/ lunes 20 de diciembre de 2021

México: su trampa de pobreza

México no entendió el funcionamiento del capitalismo industrial de Estados Unidos y Europa del siglo XX. Tampoco el del Estado Desarrollador Industrial Asiático de este siglo.

Ambos modelos consolidaron grandes empresas, economías de escala y alcance con las que lograron posicionarse competitivamente en todo el orbe y así abrir el camino para el correcto funcionamiento de sus pequeñas y medianas empresas.

Aún en la Unión Europea, cerca del 45% del valor agregado es generado por grandes empresas que no superan el 5% del total de las unidades productivas. En Corea del Sur 20 grandes conglomerados explican más de la tercera parte de su economía. Una situación similar ocurre en otros países del Este de Asia.

En el caso de Estados Unidos sus economías de escala y alcance fueron construidas durante los últimos 150 años gracias a la estrategia de sus grandes empresas para optimizar toda su cadena de producción y distribución.

La inversión en el desarrollo del capital humano, en investigación y desarrollo tecnológico, en la administración y logística fue integral y orientada por grandes unidades productivas capaces de dominar tanto domésticamente como en el extranjero.

Japón siempre tuvo un perfil que favorecía a sus grandes empresas aunque logró crear un ecosistema adecuado para sus pequeñas y medianas que desarrollan innovación tecnológica, algo similar a lo que ahora crea Corea del Sur y que en Alemania existe bajo el manto de poderosas redes de innovación científica y tecnológica asociadas al sector empresarial.

China comprendió la lección y ha formado empresas de gran tamaño que le permiten ser el líder exportador global. Aprovechó los flujos de inversión extranjera directa y la realizada por el gobierno para fortalecer a sus empresas nacionales. Hoy ocupan todos los mercados del orbe.

Por el contrario, México quedó atrapado por la fuerza centrípeta de una informalidad que se ha fortalecido a través de los micronegocios y pequeñas empresas: en principio fueron la válvula de escape frente a la debacle económica y la apertura comercial de los años ochenta. Hoy son improductivas y viven fuera del marco institucional.

Ante la falla del modelo económico mexicano aplicado en los últimos 40 años, las empresas informales se apoderaron no solo de las calles, también lo hicieron del sistema productivo del país y de la interacción social de millones de mexicanos.

Por ello no es de sorprender la caída sistemática de la productividad total de los factores que reportó el INEGI: (-) 3.7 en 2020 y (-) 0.5% para el periodo 1991-2022. La consecuencia es bajo crecimiento y mala distribución de la riqueza.

El músculo innovador en México se encuentra en pocas grandes empresas y en algunas medianas pero no se debe olvidar que el 40% de las 2000 empresas más grandes de México son extranjeras o de participación foránea.

El resultado es un mercado laboral polarizado que genera pobreza porque la informalidad paga mal, no contribuye a la seguridad social de los trabajadores ni a su sistema de pensiones. Se requieren más empresas nacionales innovadoras y competitivas.

Para combatir la desigualdad se precisa de un modelo de política industrial y económica integral que tenga al desarrollo productivo y al fortalecimiento de las empresas como mecanismo y al bienestar social como objetivo. Pretender hacerlo con impuestos y gasto social asistencial es un camino que ninguna nación desarrollada ha tomado.

México no entendió el funcionamiento del capitalismo industrial de Estados Unidos y Europa del siglo XX. Tampoco el del Estado Desarrollador Industrial Asiático de este siglo.

Ambos modelos consolidaron grandes empresas, economías de escala y alcance con las que lograron posicionarse competitivamente en todo el orbe y así abrir el camino para el correcto funcionamiento de sus pequeñas y medianas empresas.

Aún en la Unión Europea, cerca del 45% del valor agregado es generado por grandes empresas que no superan el 5% del total de las unidades productivas. En Corea del Sur 20 grandes conglomerados explican más de la tercera parte de su economía. Una situación similar ocurre en otros países del Este de Asia.

En el caso de Estados Unidos sus economías de escala y alcance fueron construidas durante los últimos 150 años gracias a la estrategia de sus grandes empresas para optimizar toda su cadena de producción y distribución.

La inversión en el desarrollo del capital humano, en investigación y desarrollo tecnológico, en la administración y logística fue integral y orientada por grandes unidades productivas capaces de dominar tanto domésticamente como en el extranjero.

Japón siempre tuvo un perfil que favorecía a sus grandes empresas aunque logró crear un ecosistema adecuado para sus pequeñas y medianas que desarrollan innovación tecnológica, algo similar a lo que ahora crea Corea del Sur y que en Alemania existe bajo el manto de poderosas redes de innovación científica y tecnológica asociadas al sector empresarial.

China comprendió la lección y ha formado empresas de gran tamaño que le permiten ser el líder exportador global. Aprovechó los flujos de inversión extranjera directa y la realizada por el gobierno para fortalecer a sus empresas nacionales. Hoy ocupan todos los mercados del orbe.

Por el contrario, México quedó atrapado por la fuerza centrípeta de una informalidad que se ha fortalecido a través de los micronegocios y pequeñas empresas: en principio fueron la válvula de escape frente a la debacle económica y la apertura comercial de los años ochenta. Hoy son improductivas y viven fuera del marco institucional.

Ante la falla del modelo económico mexicano aplicado en los últimos 40 años, las empresas informales se apoderaron no solo de las calles, también lo hicieron del sistema productivo del país y de la interacción social de millones de mexicanos.

Por ello no es de sorprender la caída sistemática de la productividad total de los factores que reportó el INEGI: (-) 3.7 en 2020 y (-) 0.5% para el periodo 1991-2022. La consecuencia es bajo crecimiento y mala distribución de la riqueza.

El músculo innovador en México se encuentra en pocas grandes empresas y en algunas medianas pero no se debe olvidar que el 40% de las 2000 empresas más grandes de México son extranjeras o de participación foránea.

El resultado es un mercado laboral polarizado que genera pobreza porque la informalidad paga mal, no contribuye a la seguridad social de los trabajadores ni a su sistema de pensiones. Se requieren más empresas nacionales innovadoras y competitivas.

Para combatir la desigualdad se precisa de un modelo de política industrial y económica integral que tenga al desarrollo productivo y al fortalecimiento de las empresas como mecanismo y al bienestar social como objetivo. Pretender hacerlo con impuestos y gasto social asistencial es un camino que ninguna nación desarrollada ha tomado.