/ miércoles 7 de noviembre de 2018

México, puente de armonía y cooperación

Lecciones de la historia. Se preguntó en 1965 al secretario de Relaciones Exteriores Antonio Carrillo Flores por qué el naciente gobierno de Gustavo Díaz Ordaz mantenía una relación normal con el de la Revolución Cubana, expulsado de la Organización de Estados Americanos en 1962 por voto de todos sus miembros, salvo el de México, representado en la reunión de Punta del Este, Uruguay, por el entonces canciller de Adolfo López Mateos, Manuel Tello.

La respuesta de Carrillo Flores a los periodistas que cubríamos la fuente de la Presidencia fue más allá de la explicación protocolaria acerca del mantenimiento de relaciones con el gobierno de Fidel Castro. México, dijo el canciller Carrillo Flores, considera conveniente y necesario, tanto para América Latina como para Estados Unidos, mantener un puente de diálogo y de comunicación que México estaba dispuesto a representar. Así fue.

La historia deja lecciones provechosas. Una situación similar se presenta en la actualidad con la anunciada asistencia del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a la toma de posesión como presidente de la República de Andrés Manuel López Obrador. Como en aquella época, buena parte de la opinión pública de América Latina y los gobiernos mismos de la región se sumaban a las acciones del gobierno de Estados Unidos, dentro de la Organización de Estados Americanos en contra del gobierno de Venezuela. No como en 1962, en contra de Cuba, se ha llegado a la ruptura de relaciones y a la expulsión con el gobierno de Venezuela.

Pero la efervescencia que ha causado la invitación a Nicolás Maduro, lo mismo en México que en diferentes países de América Latina es muy parecida a las críticas que suscitó el surgimiento de la Revolución Cubana, aunque las condiciones, en el tiempo y en el sean diferentes.

Frente a esas críticas, el futuro secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de López Obrador, Marcelo Ebrard, ha respondido con un argumento inobjetable desde el punto de vista diplomático. El gobierno de López Obrador, sostiene Ebrard, se propone observar los principios de la política exterior de México de respeto a la soberanía de todos los países y a su autodeterminación. México no califica a gobierno alguno, conforme lo establece su política internacional y en el caso de las invitaciones a la toma de posesión de la nueva administración, no podría excluir a un gobierno con el que, aun si tuviera diferencias ideológicas y políticas, nuestro país mantiene relaciones diplomáticas normales.

La explicación es plausible. Pero más allá de esa circunstancia meramente protocolaria o de procedimiento, lo mismo que lo ha hecho a través de su historia, México ha estado y está dispuesto a representar el papel de punto de unión, de puente entre partes divergentes en nombre de su vocación de solución de los problemas internacionales por la vía del diálogo y la concertación y no por la ruptura o el uso de la fuerza.

Ese es el mensaje que tanto Estados Unidos como los países de América Latina, que han promovido una serie de medidas de censura y castigo al gobierno de Nicolás Maduro, deberían entender y comprender como una contribución al imperio de la armonía y la cooperación entre todas las naciones. El mensaje es claro: la administración de Andrés López Obrador apunta al cumplimiento de la voluntad de respeto a la soberanía, de entendimiento más allá de las divergencias que podrían separar a países unidos por la historia y la vecindad. Es un anuncio de perseverancia en la búsqueda de no manchar la política exterior de México.

Srio28@prodigy.net-mx

Lecciones de la historia. Se preguntó en 1965 al secretario de Relaciones Exteriores Antonio Carrillo Flores por qué el naciente gobierno de Gustavo Díaz Ordaz mantenía una relación normal con el de la Revolución Cubana, expulsado de la Organización de Estados Americanos en 1962 por voto de todos sus miembros, salvo el de México, representado en la reunión de Punta del Este, Uruguay, por el entonces canciller de Adolfo López Mateos, Manuel Tello.

La respuesta de Carrillo Flores a los periodistas que cubríamos la fuente de la Presidencia fue más allá de la explicación protocolaria acerca del mantenimiento de relaciones con el gobierno de Fidel Castro. México, dijo el canciller Carrillo Flores, considera conveniente y necesario, tanto para América Latina como para Estados Unidos, mantener un puente de diálogo y de comunicación que México estaba dispuesto a representar. Así fue.

La historia deja lecciones provechosas. Una situación similar se presenta en la actualidad con la anunciada asistencia del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a la toma de posesión como presidente de la República de Andrés Manuel López Obrador. Como en aquella época, buena parte de la opinión pública de América Latina y los gobiernos mismos de la región se sumaban a las acciones del gobierno de Estados Unidos, dentro de la Organización de Estados Americanos en contra del gobierno de Venezuela. No como en 1962, en contra de Cuba, se ha llegado a la ruptura de relaciones y a la expulsión con el gobierno de Venezuela.

Pero la efervescencia que ha causado la invitación a Nicolás Maduro, lo mismo en México que en diferentes países de América Latina es muy parecida a las críticas que suscitó el surgimiento de la Revolución Cubana, aunque las condiciones, en el tiempo y en el sean diferentes.

Frente a esas críticas, el futuro secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de López Obrador, Marcelo Ebrard, ha respondido con un argumento inobjetable desde el punto de vista diplomático. El gobierno de López Obrador, sostiene Ebrard, se propone observar los principios de la política exterior de México de respeto a la soberanía de todos los países y a su autodeterminación. México no califica a gobierno alguno, conforme lo establece su política internacional y en el caso de las invitaciones a la toma de posesión de la nueva administración, no podría excluir a un gobierno con el que, aun si tuviera diferencias ideológicas y políticas, nuestro país mantiene relaciones diplomáticas normales.

La explicación es plausible. Pero más allá de esa circunstancia meramente protocolaria o de procedimiento, lo mismo que lo ha hecho a través de su historia, México ha estado y está dispuesto a representar el papel de punto de unión, de puente entre partes divergentes en nombre de su vocación de solución de los problemas internacionales por la vía del diálogo y la concertación y no por la ruptura o el uso de la fuerza.

Ese es el mensaje que tanto Estados Unidos como los países de América Latina, que han promovido una serie de medidas de censura y castigo al gobierno de Nicolás Maduro, deberían entender y comprender como una contribución al imperio de la armonía y la cooperación entre todas las naciones. El mensaje es claro: la administración de Andrés López Obrador apunta al cumplimiento de la voluntad de respeto a la soberanía, de entendimiento más allá de las divergencias que podrían separar a países unidos por la historia y la vecindad. Es un anuncio de perseverancia en la búsqueda de no manchar la política exterior de México.

Srio28@prodigy.net-mx