/ martes 18 de enero de 2022

Migración y Ómicron

por Almendra Ortiz de Zárate

La variante Ómicron se ha convertido, en fechas recientes, en la principal fuente de contagios de la COVID-19. De nuevo, los estragos de la pandemia se hacen presentes en todos los ámbitos de la sociedad humana, desde los hogares y los espacios de salud, hasta los grandes espectáculos, como el abierto de tenis en Australia o la arena política del Reino Unido. Los efectos de la COVID-19 no dejan de hacerse patentes.

Este año comenzó con una oleada ascendente en contagios que ha provocado los mayores índices de personas afectadas desde 2020. Aunque el número de individuos vacunados es superior, existen muchos grupos vulnerables que se encuentran en mayor riesgo de salud, como es el caso de los migrantes.

Las dificultades económicas derivadas de la pandemia han ocasionado un incremento importante las migraciones en todas las regiones del planeta. El éxodo migratorio se distingue principalmente de aquellos países que han observado mayores dificultades económicas hacia aquellos que han conseguido mayor estabilidad.

La región de América Latina ha sido duramente golpeada en el sentido económico en el último par de años y miles de personas intentan emigrar a Estados Unidos para mejorar sus condiciones de vida. Después de que Estados Unidos respaldara su decisión de cerrar la frontera terrestre con sus vecinos por motivos sanitarios, los campamentos de migrantes son cada vez más numerosos en las ciudades fronterizas de nuestro país y con ello, los riesgos de contagio van al alza.

El desempleo y la pobreza son el principal motor de la migración, por lo que no sorprende que, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, la patrulla fronteriza estadounidense haya detenido a poco menos de dos millones de migrantes; la cifra más alta desde 1924. Desafortunadamente, la problemática no está presente únicamente en la frontera norte de México, sino también en el sur.

La migración proveniente, principalmente, del triángulo del norte en Centroamérica y de Haití, atraviesa nuestro país con el propósito de arribar a Estados Unidos y solicitar refugio. Las ya de por sí peligrosas y deplorables condiciones a las que se enfrentan en su travesía se ven terriblemente afectadas con el factor de la pandemia.

Aunque desde 2020 existen restricciones para el traslado de personas entre un país y otro, a la par se observa que las solicitudes de refugio son cada vez mayores, lo que muestra que la COVID-19 se ha manifestado también en el incremento de la pobreza y la violencia en diferentes regiones del mundo e impacta, a su vez, en el contexto migratorio.

* Coordinadora de la Licenciatura en Relaciones Internacionales

por Almendra Ortiz de Zárate

La variante Ómicron se ha convertido, en fechas recientes, en la principal fuente de contagios de la COVID-19. De nuevo, los estragos de la pandemia se hacen presentes en todos los ámbitos de la sociedad humana, desde los hogares y los espacios de salud, hasta los grandes espectáculos, como el abierto de tenis en Australia o la arena política del Reino Unido. Los efectos de la COVID-19 no dejan de hacerse patentes.

Este año comenzó con una oleada ascendente en contagios que ha provocado los mayores índices de personas afectadas desde 2020. Aunque el número de individuos vacunados es superior, existen muchos grupos vulnerables que se encuentran en mayor riesgo de salud, como es el caso de los migrantes.

Las dificultades económicas derivadas de la pandemia han ocasionado un incremento importante las migraciones en todas las regiones del planeta. El éxodo migratorio se distingue principalmente de aquellos países que han observado mayores dificultades económicas hacia aquellos que han conseguido mayor estabilidad.

La región de América Latina ha sido duramente golpeada en el sentido económico en el último par de años y miles de personas intentan emigrar a Estados Unidos para mejorar sus condiciones de vida. Después de que Estados Unidos respaldara su decisión de cerrar la frontera terrestre con sus vecinos por motivos sanitarios, los campamentos de migrantes son cada vez más numerosos en las ciudades fronterizas de nuestro país y con ello, los riesgos de contagio van al alza.

El desempleo y la pobreza son el principal motor de la migración, por lo que no sorprende que, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, la patrulla fronteriza estadounidense haya detenido a poco menos de dos millones de migrantes; la cifra más alta desde 1924. Desafortunadamente, la problemática no está presente únicamente en la frontera norte de México, sino también en el sur.

La migración proveniente, principalmente, del triángulo del norte en Centroamérica y de Haití, atraviesa nuestro país con el propósito de arribar a Estados Unidos y solicitar refugio. Las ya de por sí peligrosas y deplorables condiciones a las que se enfrentan en su travesía se ven terriblemente afectadas con el factor de la pandemia.

Aunque desde 2020 existen restricciones para el traslado de personas entre un país y otro, a la par se observa que las solicitudes de refugio son cada vez mayores, lo que muestra que la COVID-19 se ha manifestado también en el incremento de la pobreza y la violencia en diferentes regiones del mundo e impacta, a su vez, en el contexto migratorio.

* Coordinadora de la Licenciatura en Relaciones Internacionales