/ lunes 8 de octubre de 2018

Monopolios farmacéuticos

Una vez concretado un acuerdo trilateral entre los 3 países de Norteamérica, se ha ratificado la presión que algunos sectores impusieron a las negociaciones como lo fue el caso del farmacéutico. El ahora llamado “United States, Mexico and Canada Agreement (USMCA)” ha tirado por la borda el libre comercio, para abrazar una serie de medidas de las que no salimos bien librados, como una de estas consecuencias, continuaremos pagando medicinas de patente hasta por 30 años a precios que limitan el acceso a la salud de millones de mexicanos.

Ante un inminente cabildeo de las empresas del ramo, y bajo la premisa de proteger inversiones, el gobierno saliente ha cedido ante las presiones de las grandes farmacéuticas para lograr así que bajo el nuevo acuerdo trilateral se haya incremento de 8 a 10 años más la protección de las patentes en medicamentos biotecnológicos, cuando ésta ya era de 20 años, por lo que tendrán que pasar 3 décadas para liberar su producción con fines sociales.

Tan sólo en Estados Unidos, las patentes de medicamentos generan un gasto anual a la población de 300 billones de dólares, cifra que sin el monopolio de éstas, sería diez veces menor. A pesar de esto, las regulaciones internacionales no han hecho mucho por limitar este esquema.

En México, un estudio de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), señala que para el caso de nuestro país, al año de que ingresa al mercado el primer genérico, se da una reducción de 28.6% del precio, situación que más allá de generar un impacto económico, habilita a que una de cada dos personas que no podían comprar un medicamento, accedan a éste, a través de su fórmula genérica, y por ende a que su acceso a la salud esté garantizado.

A pesar de esto, los genéricos parecen tener mayores dificultades para llegar al mercado mexicano que a otros lugares. Mientras que después de un año de haber vencido la patente, en México existen en promedio de 3 competidores por medicamento, en países como Estados Unidos, o Canadá ya hay cerca de 11 fabricantes que ofertan a un costo de hasta el 73% menor, medicamentos estratégicos para el tratamiento de enfermedades graves o crónica como lo pueden ser el VIH o el cáncer.

Hasta hoy, se estima que si se lograra una oferta adecuado de medicamentos genéricos en el mercado nacional, 1 de cada 2 familias mexicanas podría comprar sus medicinas de genérico, lo que les significaría ahorrar más de 2 mil y medio millones de pesos al año.

En otras latitudes sin embargo, luchar contra corriente e ir en favor de la salud pública ha tenido sus beneficios. Entre los logros más notables están casos como los de Brasil, que durante el gobierno de Lula da Silva, tomó la decisión unilateral de producir efavirenz, del laboratorio MSD, cuando en el país carioca vivían 200 mil personas con VIH, de las cuales casi la mitad tomaban el fármaco. Otro caso muy conocido es el de Nelson Mandela en Sudáfrica, que ante una emergencia en la que vivían 24.5 millones de personas con VIH/sida, determinó mediante una ley, la importación de genéricos desde la India, país que no suscribía el acuerdo de patentes de la OMC.

Desde 2001, la Declaración de Doha de la OMC, incluyó un acuerdo sobre “Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual y la Salud Pública”, en la que se reconoce la gravedad de los problemas de salud en los países en desarrollo, y por la que se han creado excepciones que han permitido prevalezca el interés por la salud de la gente, por encima de los negocios de las farmacéuticas. Justamente esa ha sido la base de mi exhorto para limitar las patentes de los antiretrovirales en México desde 2008.

Sería importante ver en México medidas de avanzada, de mano de la próxima administración. Acciones que reviertan este severo golpe que nos han dado las farmacéuticas a las familias mexicanas. La cuarta transformación, sin duda tiene este tipo de retos de frente, situación que exige los mejores oficios de nuestra política exterior, pero también de la de desarrollo social, y la de salud, es un asunto de justicia y de humanidad, que va más allá de lo pactado en el USMCA.

