/ viernes 10 de junio de 2022

Morena ¿Nuevo PRI? 

Por una #SociedadHorizontal


Cada vez que termina una elección, se hacen más evidentes las carencias y erosiones que sufre nuestro sistema político. Queda claro que las autoridades electorales hacen una extraordinaria función para organizar a la ciudadanía y garantizar que los votos se cuenten de manera correcta. No obstante, persisten y se acrecientan las dudas sobre que tanto el árbitro logra impedir previamente, la coerción de los votos por parte de grupos locales, el uso de programas públicos por parte de autoridades en los distintos órdenes de gobierno y especialmente, la cada vez mayor injerencia de la actividad criminal que sesga el voto a favor o en contra de quien más le conviene. El capítulo se repite en cada espacio territorial como un “leitmotiv in crescendo”, donde el cáncer jamás se detiene, simplemente evoluciona y se extiende.

Morena se ha convertido en el nuevo partido hegemónico. Con la Presidencia de la República en su poder, 22 gobiernos estatales, 22 congresos locales, la primera mayoría en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores, su presencia política -especialmente a nivel local- resulta avasalladora. El resultado del pasado 5 de junio volvió a dar muestra de que la ola guinda avanza contundentemente, sin que la alianza opositora haya sido capaz de enfrentarla exitosamente, como si lo hizo en la elección de diputados federales del 2021.

El nuevo mapa de dominio partidista, aunado al “estilo personal de gobernar” del actual mandatario, han llevado a que muchos analistas afirmen que Morena es la evolución o la nueva versión del PRI. Están equivocados.

Desde el 2018, el electorado volteó a ver en Morena lo nuevo, el cambio, la esperanza. Muchos políticos -especialmente priistas- se pasaron a las filas de la “izquierda”, pues encontraron en el partido formado por AMLO, una plataforma para tener apoyo popular y ganar votos. Progresivamente se generó un importante efecto “cargada” en los ámbitos locales, que ha aglutinado a élites regionales, movilizado recursos y apoyos que antes eran del tricolor. Esto explica varios triunfos electorales como los de Hidalgo y Tamaulipas, así como la competitividad mostrada en Durango.

Morena arrasa. Más que ser un partido político, es un “estado de ánimo”, en el que la gente se ha revelado contra el “status quo” que prevaleció durante décadas. Sin embargo, carece de estructura territorial. Ha decidido mantenerse como “un movimiento” y no ha querido convertirse en verdadero partido como lo fue el PRI. La principal crítica que se le ha hecho a este instituto político es que depende del gobierno central, principalmente porque la articulación de su promoción del voto la realiza mediante los Siervos de la Nación y de los padrones de beneficiarios de programas sociales.

Más allá de esta polémica, quienes argumentan que Morena es la cuarta etapa del PRI cometen un error de evaluación histórica, al suscribir al tricolor exclusivamente al plano electoral. La estructura del partido que gobernó durante décadas, no solo implicaba una exitosa -aunque condenable- dinámica electoral, sino que durante muchos años también fungió como articulador de gobernabilidad en el país. Progresivamente ese espacio ha quedado vacío sin que nada lo sustituya.

La #SociedadHorizontal no debe caer en el error de igualar a Morena con el PRI. Es evidente que se requieren nuevos instrumentos verdaderamente democráticos para la gobernabilidad del país. Ante la creciente presencia de actores como el crimen organizado, es indispensable llenar los vacíos que el momento nacional reclama.

Por una #SociedadHorizontal


Cada vez que termina una elección, se hacen más evidentes las carencias y erosiones que sufre nuestro sistema político. Queda claro que las autoridades electorales hacen una extraordinaria función para organizar a la ciudadanía y garantizar que los votos se cuenten de manera correcta. No obstante, persisten y se acrecientan las dudas sobre que tanto el árbitro logra impedir previamente, la coerción de los votos por parte de grupos locales, el uso de programas públicos por parte de autoridades en los distintos órdenes de gobierno y especialmente, la cada vez mayor injerencia de la actividad criminal que sesga el voto a favor o en contra de quien más le conviene. El capítulo se repite en cada espacio territorial como un “leitmotiv in crescendo”, donde el cáncer jamás se detiene, simplemente evoluciona y se extiende.

Morena se ha convertido en el nuevo partido hegemónico. Con la Presidencia de la República en su poder, 22 gobiernos estatales, 22 congresos locales, la primera mayoría en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores, su presencia política -especialmente a nivel local- resulta avasalladora. El resultado del pasado 5 de junio volvió a dar muestra de que la ola guinda avanza contundentemente, sin que la alianza opositora haya sido capaz de enfrentarla exitosamente, como si lo hizo en la elección de diputados federales del 2021.

El nuevo mapa de dominio partidista, aunado al “estilo personal de gobernar” del actual mandatario, han llevado a que muchos analistas afirmen que Morena es la evolución o la nueva versión del PRI. Están equivocados.

Desde el 2018, el electorado volteó a ver en Morena lo nuevo, el cambio, la esperanza. Muchos políticos -especialmente priistas- se pasaron a las filas de la “izquierda”, pues encontraron en el partido formado por AMLO, una plataforma para tener apoyo popular y ganar votos. Progresivamente se generó un importante efecto “cargada” en los ámbitos locales, que ha aglutinado a élites regionales, movilizado recursos y apoyos que antes eran del tricolor. Esto explica varios triunfos electorales como los de Hidalgo y Tamaulipas, así como la competitividad mostrada en Durango.

Morena arrasa. Más que ser un partido político, es un “estado de ánimo”, en el que la gente se ha revelado contra el “status quo” que prevaleció durante décadas. Sin embargo, carece de estructura territorial. Ha decidido mantenerse como “un movimiento” y no ha querido convertirse en verdadero partido como lo fue el PRI. La principal crítica que se le ha hecho a este instituto político es que depende del gobierno central, principalmente porque la articulación de su promoción del voto la realiza mediante los Siervos de la Nación y de los padrones de beneficiarios de programas sociales.

Más allá de esta polémica, quienes argumentan que Morena es la cuarta etapa del PRI cometen un error de evaluación histórica, al suscribir al tricolor exclusivamente al plano electoral. La estructura del partido que gobernó durante décadas, no solo implicaba una exitosa -aunque condenable- dinámica electoral, sino que durante muchos años también fungió como articulador de gobernabilidad en el país. Progresivamente ese espacio ha quedado vacío sin que nada lo sustituya.

La #SociedadHorizontal no debe caer en el error de igualar a Morena con el PRI. Es evidente que se requieren nuevos instrumentos verdaderamente democráticos para la gobernabilidad del país. Ante la creciente presencia de actores como el crimen organizado, es indispensable llenar los vacíos que el momento nacional reclama.