/ sábado 9 de junio de 2018

Mi México en tiempos de angustia

Estamos viviendo los tiempos más interesantes de la política. Los previos a las grandes decisiones. Los ya muy cercanos. Los tiempos que se caracterizan por su excesiva información y por sus distintas conformaciones de la imagen del sucesor.

Siendo un país en edad adulta, maduro en democracia, deberíamos ver estas situaciones con más prudencia, con más altura.Nosotros suponemos que hemos crecido en democracia porque ya practicamos eso que se llama alternancia; y eso le da al observador, al comentarista, al politólogo, al analista, y finalmente al elector más posibilidades para decidir. Pero son más los comentarios que los análisis, y más los chismes que el estudio racional del problema. Comentamos, especulamos y finalmente decidimos. Los desayunaderos y comederos están atestados de políticos, seudo-políticos y aprendices. Escuchan, disciernen y propagan versiones falaces y a veces malintencionadas. Los columnistas políticos, que habitualmente cuentan con buena información y con línea, en ocasiones caen en estas falacias.

Yo quisiera que el candidato más congruente con la realidad nacional, José Antonio Meade pudiera limpiar la atmósfera nacional y lograr el regreso a los naturales encantos de los cuales fue regalado, con prodigalidad, México, mi México, mi país.

Lo anterior viene a colación porque, en algún viejo archivo, encontré un espléndido ensayo del escritor veracruzano Miguel Capistrán, publicado en 1967 en la revista ESPEJO que dirigía Luis Spota. De allí he entresacado algunos comentarios que me parecieron significativos sobre la opinión de distinguidos visitantes extranjeros, entre los cuales había escritores, periodistas, economistas, poetas, cineastas, etc. Se refiere a la década de los treintas, precisamente cuando México se aprestaba a olvidar los ecos revolucionarios, adquiría conciencia de su lugar en el mundo y se disponía a cambiar el rústico ropaje que lo unía con el campo, por otro más apegado a las normas modernas de la civilización urbana.

En este recorrido superficial por necesidad aparece William Spratling, encaminador de la industria platera en Taxco, quien publicaba en periódicos neoyorquinos sus comentarios sobre la tierra caliente de México. Decía que ciudades antiguas, templos y pirámides, eran testigos bien claros de una cultura milenaria y de las razas más antiguas del continente. Afirmaba que en la superficie de la milpa y en la choza del campesino de vez en cuando se tropieza uno con dioses esculpidos de mármol, de jade, de barro, todo labrado con un gusto exquisito...todo impregnado de lo que ha sido y será México. Spratling agregaba que a los que les llega al corazón nuestro país, comprenden que México es México y que en sí mismo es suficientemente especial e intenso como para no necesitar justificación por conexiones remotas.

Para otro periodista, el norteamericano Carleton Beals, México es el resultado de un injerto de lo nuevo en lo viejo; y el economista Stuart Chase, encontró en Tepoztlán, Morelos, el modelo ideal de vida con sus costumbres ancestrales, en donde no existe la industria que invade al hombre moderno y las ambiciones se hallan relegadas en virtud de ese sistema “maravilloso” que impera en la población indígena.

Por su parte, el afamado escritor británico Aldous Huxley opinaba que México constituía una sociedad agrícola del siglo 15 pero que, sin embargo, era el sitio donde los deseos hallaban su realización y se corregían los intolerables malestares del mundo civilizado. Respecto a las obras de D.H. Lawrence y Malcoln Lowry, nuestro poeta Octavio Paz advertía que en las mejores páginas de los dos novelistas de habla inglesa aparecen nuestras montañas y cielos con toda su sombría y delirante grandeza, con toda su inocencia y frescura también. Sin duda son los paisajes con los que se identificó el suizo Emil Ludwig.

“México es el surrealismo, México es para mí la tierra de la belleza convulsiva, el inextinguible depósito de energía romántica”, subrayaba el conocido André Bretón”. El novelista Malcolm Lowry reflexionaba que algunas personas se sienten atraídas por México tanto como por la vida secreta del hombre. Estas personas se preguntaban si el país les podía dar la clave de su verdad interior.

Estos testimonios los dejo aquí porque hay mexicanos, no solamente uno, que han tratado de desunir a México desde hace años, en una búsqueda desesperada del poder sin saber lo que es. Viven en la obsesión total de ser trepadores y llegar, y luego ¿qué?

Es el signo de los tiempos de la sucesión. Están por transcurrir casi 80 días de campaña y la intensidad de la contienda sube y sube. La guerra de lodo está a su máximo, por parte de los partidos políticos y sus secuaces. No paran de atacar y denostar, de injuriar y ofender. Faltan todavía los días más cercanos, los más impetuosos, y no quisiera decir, pero lo digo, los más violentos. Muchísimo más leeremos y oiremos en los próximos días. Faltan pocos, algunos. Poco vivirá quien no lo vea.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx







Estamos viviendo los tiempos más interesantes de la política. Los previos a las grandes decisiones. Los ya muy cercanos. Los tiempos que se caracterizan por su excesiva información y por sus distintas conformaciones de la imagen del sucesor.