Una vez concretado un acuerdo trilateral entre los 3 países de Norteamérica, se ha ratificado la presión que algunos sectores impusieron a las negociaciones como lo fue el caso del farmacéutico. El ahora llamado “United States, Mexico and Canada Agreement (USMCA)” ha tirado por la borda el libre comercio, para abrazar una serie de medidas de las que no salimos bien librados, como una de estas consecuencias, continuaremos pagando medicinas de patente hasta por 30 años a precios que limitan el acceso a la salud de millones de mexicanos.

Ante un inminente cabildeo de las empresas del ramo, y bajo la premisa de proteger inversiones, el gobierno saliente ha cedido ante las presiones de las grandes farmacéuticas para lograr así que bajo el nuevo acuerdo trilateral se haya incremento de 8 a 10 años más la protección de las patentes en medicamentos biotecnológicos, cuando ésta ya era de 20 años, por lo que tendrán que pasar 3 décadas para liberar su producción con fines sociales.

Tan sólo en Estados Unidos, las patentes de medicamentos generan un gasto anual a la población de 300 billones de dólares, cifra que sin el monopolio de éstas, sería diez veces menor. A pesar de esto, las regulaciones internacionales no han hecho mucho por limitar este esquema.

En México, un estudio de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), señala que para el caso de nuestro país, al año de que ingresa al mercado el primer genérico, se da una reducción de 28.6% del precio, situación que más allá de generar un impacto económico, habilita a que una de cada dos personas que no podían comprar un medicamento, accedan a éste, a través de su fórmula genérica, y por ende a que su acceso a la salud esté garantizado.

A pesar de esto, los genéricos parecen tener mayores dificultades para llegar al mercado mexicano que a otros lugares. Mientras que después de un año de haber vencido la patente, en México existen en promedio de 3 competidores por medicamento, en países como Estados Unidos, o Canadá ya hay cerca de 11 fabricantes que ofertan a un costo de hasta el 73% menor, medicamentos estratégicos para el tratamiento de enfermedades graves o crónica como lo pueden ser el VIH o el cáncer.

Hasta hoy, se estima que si se lograra una oferta adecuado de medicamentos genéricos en el mercado nacional, 1 de cada 2 familias mexicanas podría comprar sus medicinas de genérico, lo que les significaría ahorrar más de 2 mil y medio millones de pesos al año.

En otras latitudes sin embargo, luchar contra corriente e ir en favor de la salud pública ha tenido sus beneficios. Entre los logros más notables están casos como los de Brasil, que durante el gobierno de Lula da Silva, tomó la decisión unilateral de producir efavirenz, del laboratorio MSD, cuando en el país carioca vivían 200 mil personas con VIH, de las cuales casi la mitad tomaban el fármaco. Otro caso muy conocido es el de Nelson Mandela en Sudáfrica, que ante una emergencia en la que vivían 24.5 millones de personas con VIH/sida, determinó mediante una ley, la importación de genéricos desde la India, país que no suscribía el acuerdo de patentes de la OMC.

Desde 2001, la Declaración de Doha de la OMC, incluyó un acuerdo sobre “Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual y la Salud Pública”, en la que se reconoce la gravedad de los problemas de salud en los países en desarrollo, y por la que se han creado excepciones que han permitido prevalezca el interés por la salud de la gente, por encima de los negocios de las farmacéuticas. Justamente esa ha sido la base de mi exhorto para limitar las patentes de los antiretrovirales en México desde 2008.

Sería importante ver en México medidas de avanzada, de mano de la próxima administración. Acciones que reviertan este severo golpe que nos han dado las farmacéuticas a las familias mexicanas. La cuarta transformación, sin duda tiene este tipo de retos de frente, situación que exige los mejores oficios de nuestra política exterior, pero también de la de desarrollo social, y la de salud, es un asunto de justicia y de humanidad, que va más allá de lo pactado en el USMCA.