/ lunes 27 de mayo de 2019

México: ¿Hacia dónde va la desaceleración?

La dirección de la inversión, el empleo y el PIB va en contra del objetivo de crecimiento económico planteado en el Plan Nacional de Desarrollo (PND): seis por ciento para el fin del sexenio con un promedio de cuatro por ciento para toda la administración.

Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, las cifras del primer cuatrimestre de su administración contienen señales que se deben atender.

El crecimiento del PIB, a tasa anual fue de 0.1 por ciento el primer trimestre del año, el más bajo desde el cuarto trimestre del 2009, cuando México vivió la segunda recesión más profunda de los últimos 80 años.

Además, el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) se contrajo (-) 0.6 por ciento durante marzo, la primera caída desde diciembre de 2009. Lo anterior fue producto de que 12 de los principales 20 componentes del PIB tuvieron un nulo crecimiento o un desempeño negativo. El peso económico de los sectores afectados es de 57 por ciento. Si se considera el débil crecimiento del comercio al por menor (0.4 por ciento), cuya participación en el PIB es de nueve por ciento, podrá comprenderse que prácticamente dos terceras partes de la economía han entrado en una fase de precarización en su desempeño.

Para el caso del sector industrial (sector secundario) la situación es aún más delicada: acumula dos trimestres consecutivos de caída que se acompañan con un retroceso generalizado de todos sus componentes principales y cuyo ciclo económico tiene más de ocho meses a la baja: el sector industrial ya se encuentra en recesión. Lo anterior influyó en el debilitamiento del mercado interno: el sector servicios (actividades terciarias) creció solamente uno por ciento. La variación negativa de la mayor parte de los componentes de las actividades de comercio y servicios, así como el crecimiento marginal del comercio al por menor son señales claras del debilitamiento sistemático del mercado interno.

Lo anterior se da en combinación de una pérdida de fuerza de la inversión (desde el mes de agosto pasado, el promedio de crecimiento de la inversión es (-) 1.4 por ciento) y el debilitamiento del mercado laboral.

Todo ello ha propiciado que el crecimiento promedio para los primeros cuatro meses de la actual administración sea de 0.4 por ciento (diciembre-marzo, medido por el IGAE), el más bajo desde el arranque del sexenio de Ernesto Zedillo. Bajo dicho contexto, se refrenda la necesidad de aplicar un programa emergente de reactivación económica basado en el fomento de los sectores estratégicos de la economía.

El PND aún tiene la oportunidad de incorporar la visión integral de una política que modifique de fondo el modelo económico, a través de una participación de la banca de desarrollo, política industrial moderna y el encadenamiento de empresas que producen en México. Ello es necesario para que se incorporé a la ejecución del presupuesto público.

La aplicación de las medidas para corregir la corrupción es necesaria y positiva, pero ahora es momento de asociarlas con estrategias de crecimiento económico capaz de generar más empleo y atraer inversión nacional y extranjera. La austeridad por sí sola no podrá reactivar el crecimiento, particularmente cuando el ciclo industrial de Estados Unidos ya se encuentra a la baja y el presidente Donald Trump ha impuesto condiciones restrictivas para que México pueda asociarse con otras naciones.

La dirección de la inversión, el empleo y el PIB va en contra del objetivo de crecimiento económico planteado en el Plan Nacional de Desarrollo (PND): seis por ciento para el fin del sexenio con un promedio de cuatro por ciento para toda la administración.

Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, las cifras del primer cuatrimestre de su administración contienen señales que se deben atender.

El crecimiento del PIB, a tasa anual fue de 0.1 por ciento el primer trimestre del año, el más bajo desde el cuarto trimestre del 2009, cuando México vivió la segunda recesión más profunda de los últimos 80 años.

Además, el Indicador Global de Actividad Económica (IGAE) se contrajo (-) 0.6 por ciento durante marzo, la primera caída desde diciembre de 2009. Lo anterior fue producto de que 12 de los principales 20 componentes del PIB tuvieron un nulo crecimiento o un desempeño negativo. El peso económico de los sectores afectados es de 57 por ciento. Si se considera el débil crecimiento del comercio al por menor (0.4 por ciento), cuya participación en el PIB es de nueve por ciento, podrá comprenderse que prácticamente dos terceras partes de la economía han entrado en una fase de precarización en su desempeño.

Para el caso del sector industrial (sector secundario) la situación es aún más delicada: acumula dos trimestres consecutivos de caída que se acompañan con un retroceso generalizado de todos sus componentes principales y cuyo ciclo económico tiene más de ocho meses a la baja: el sector industrial ya se encuentra en recesión. Lo anterior influyó en el debilitamiento del mercado interno: el sector servicios (actividades terciarias) creció solamente uno por ciento. La variación negativa de la mayor parte de los componentes de las actividades de comercio y servicios, así como el crecimiento marginal del comercio al por menor son señales claras del debilitamiento sistemático del mercado interno.

Lo anterior se da en combinación de una pérdida de fuerza de la inversión (desde el mes de agosto pasado, el promedio de crecimiento de la inversión es (-) 1.4 por ciento) y el debilitamiento del mercado laboral.

Todo ello ha propiciado que el crecimiento promedio para los primeros cuatro meses de la actual administración sea de 0.4 por ciento (diciembre-marzo, medido por el IGAE), el más bajo desde el arranque del sexenio de Ernesto Zedillo. Bajo dicho contexto, se refrenda la necesidad de aplicar un programa emergente de reactivación económica basado en el fomento de los sectores estratégicos de la economía.

El PND aún tiene la oportunidad de incorporar la visión integral de una política que modifique de fondo el modelo económico, a través de una participación de la banca de desarrollo, política industrial moderna y el encadenamiento de empresas que producen en México. Ello es necesario para que se incorporé a la ejecución del presupuesto público.

La aplicación de las medidas para corregir la corrupción es necesaria y positiva, pero ahora es momento de asociarlas con estrategias de crecimiento económico capaz de generar más empleo y atraer inversión nacional y extranjera. La austeridad por sí sola no podrá reactivar el crecimiento, particularmente cuando el ciclo industrial de Estados Unidos ya se encuentra a la baja y el presidente Donald Trump ha impuesto condiciones restrictivas para que México pueda asociarse con otras naciones.