/ domingo 8 de agosto de 2021

Mimi Pinson, arte, inspiración y emblema

A Betty Fabila, in memoriam, cuya voz y arte dieron vida a Mimi, Musetta y Louise en la ópera pucciniana y charpentiana


En 1845, el gran escritor Alfred de Musset creó un personaje que se volvería fuente de inspiración, pero también emblema de un importante sector femenino de la sociedad parisina de principios del siglo XX. Su nombre: Mimi Pinson, a quien dedicó primero un poema, luego una canción y después una novela corta: “Mademoiselle Mimi Pinson: Profil de grisette”.

Y es que Mimi encarnaba a un prototipo específico de joven trabajadora: la “grisette”. Palabra que si bien en la edición del Diccionario de la Academia Francesa de 1694 definía ya a una mujer de baja condición, para el siglo XIX comenzó a aludir específicamente a las jóvenes que trabajaban, vestidas de gris, en talleres de costura y como asistentes en casas de sombreros y a las que caracterizaba su coquetería. Tal y como se puede constatar a través de su aparición fugaz en diversas obras de poetas y pintores como Jonathan Swift, Lawrence Sterne, Oliver Wendell Holmes, Mark Twain, Edgar Allan Poe, Constantin Guys, Whistler y Gilbert Stuart Newton. Con el paso del tiempo, las “grisettes” modistas se convirtieron también en modelos de artistas, siendo su presencia popular entre los círculos bohemios del Quartier Latin de París. De ahí su recurrente presencia en la obra de autores como Daumier y Gavarni, pero sobre todo de Eugene Sue, Victor Hugo y la propia George Sand. No obstante, aunque algunas de ellas llegaron a tener nombre en la obra de estos autores, fue con Musset con quien su figura adquirió mayor humanidad y, sobre todo, proyección artística.

El primero en ser influido directamente por él fue Henri Murger, que publicó en 1851 su antología de relatos “Scènes de la vie de bohéme”, en la que los personajes esbozados por Musset cobraron renovada vida: Mimi formando pareja con Rodolfo y Marcelo con la joven, bella y coqueta Musette, cuyo nombre, aunque Murger diga en su presentación que provenía de “gaita”, sin duda la bautizó así en honor a Musset. Más tarde, los grandes operistas italianos Giacomo Puccini y Ruggero Leoncavallo inmortalizaron al cuarteto bohemio en sus respectivas óperas llamadas “La bohème”. El primero estrenándola en 1896, con libreto de Illica y Giacosa, entre cuyas escenas el vals de Musetta habla por sí solo, y el segundo en 1897, a partir de su propio libreto. No obstante, el haber realizado una ópera homónima a la pucciniana detonó un escándalo y Leoncavallo la renombró como “Mimi Pinson”, aunque al final terminó por devolverle su primer título.

A su vez, Gustave Charpentier, probablemente bajo la influencia del socialismo y anarquismo imperantes en su tiempo, así como por la idea del “teatro del pueblo” de la que hablaba Michelet, estrenó en 1900, con libreto y música de su autoría, la que sería su ópera maestra: “Louise”, sobre la vida de una “grisette” enamorada de su vecino poeta, procediendo a fundar, dos años después en el barrio de Montmartre, uno de los conservatorios de música más “sui generis” de todos los tiempos: el “Conservatoire Populaire de Mimi Pinson”, donde tomarían clase gratuitamente de canto, coro, arpa, piano, danza y pantomima estas jóvenes trabajadoras, para entonces también llamadas “midinettes”, ofreciendo conciertos públicos y dentro de la propia institución en apoyo a obras caritativas.

Sí, Mimi Pinzon estaría destinada a seguir prevaleciendo en el imaginario colectivo europeo de la primera mitad del siglo XX. Lo mismo a través de la opereta “La Cocarde de Mimi-Pinson” (1915), con libreto de Maurice Ordonneau y música de Henri Goublier, que de diversas obras menores como canciones, la mazurka de Allier y el vals de Tixhon. Para entonces, la Primer Guerra Mundial está en pleno y las Mimi Pinson se convierten en baluartes de apoyo a la labor de la Cruz Roja; en 1919 son las primeras en llamar al voto femenino y en 1924 Théo Bergerat dedica en su honor una película muda. Pero no sólo será Europa, desde finales del siglo XIX su leyenda había ya comenzado a difundirse más allá del Océano Atlántico, sobre todo por los modernistas.

En México, Manuel Gutiérrez Nájera habla de ella en su poema “La Duquesa Job” (1884): “¡Con qué airecito de aristocracia / mira a los hombres, y con qué gracia / frunce los labios -¡Mimí Pinsón!...”. En 1902, Rubén Darío escribe un texto: “Las transformaciones de Mimi Pinson” y en 1918 “Louise” se estrena en Buenos Aires. Sí, América también había sido conquistada por el encanto pinsoniano y para inmortalizarla, nada sería más sublime que el tango. Género que dio a luz obras como “Griseta”, “A Montmartre”, “Francesita”, pero ninguna como “Mimí Pinsón” (1947), compuesta por José Rótulo y Aquiles Roggero. El tango en el que con unas cuantas palabras nos hace evocar a su creador y, con otras más, soñar con el personaje centenario que desde el arte, contribuyó a que un amplio sector femenino pudiera tener presencia en la historia social contemporánea: “Mimí Pinsón, yo te soñé en la novela de Musset…, estás en mí, te vuelvo a ver… ¡Igual que ayer, igual que hoy y siempre igual!”.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli



A Betty Fabila, in memoriam, cuya voz y arte dieron vida a Mimi, Musetta y Louise en la ópera pucciniana y charpentiana


En 1845, el gran escritor Alfred de Musset creó un personaje que se volvería fuente de inspiración, pero también emblema de un importante sector femenino de la sociedad parisina de principios del siglo XX. Su nombre: Mimi Pinson, a quien dedicó primero un poema, luego una canción y después una novela corta: “Mademoiselle Mimi Pinson: Profil de grisette”.

Y es que Mimi encarnaba a un prototipo específico de joven trabajadora: la “grisette”. Palabra que si bien en la edición del Diccionario de la Academia Francesa de 1694 definía ya a una mujer de baja condición, para el siglo XIX comenzó a aludir específicamente a las jóvenes que trabajaban, vestidas de gris, en talleres de costura y como asistentes en casas de sombreros y a las que caracterizaba su coquetería. Tal y como se puede constatar a través de su aparición fugaz en diversas obras de poetas y pintores como Jonathan Swift, Lawrence Sterne, Oliver Wendell Holmes, Mark Twain, Edgar Allan Poe, Constantin Guys, Whistler y Gilbert Stuart Newton. Con el paso del tiempo, las “grisettes” modistas se convirtieron también en modelos de artistas, siendo su presencia popular entre los círculos bohemios del Quartier Latin de París. De ahí su recurrente presencia en la obra de autores como Daumier y Gavarni, pero sobre todo de Eugene Sue, Victor Hugo y la propia George Sand. No obstante, aunque algunas de ellas llegaron a tener nombre en la obra de estos autores, fue con Musset con quien su figura adquirió mayor humanidad y, sobre todo, proyección artística.

El primero en ser influido directamente por él fue Henri Murger, que publicó en 1851 su antología de relatos “Scènes de la vie de bohéme”, en la que los personajes esbozados por Musset cobraron renovada vida: Mimi formando pareja con Rodolfo y Marcelo con la joven, bella y coqueta Musette, cuyo nombre, aunque Murger diga en su presentación que provenía de “gaita”, sin duda la bautizó así en honor a Musset. Más tarde, los grandes operistas italianos Giacomo Puccini y Ruggero Leoncavallo inmortalizaron al cuarteto bohemio en sus respectivas óperas llamadas “La bohème”. El primero estrenándola en 1896, con libreto de Illica y Giacosa, entre cuyas escenas el vals de Musetta habla por sí solo, y el segundo en 1897, a partir de su propio libreto. No obstante, el haber realizado una ópera homónima a la pucciniana detonó un escándalo y Leoncavallo la renombró como “Mimi Pinson”, aunque al final terminó por devolverle su primer título.

A su vez, Gustave Charpentier, probablemente bajo la influencia del socialismo y anarquismo imperantes en su tiempo, así como por la idea del “teatro del pueblo” de la que hablaba Michelet, estrenó en 1900, con libreto y música de su autoría, la que sería su ópera maestra: “Louise”, sobre la vida de una “grisette” enamorada de su vecino poeta, procediendo a fundar, dos años después en el barrio de Montmartre, uno de los conservatorios de música más “sui generis” de todos los tiempos: el “Conservatoire Populaire de Mimi Pinson”, donde tomarían clase gratuitamente de canto, coro, arpa, piano, danza y pantomima estas jóvenes trabajadoras, para entonces también llamadas “midinettes”, ofreciendo conciertos públicos y dentro de la propia institución en apoyo a obras caritativas.

Sí, Mimi Pinzon estaría destinada a seguir prevaleciendo en el imaginario colectivo europeo de la primera mitad del siglo XX. Lo mismo a través de la opereta “La Cocarde de Mimi-Pinson” (1915), con libreto de Maurice Ordonneau y música de Henri Goublier, que de diversas obras menores como canciones, la mazurka de Allier y el vals de Tixhon. Para entonces, la Primer Guerra Mundial está en pleno y las Mimi Pinson se convierten en baluartes de apoyo a la labor de la Cruz Roja; en 1919 son las primeras en llamar al voto femenino y en 1924 Théo Bergerat dedica en su honor una película muda. Pero no sólo será Europa, desde finales del siglo XIX su leyenda había ya comenzado a difundirse más allá del Océano Atlántico, sobre todo por los modernistas.

En México, Manuel Gutiérrez Nájera habla de ella en su poema “La Duquesa Job” (1884): “¡Con qué airecito de aristocracia / mira a los hombres, y con qué gracia / frunce los labios -¡Mimí Pinsón!...”. En 1902, Rubén Darío escribe un texto: “Las transformaciones de Mimi Pinson” y en 1918 “Louise” se estrena en Buenos Aires. Sí, América también había sido conquistada por el encanto pinsoniano y para inmortalizarla, nada sería más sublime que el tango. Género que dio a luz obras como “Griseta”, “A Montmartre”, “Francesita”, pero ninguna como “Mimí Pinsón” (1947), compuesta por José Rótulo y Aquiles Roggero. El tango en el que con unas cuantas palabras nos hace evocar a su creador y, con otras más, soñar con el personaje centenario que desde el arte, contribuyó a que un amplio sector femenino pudiera tener presencia en la historia social contemporánea: “Mimí Pinsón, yo te soñé en la novela de Musset…, estás en mí, te vuelvo a ver… ¡Igual que ayer, igual que hoy y siempre igual!”.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli