/ miércoles 26 de junio de 2019

Mitos y leyendas sobre la reforma electoral

Han concluido los foros para la Reforma Electoral, y en éstos se expusieron diversos puntos de vista, generando un interesante intercambio de ideas y debate. Ése era el punto: contrastar argumentos y posiciones de manera libre y civilizada.

En todo este cúmulo de posiciones, consideramos conveniente esclarecer algunas afirmaciones que se han realizado sobre la reforma electoral que hemos venido impulsando.

1.- La reforma que proponemos de ninguna manera pretende vulnerar los procesos electorales o a las instituciones que los conducen. La simplicidad de quienes afirman lo contrario se sustenta en el hecho de que proponemos que las elecciones federales y locales pueden ser conducidas por el INE. La certeza de los procesos electorales no depende en la existencia de 1, 2 o más órganos que los organicen, sino en su desarrollo y resultado. No confundamos el fin con el medio.

2.- La afirmación que se refiere a que los OPLES han contribuido a la pluralidad y a las transiciones en los estados, implica en el fondo -de manera presuntuosa- que esos fenómenos democráticos sólo se realizaron por la labor de éstos, soslayando que la pluralidad y las transiciones se lograron en mayor medida como producto del voto de los ciudadanos. Es un mérito ciudadano del que no puede adueñarse una autoridad electoral.

3.- Se habla de que la reforma que proponemos podría poner en riesgo la certeza de las elecciones, y paralelamente se promociona la utilización de la urna electrónica como la panacea para generar eficacia y austeridad en los procesos democráticos. En la actualidad, con los niveles de desconfianza que pesan sobre la política en general, y ante escenarios inciertos en los resultados electorales, en donde ha venido siendo una constante la falta de precisión en las encuestas, la implementación de la urna electrónica en un escenario cerrado o muy diverso a lo pronosticado implicaría un escenario caótico postelectoral.

4.- Se ha dicho también que “desde el poder” se pretende realizar una reforma electoral para que el partido mayoritario se perpetúe. Nada más falso que eso. Lo que se ha privilegiado es el diálogo, la transparencia y la búsqueda de consensos, además de que quienes realizan esa afirmación la sustentan en el hecho de que “por primera vez” una reforma electoral la promueva el partido vencedor en las elecciones, como si las reformas electorales sólo pudieran ser propuestas por la oposición como dogma o una verdad absoluta.

5.- Ni todo está bien, ni todo está mal. Considero que de lo que hemos explorado hasta el momento, la mayoría se han expresado sobre la reforma electoral que viene, coincidiendo en dos temas fundamentales: Nadie quiere vulnerar la certeza de las elecciones y nadie está en contra de la austeridad. El reto está en el “cómo”, ¿Cómo lograr procesos certeros más económicos? Ésas son las rutas que en lo sucesivo deberemos construir, porque el mandato de la ciudadanía fue claro: sobriedad en el ejercicio de la función pública del Estado Mexicano

@Sergeluna_S

Han concluido los foros para la Reforma Electoral, y en éstos se expusieron diversos puntos de vista, generando un interesante intercambio de ideas y debate. Ése era el punto: contrastar argumentos y posiciones de manera libre y civilizada.

En todo este cúmulo de posiciones, consideramos conveniente esclarecer algunas afirmaciones que se han realizado sobre la reforma electoral que hemos venido impulsando.

1.- La reforma que proponemos de ninguna manera pretende vulnerar los procesos electorales o a las instituciones que los conducen. La simplicidad de quienes afirman lo contrario se sustenta en el hecho de que proponemos que las elecciones federales y locales pueden ser conducidas por el INE. La certeza de los procesos electorales no depende en la existencia de 1, 2 o más órganos que los organicen, sino en su desarrollo y resultado. No confundamos el fin con el medio.

2.- La afirmación que se refiere a que los OPLES han contribuido a la pluralidad y a las transiciones en los estados, implica en el fondo -de manera presuntuosa- que esos fenómenos democráticos sólo se realizaron por la labor de éstos, soslayando que la pluralidad y las transiciones se lograron en mayor medida como producto del voto de los ciudadanos. Es un mérito ciudadano del que no puede adueñarse una autoridad electoral.

3.- Se habla de que la reforma que proponemos podría poner en riesgo la certeza de las elecciones, y paralelamente se promociona la utilización de la urna electrónica como la panacea para generar eficacia y austeridad en los procesos democráticos. En la actualidad, con los niveles de desconfianza que pesan sobre la política en general, y ante escenarios inciertos en los resultados electorales, en donde ha venido siendo una constante la falta de precisión en las encuestas, la implementación de la urna electrónica en un escenario cerrado o muy diverso a lo pronosticado implicaría un escenario caótico postelectoral.

4.- Se ha dicho también que “desde el poder” se pretende realizar una reforma electoral para que el partido mayoritario se perpetúe. Nada más falso que eso. Lo que se ha privilegiado es el diálogo, la transparencia y la búsqueda de consensos, además de que quienes realizan esa afirmación la sustentan en el hecho de que “por primera vez” una reforma electoral la promueva el partido vencedor en las elecciones, como si las reformas electorales sólo pudieran ser propuestas por la oposición como dogma o una verdad absoluta.

5.- Ni todo está bien, ni todo está mal. Considero que de lo que hemos explorado hasta el momento, la mayoría se han expresado sobre la reforma electoral que viene, coincidiendo en dos temas fundamentales: Nadie quiere vulnerar la certeza de las elecciones y nadie está en contra de la austeridad. El reto está en el “cómo”, ¿Cómo lograr procesos certeros más económicos? Ésas son las rutas que en lo sucesivo deberemos construir, porque el mandato de la ciudadanía fue claro: sobriedad en el ejercicio de la función pública del Estado Mexicano

@Sergeluna_S