nos enfrentamos para hacer valer nuestros argumentos: los hijos. Para eso queremos que la educación sea mejor. Para que niños y jóvenes de hoy, ciudadanos del mañana, sean mejores.

Para que estas nuevas generaciones estén mejor preparadas, con mayor conocimientos, con la certeza de que teniendo una mejor educación serán mejores ciudadanos y ayudarán a construir un mejor entorno, un mejor país. Un país con menos delincuencia, con mayores estándares de vida, con menos desigualdad… en suma, un país en el que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos sean felices.

Senador del PRI