Siendo un país en edad adulta, maduro en democracia, deberíamos ver estas situaciones con más prudencia, con más altura.Nosotros suponemos que hemos crecido en democracia porque ya practicamos eso que se llama alternancia; y eso le da al observador, al comentarista, al politólogo, al analista, y finalmente al elector más posibilidades para decidir. Pero son más los comentarios que los análisis, y más los chismes que el estudio racional del problema. Comentamos, especulamos y finalmente decidimos. Los desayunaderos y comederos están atestados de políticos, seudo-políticos y aprendices. Escuchan, disciernen y propagan versiones falaces y a veces malintencionadas. Los columnistas políticos, que habitualmente cuentan con buena información y con línea, en ocasiones caen en estas falacias.

Yo quisiera que el candidato más congruente con la realidad nacional, José Antonio Meade pudiera limpiar la atmósfera nacional y lograr el regreso a los naturales encantos de los cuales fue regalado, con prodigalidad, México, mi México, mi país.

Lo anterior viene a colación porque, en algún viejo archivo, encontré un espléndido ensayo del escritor veracruzano Miguel Capistrán, publicado en 1967 en la revista ESPEJO que dirigía Luis Spota. De allí he entresacado algunos comentarios que me parecieron significativos sobre la opinión de distinguidos visitantes extranjeros, entre los cuales había escritores, periodistas, economistas, poetas, cineastas, etc. Se refiere a la década de los treintas, precisamente cuando México se aprestaba a olvidar los ecos revolucionarios, adquiría conciencia de su lugar en el mundo y se disponía a cambiar el rústico ropaje que lo unía con el campo, por otro más apegado a las normas modernas de la civilización urbana.

En este recorrido superficial por necesidad aparece William Spratling, encaminador de la industria platera en Taxco, quien publicaba en periódicos neoyorquinos sus comentarios sobre la tierra caliente de México. Decía que ciudades antiguas, templos y pirámides, eran testigos bien claros de una cultura milenaria y de las razas más antiguas del continente. Afirmaba que en la superficie de la milpa y en la choza del campesino de vez en cuando se tropieza uno con dioses esculpidos de mármol, de jade, de barro, todo labrado con un gusto exquisito...todo impregnado de lo que ha sido y será México. Spratling agregaba que a los que les llega al corazón nuestro país, comprenden que México es México y que en sí mismo es suficientemente especial e intenso como para no necesitar justificación por conexiones remotas.

Para otro periodista, el norteamericano Carleton Beals, México es el resultado de un injerto de lo nuevo en lo viejo; y el economista Stuart Chase, encontró en Tepoztlán, Morelos, el modelo ideal de vida con sus costumbres ancestrales, en donde no existe la industria que invade al hombre moderno y las ambiciones se hallan relegadas en virtud de ese sistema “maravilloso” que impera en la población indígena.

Por su parte, el afamado escritor británico Aldous Huxley opinaba que México constituía una sociedad agrícola del siglo 15 pero que, sin embargo, era el sitio donde los deseos hallaban su realización y se corregían los intolerables malestares del mundo civilizado. Respecto a las obras de D.H. Lawrence y Malcoln Lowry, nuestro poeta Octavio Paz advertía que en las mejores páginas de los dos novelistas de habla inglesa aparecen nuestras montañas y cielos con toda su sombría y delirante grandeza, con toda su inocencia y frescura también. Sin duda son los paisajes con los que se identificó el suizo Emil Ludwig.

“México es el surrealismo, México es para mí la tierra de la belleza convulsiva, el inextinguible depósito de energía romántica”, subrayaba el conocido André Bretón”. El novelista Malcolm Lowry reflexionaba que algunas personas se sienten atraídas por México tanto como por la vida secreta del hombre. Estas personas se preguntaban si el país les podía dar la clave de su verdad interior.

Estos testimonios los dejo aquí porque hay mexicanos, no solamente uno, que han tratado de desunir a México desde hace años, en una búsqueda desesperada del poder sin saber lo que es. Viven en la obsesión total de ser trepadores y llegar, y luego ¿qué?

Es el signo de los tiempos de la sucesión. Están por transcurrir casi 80 días de campaña y la intensidad de la contienda sube y sube. La guerra de lodo está a su máximo, por parte de los partidos políticos y sus secuaces. No paran de atacar y denostar, de injuriar y ofender. Faltan todavía los días más cercanos, los más impetuosos, y no quisiera decir, pero lo digo, los más violentos. Muchísimo más leeremos y oiremos en los próximos días. Faltan pocos, algunos. Poco vivirá quien no lo vea.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx