/ sábado 23 de mayo de 2020

Mi vida sin el deporte | La esperanza es lo último que muere

Solemos decir que la esperanza es lo último que muere. A veces lo sentimos, claro, y estamos seguros de eso, pero la mayoría de las veces lo hacemos para convencernos a nosotros mismos que después de todo lo malo debe de haber algo bueno, aunque a menudo ignoramos esa ley de Murphy que dice que cuando todo está de la fregada, siempre se puede poner peor.

Los dos meses que el torneo Clausura 2020 estuvo suspendido sirvieron, entre otras cosas, para alimentar esa esperanza. Como un recordatorio de que, a pesar de todo, había una normalidad a la cual volver, pero ahora ni eso. Nos gustaba especular con tantas cosas, o quizá ni nos gustaba, y tan sólo se trataba de una buena manera de pasar ese tiempo recién construido. En estos días fuimos capaces de inventarnos formas infinitas de acomodar un calendario imposible. Incluso imaginamos escenarios como si el futbol se tratara de una película que no podía quedar inconclusa.

Había que encontrar al bueno y descubrir al malo. En la desesperación, desarrollamos mil fórmulas para definir a un campeón. Incluso hablamos de justicia y merecimiento, como si de la noche a la mañana el futbol fuera justo y premiara siempre al que más lo merece. La idea que más nos gustaba era una Liguilla con los cuatro grandes, como un premio de consolación que reparara los daños causados. La idea que menos nos gustaba, desde luego, era darle el título al Cruz Azul, porque cómo el Cruz Azul podía ser campeón de una buena vez, porque no sería justo, aun cuando en el pasado nadie lo mereció más que ellos.

La cancelación definitiva del torneo vino a terminar de golpe con ese juego eterno de la especulación, aunque es cierto que tampoco ha sido una sorpresa, porque era imposible rescatar dos meses del fuego de un mundo frenético. La decisión de las autoridades de la Liga no es más que un golpe de realidad para todos los que pensamos en el futbol como un recurso indispensable, porque es cierto que, aunque mal, se puede vivir sin futbol.

El torneo Clausura 2020 quedará en la historia con todo y sus incertidumbres, con su ilusión inconclusa. Será el registro fantasma de todo lo que fue y lo que no fue. Y quizá en muchos años lo veamos como ahora vemos aquellos Mundiales ausentes por culpa de la guerra, tan lejanos ya en el tiempo.

Será extraño buscar en los libros y no encontrar un campeón.

El Clausura se olvidó de las sentencias, sin embargo dejó momentos. Más allá de las burlas incomprensibles, Cruz Azul, cuyo único pecado fue ser el mejor equipo del torneo, puede quedarse tranquilo. En tiempos de pandemia los simbolismos tienen mucho de realidad. Nadie les quitará a los celestes esos ocho partidos sin perder, pero sobre todo, nadie les quitará ese último minuto del torneo, como en una final escondida detrás de una intrascendente jornada 10, cuando Jesús Corona le atajó el penal al América, y dejó para siempre a Cruz Azul como el líder absoluto del torneo en el que todo se detuvo. La esperanza, esa que es la última que muere, ahora está en el próximo torneo.

Solemos decir que la esperanza es lo último que muere. A veces lo sentimos, claro, y estamos seguros de eso, pero la mayoría de las veces lo hacemos para convencernos a nosotros mismos que después de todo lo malo debe de haber algo bueno, aunque a menudo ignoramos esa ley de Murphy que dice que cuando todo está de la fregada, siempre se puede poner peor.

Los dos meses que el torneo Clausura 2020 estuvo suspendido sirvieron, entre otras cosas, para alimentar esa esperanza. Como un recordatorio de que, a pesar de todo, había una normalidad a la cual volver, pero ahora ni eso. Nos gustaba especular con tantas cosas, o quizá ni nos gustaba, y tan sólo se trataba de una buena manera de pasar ese tiempo recién construido. En estos días fuimos capaces de inventarnos formas infinitas de acomodar un calendario imposible. Incluso imaginamos escenarios como si el futbol se tratara de una película que no podía quedar inconclusa.

Había que encontrar al bueno y descubrir al malo. En la desesperación, desarrollamos mil fórmulas para definir a un campeón. Incluso hablamos de justicia y merecimiento, como si de la noche a la mañana el futbol fuera justo y premiara siempre al que más lo merece. La idea que más nos gustaba era una Liguilla con los cuatro grandes, como un premio de consolación que reparara los daños causados. La idea que menos nos gustaba, desde luego, era darle el título al Cruz Azul, porque cómo el Cruz Azul podía ser campeón de una buena vez, porque no sería justo, aun cuando en el pasado nadie lo mereció más que ellos.

La cancelación definitiva del torneo vino a terminar de golpe con ese juego eterno de la especulación, aunque es cierto que tampoco ha sido una sorpresa, porque era imposible rescatar dos meses del fuego de un mundo frenético. La decisión de las autoridades de la Liga no es más que un golpe de realidad para todos los que pensamos en el futbol como un recurso indispensable, porque es cierto que, aunque mal, se puede vivir sin futbol.

El torneo Clausura 2020 quedará en la historia con todo y sus incertidumbres, con su ilusión inconclusa. Será el registro fantasma de todo lo que fue y lo que no fue. Y quizá en muchos años lo veamos como ahora vemos aquellos Mundiales ausentes por culpa de la guerra, tan lejanos ya en el tiempo.

Será extraño buscar en los libros y no encontrar un campeón.

El Clausura se olvidó de las sentencias, sin embargo dejó momentos. Más allá de las burlas incomprensibles, Cruz Azul, cuyo único pecado fue ser el mejor equipo del torneo, puede quedarse tranquilo. En tiempos de pandemia los simbolismos tienen mucho de realidad. Nadie les quitará a los celestes esos ocho partidos sin perder, pero sobre todo, nadie les quitará ese último minuto del torneo, como en una final escondida detrás de una intrascendente jornada 10, cuando Jesús Corona le atajó el penal al América, y dejó para siempre a Cruz Azul como el líder absoluto del torneo en el que todo se detuvo. La esperanza, esa que es la última que muere, ahora está en el próximo torneo.