/ jueves 19 de noviembre de 2020

Modernización y democracia

Por: Carlos M. López Portillo Maltos


En estos tiempos de constante cambio, nuevas variables entran en juego en el desarrollo y el papel de los países en el escenario mundial. La globalización y la innovación tecnológica han hecho de nuestro planeta un orbe que trasciende las fronteras físicas y permite una mayor interacción en todos los sentidos. Esta movilidad tiene influencia en el desarrollo humano en múltiples aspectos; desde la educación y el nivel de vida hasta los innumerables factores geográficos, sociales y económicos, impactando directa e indirectamente en la modernización y la democracia.

La búsqueda hacia un buen funcionamiento del régimen democrático implicará un replanteamiento de la política y de los ciudadanos como individuos capaces de asumir un papel activo y participativo en la sociedad. El sistema democrático tendrá como premisa situar a la política como una acción central que permita al ciudadano ser parte de ella, trazándola y delineándola en su conjunto, más allá de las decisiones que las figuras públicas puedan tener, permitiendo un marco participativo e incluyente. Para ello, el reconocimiento del individuo como ciudadano será vital, ya que esto le permitirá ser un agente de la misma política, un actor dinámico el cual pueda enriquecer no solamente el concepto de ciudadanización y de la política misma, sino también a una sociedad civil cada vez más integrada y sólida, más activa en la formación tanto de consensos como de divergencias colectivas e individuales.

La posibilidad de dar auge a una verdadera cultura democrática dependerá, pues, del compromiso y la capacidad de reflexión y concientización por parte de los integrantes sociales y políticos, medios, intelectuales y otros actores que se encuentren en los escenarios y contextos correspondientes. Los valores, conceptos e ideas en común permitirán un constante diálogo e intercambio entre partes, además de generar un fortalecimiento de los mecanismos para propiciar la participación, es decir, los medios institucionales correspondientes para promover una comunicación continua y enriquecedora.

Así, el desarrollo de la sociedad civil y la modernización democrática se delineará por medio de un conjunto de características y variables que tendrán como objetivo común generar un equilibrio y un intercambio constante, permitir un pluralismo innato de las sociedades heterogéneas, sustentar un marco jurídico dentro de un estado de Derecho que permita la defensa de las garantías individuales y los derechos universales, lograr una tolerancia real y la integración de minorías; la creación de un ambiente propicio para la paz política y el progreso social, económico y político en su conjunto. Se buscará, a través de todo ello, promover una concordancia continua entre las esferas pública y privada, de modo que el ciudadano pueda desenvolverse a la par de ellas y pueda elaborar una mentalidad responsable, propositiva y proactiva frente a su panorama y entorno cotidiano.

Valores como el respeto y la tolerancia permitirán una mayor conciencia de la diversidad humana, siendo más tolerante y respetuosa de las diferencias con otros y con sus mismas partes. La nueva cultura democrática deberá propiciar una aceptación generalizada del pluralismo más allá de la ideología y la moral, concibiéndose como una forma de vida adquirida dentro del mismo quehacer diario de la sociedad, causando así una apertura clara hacia una modernización global.

La democracia se caracterizará por ser aquella forma de gobierno en la cual la toma de las decisiones colectivas pasa por la discusión entre el conjunto de ciudadanos que integran la comunidad política. No obstante, esa intervención de los ciudadanos en el proceso de decisión política democrática es pensada como una forma de participación activa, consciente y comprometida, la cual se reflejará en el mejoramiento económico, político y social que desean los individuos. En ese sentido, una adecuada cultura de la ciudadanía constituye una de las condiciones previas de la democracia para un funcionamiento real, entendiendo la necesidad de que los actores conozcan los problemas y las carencias de su sociedad, que reflexionen y opinen sobre ellas, que estén enterados del funcionamiento y de las atribuciones de sus instituciones y que participen de forma práctica.

El éxito de un proceso de reestructuración productiva hacia la modernización dependerá no sólo de la capacidad para racionalizar la gestión, sino también de la reorganización de los procesos de trabajo y la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas. Queda aún una brecha muy amplia para llegar a la solución de los problemas sociales que aquejan y ahondan a las sociedades modernas. Los diversos modelos económicos no han logrado encontrar del todo una propuesta integral para el progreso productivo combinado con la evolución de las multitudes que aún se encuentran en el subdesarrollo, con una desigualdad social impresionante y con una inequitativa e injusta distribución de la riqueza. El deterioro que todo este proceso ha provocado debe hacer que, tanto ciudadanos como gobernantes, se replanteen las formas y estructuras utilizadas y se reflexione acerca de un mejor esquema que pueda conjuntar las necesidades tanto sociales como económicas, una innovación sistemática y una visión a largo plazo hacia una apertura democrática real para un mejor porvenir.

