/ sábado 24 de agosto de 2019

Momento Corporativo | ¿Premio de consolación?

El próximo 30 de octubre se dará a conocer el dato preliminar de crecimiento de la economía mexicana en el tercer trimestre del año, y prácticamente un mes después, el 25 de noviembre, se divulgará el dato final del Producto Interno Bruto, y los indicadores disponibles, aunque mixtos, no son nada alentadores, y la posibilidad de que la economía mexicana termine el año con una tasa mucho menor a 1% es cada vez mayor. El dato final de cuánto creció México entre abril y junio dista mucho de ser un consuelo, porque si bien alejó el fantasma de la recesión técnica, el hecho de haberse mantenido prácticamente sin cambio respecto al primer trimestre no hace más que confirmar el estancamiento por el que atraviesa la economía mexicana, el mismo que el gobierno trata de minimizar, aunque finalmente, y de manera muy sutil, comienza a reconocer en el discurso como si quisiera adelantarse o mejor dicho justificar un periodo mucho más complicado.

Pero la atonía económica no es un fenómeno exclusivo de México, sino más bien una tendencia que crece rápidamente en el mundo y que varios países tratan de amortiguar, primero, con políticas monetarias más relajadas que parecieran insuficientes, y por eso comienzan a asomarse otros mecanismos como planes extraordinarios de inversión o recortes de impuestos. En el caso de México ya se optó por el primero, aunque el plan de choque o anticíclico por más de 470 mil millones de pesos será insuficiente, porque no estimula la inversión, sino más bien busca apalancar con financiamiento una actividad económica que cada vez está más débil, y entonces serían necesarias otras medidas, como un ciclo de baja de tasas de referencia que el Banco de México, con una prudencia plenamente justificada, descarta por lo menos públicamente.

Y es difícil pronosticar qué tan profunda será la desaceleración de la economía mundial y cómo afectará a cada una de las naciones, pero en el caso de México, muchas decisiones previas del nuevo gobierno podrían combinarse y ocasionar una caída mucho mayor, al grado de trastocar los fundamentales de la economía nacional y eliminar por completo la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de que el crecimiento promedio de su sexenio sería de 4%, y entonces, más que un plan de choque, se requerirá un cambio de modelo económico que inicie por un mayor gasto del gobierno que se aferra al subejercicio y a las transferencias sociales, aunque el problema es que las finanzas públicas acotadas por la nueva dirección del gasto del gobierno, necesariamente tendrían que robustecerse y no será por los ingresos petroleros que caerán por la menor demanda global y tampoco por la política de austeridad, por lo que será más urgente una reforma fiscal para alimentar las arcas públicas con nuevos y mayores impuestos, a pesar de que el primer mandatario incumpla otra de las promesas, no sólo de campaña, sino de sus primeros meses al frente del país, antes de que sea demasiado tarde.

@robertoah

El próximo 30 de octubre se dará a conocer el dato preliminar de crecimiento de la economía mexicana en el tercer trimestre del año, y prácticamente un mes después, el 25 de noviembre, se divulgará el dato final del Producto Interno Bruto, y los indicadores disponibles, aunque mixtos, no son nada alentadores, y la posibilidad de que la economía mexicana termine el año con una tasa mucho menor a 1% es cada vez mayor. El dato final de cuánto creció México entre abril y junio dista mucho de ser un consuelo, porque si bien alejó el fantasma de la recesión técnica, el hecho de haberse mantenido prácticamente sin cambio respecto al primer trimestre no hace más que confirmar el estancamiento por el que atraviesa la economía mexicana, el mismo que el gobierno trata de minimizar, aunque finalmente, y de manera muy sutil, comienza a reconocer en el discurso como si quisiera adelantarse o mejor dicho justificar un periodo mucho más complicado.

Pero la atonía económica no es un fenómeno exclusivo de México, sino más bien una tendencia que crece rápidamente en el mundo y que varios países tratan de amortiguar, primero, con políticas monetarias más relajadas que parecieran insuficientes, y por eso comienzan a asomarse otros mecanismos como planes extraordinarios de inversión o recortes de impuestos. En el caso de México ya se optó por el primero, aunque el plan de choque o anticíclico por más de 470 mil millones de pesos será insuficiente, porque no estimula la inversión, sino más bien busca apalancar con financiamiento una actividad económica que cada vez está más débil, y entonces serían necesarias otras medidas, como un ciclo de baja de tasas de referencia que el Banco de México, con una prudencia plenamente justificada, descarta por lo menos públicamente.

Y es difícil pronosticar qué tan profunda será la desaceleración de la economía mundial y cómo afectará a cada una de las naciones, pero en el caso de México, muchas decisiones previas del nuevo gobierno podrían combinarse y ocasionar una caída mucho mayor, al grado de trastocar los fundamentales de la economía nacional y eliminar por completo la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de que el crecimiento promedio de su sexenio sería de 4%, y entonces, más que un plan de choque, se requerirá un cambio de modelo económico que inicie por un mayor gasto del gobierno que se aferra al subejercicio y a las transferencias sociales, aunque el problema es que las finanzas públicas acotadas por la nueva dirección del gasto del gobierno, necesariamente tendrían que robustecerse y no será por los ingresos petroleros que caerán por la menor demanda global y tampoco por la política de austeridad, por lo que será más urgente una reforma fiscal para alimentar las arcas públicas con nuevos y mayores impuestos, a pesar de que el primer mandatario incumpla otra de las promesas, no sólo de campaña, sino de sus primeros meses al frente del país, antes de que sea demasiado tarde.

@robertoah