Asociado COMEXI

Por: Carlos M. López Portillo Maltos


En estos tiempos de constante cambio, nuevas variables entran en juego en el desarrollo y el papel de los países en el escenario mundial. La globalización y la innovación tecnológica han hecho de nuestro planeta un orbe que trasciende las fronteras físicas y permite una mayor interacción en todos los sentidos. Esta movilidad tiene influencia en el desarrollo humano en múltiples aspectos; desde la educación y el nivel de vida hasta los innumerables factores geográficos, sociales y económicos, impactando directa e indirectamente en la modernización y la democracia.

La búsqueda hacia un buen funcionamiento del régimen democrático implicará un replanteamiento de la política y de los ciudadanos como individuos capaces de asumir un papel activo y participativo en la sociedad. El sistema democrático tendrá como premisa situar a la política como una acción central que permita al ciudadano ser parte de ella, trazándola y delineándola en su conjunto, más allá de las decisiones que las figuras públicas puedan tener, permitiendo un marco participativo e incluyente. Para ello, el reconocimiento del individuo como ciudadano será vital, ya que esto le permitirá ser un agente de la misma política, un actor dinámico el cual pueda enriquecer no solamente el concepto de ciudadanización y de la política misma, sino también a una sociedad civil cada vez más integrada y sólida, más activa en la formación tanto de consensos como de divergencias colectivas e individuales.

La posibilidad de dar auge a una verdadera cultura democrática dependerá, pues, del compromiso y la capacidad de reflexión y concientización por parte de los integrantes sociales y políticos, medios, intelectuales y otros actores que se encuentren en los escenarios y contextos correspondientes. Los valores, conceptos e ideas en común permitirán un constante diálogo e intercambio entre partes, además de generar un fortalecimiento de los mecanismos para propiciar la participación, es decir, los medios institucionales correspondientes para promover una comunicación continua y enriquecedora.

Así, el desarrollo de la sociedad civil y la modernización democrática se delineará por medio de un conjunto de características y variables que tendrán como objetivo común generar un equilibrio y un intercambio constante, permitir un pluralismo innato de las sociedades heterogéneas, sustentar un marco jurídico dentro de un estado de Derecho que permita la defensa de las garantías individuales y los derechos universales, lograr una tolerancia real y la integración de minorías; la creación de un ambiente propicio para la paz política y el progreso social, económico y político en su conjunto. Se buscará, a través de todo ello, promover una concordancia continua entre las esferas pública y privada, de modo que el ciudadano pueda desenvolverse a la par de ellas y pueda elaborar una mentalidad responsable, propositiva y proactiva frente a su panorama y entorno cotidiano.

Valores como el respeto y la tolerancia permitirán una mayor conciencia de la diversidad humana, siendo más tolerante y respetuosa de las diferencias con otros y con sus mismas partes. La nueva cultura democrática deberá propiciar una aceptación generalizada del pluralismo más allá de la ideología y la moral, concibiéndose como una forma de vida adquirida dentro del mismo quehacer diario de la sociedad, causando así una apertura clara hacia una modernización global.

La democracia se caracterizará por ser aquella forma de gobierno en la cual la toma de las decisiones colectivas pasa por la discusión entre el conjunto de ciudadanos que integran la comunidad política. No obstante, esa intervención de los ciudadanos en el proceso de decisión política democrática es pensada como una forma de participación activa, consciente y comprometida, la cual se reflejará en el mejoramiento económico, político y social que desean los individuos. En ese sentido, una adecuada cultura de la ciudadanía constituye una de las condiciones previas de la democracia para un funcionamiento real, entendiendo la necesidad de que los actores conozcan los problemas y las carencias de su sociedad, que reflexionen y opinen sobre ellas, que estén enterados del funcionamiento y de las atribuciones de sus instituciones y que participen de forma práctica.

El éxito de un proceso de reestructuración productiva hacia la modernización dependerá no sólo de la capacidad para racionalizar la gestión, sino también de la reorganización de los procesos de trabajo y la incorporación de nuevas herramientas tecnológicas. Queda aún una brecha muy amplia para llegar a la solución de los problemas sociales que aquejan y ahondan a las sociedades modernas. Los diversos modelos económicos no han logrado encontrar del todo una propuesta integral para el progreso productivo combinado con la evolución de las multitudes que aún se encuentran en el subdesarrollo, con una desigualdad social impresionante y con una inequitativa e injusta distribución de la riqueza. El deterioro que todo este proceso ha provocado debe hacer que, tanto ciudadanos como gobernantes, se replanteen las formas y estructuras utilizadas y se reflexione acerca de un mejor esquema que pueda conjuntar las necesidades tanto sociales como económicas, una innovación sistemática y una visión a largo plazo hacia una apertura democrática real para un mejor porvenir.

Asociado COMEXI