/ lunes 30 de octubre de 2017

Muertos, tuertos y entuertos

Por fin hemos logrado ya que en México haya más muertos que vivos. Somos cerca de 120 millones de vivos y 100 millones de muertos y calculando desde que llegaron los primeros pobladores a lo que hoy es Baja California Sur, -que fue hace 14 mil años según consta en las pinturas rupestres que por montones nos deleitan desde Los Cabos hasta Guerrero Negro-, hasta la fecha, hemos acumulado unos 100 millones de muertos según dice mi demógrafa de cabecera Ana María Martínez Lavín, la cual, en realidad ni es demógrafa, ni está en mi cabecera, ni es mí, solo uso su nombre para proteger a mi nieta.

Así es, México ya celebra a sus muertos cuantitativa y cualitativamente. Nuestro maravilloso y estudiable Mictlantecuhtli está lleno de calaveras dolicocéfalas, como explicaron ayer en un extraordinario evento cultural en la Biblioteca Amelia Wilkes, organizado por el Grupo Yenekamú que dirige Domingo Saiza. Pero también estamos llenos de cráneos braquicéfalos y mesocéfalos según el índice cefálico y de craneometría, de frenología y fisiognomía. Ya poco se escucha la expresión: nos toca a 10 pesos por cráneo, según se dice al usar las figuras gramaticales como la comparación, la metáfora, la hipérbole, el hipérbaton, la aliteración o la personificación.

El hecho concreto es que tenemos ya demasiados muertos en este país. Como todos somos politófagos y le hacemos a la cratofobia con singular deleite necrofágico, contamos los muertos por sexenio, así que este sexenio tiene más muertos que ninguno en la historia de México, les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre.

Los muertos que vos matáis gozan de cabal salud, decía, no Zorrilla en el tenorio, sino tal vez el paisano de Raúl Domínguez en La verdad sospechosa, Juan Luis de Alarcón, o en su defecto la comedia Le menteur (El mentiroso), de Corneille. Aunque un ministro español se la atribuyó a Pedro Muñoz Seca en La venganza de don Mendo, una parodia de los dramas románticos. Vaya usted a saber, yo mejor me hago el muerto.

Esta necrofilia nuestra de la que dieron cuenta cabal Posada, Diego y Patricia Quijano la de Belkin, Mortusest, diría la doctora Fanny López Jiménez frente a la tumba del rey Pacal y de la Reina roja que ella descubriera en Palenque. El muerto al hoyo y el vivo al bollo, respondería la paremiología castiza, o casi igual a el muerto al pozo y el vivo al gozo o tal vez: Cuando te toca, aunque te quites y cuando no, aunque te pongas. Recuerdo a Chava Flores en Cerró sus ojitos Cleto.

Sí, ya huele a cempasúchitl, a tejocotes y a pan de muerto, llega el aroma del ponche con sus trocitos de caña y piloncillo y yo mejor pinto mi calavera. Los mejores poemas sobre la muerte se deben a Nezahualcóyotl, aunque no dejan de asombrarnos, Cervantes y Shakespeare, aquel que dijo “Tobeerornottobeerthatisthequestion” y le llamaron Shakesbeer. Le recomiendo que vea esta página obra por obra y cómo manejaron los diferentes tipos de muerte http://www.abc.es/cultura/libros/abci-como-murio-cada-personaje-shakespeare-y-cervantes-201604180634_noticia.html

Agradezco al cronista emérito de todas las Californias, Eligio Moisés Coronado, que me haya alertado sobre la obra de León Portilla, mi más grande amigo respecto al manejo del concepto supremo de la muerte en Nezahualcóyotl y de nuestros heroicos pobladores originales que yo, por mis pistolas, llamo origeniales y, si no le gusta, hágale como quiera, al fin que ya sabe dónde bebo. Digo, donde vivo. Aunque sigas viviendo, para mí ya estás muerto. Y tú sabes amor a quien me refiero.

rojedamestre@yahoo.com

Por fin hemos logrado ya que en México haya más muertos que vivos. Somos cerca de 120 millones de vivos y 100 millones de muertos y calculando desde que llegaron los primeros pobladores a lo que hoy es Baja California Sur, -que fue hace 14 mil años según consta en las pinturas rupestres que por montones nos deleitan desde Los Cabos hasta Guerrero Negro-, hasta la fecha, hemos acumulado unos 100 millones de muertos según dice mi demógrafa de cabecera Ana María Martínez Lavín, la cual, en realidad ni es demógrafa, ni está en mi cabecera, ni es mí, solo uso su nombre para proteger a mi nieta.

Así es, México ya celebra a sus muertos cuantitativa y cualitativamente. Nuestro maravilloso y estudiable Mictlantecuhtli está lleno de calaveras dolicocéfalas, como explicaron ayer en un extraordinario evento cultural en la Biblioteca Amelia Wilkes, organizado por el Grupo Yenekamú que dirige Domingo Saiza. Pero también estamos llenos de cráneos braquicéfalos y mesocéfalos según el índice cefálico y de craneometría, de frenología y fisiognomía. Ya poco se escucha la expresión: nos toca a 10 pesos por cráneo, según se dice al usar las figuras gramaticales como la comparación, la metáfora, la hipérbole, el hipérbaton, la aliteración o la personificación.

El hecho concreto es que tenemos ya demasiados muertos en este país. Como todos somos politófagos y le hacemos a la cratofobia con singular deleite necrofágico, contamos los muertos por sexenio, así que este sexenio tiene más muertos que ninguno en la historia de México, les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre.

Los muertos que vos matáis gozan de cabal salud, decía, no Zorrilla en el tenorio, sino tal vez el paisano de Raúl Domínguez en La verdad sospechosa, Juan Luis de Alarcón, o en su defecto la comedia Le menteur (El mentiroso), de Corneille. Aunque un ministro español se la atribuyó a Pedro Muñoz Seca en La venganza de don Mendo, una parodia de los dramas románticos. Vaya usted a saber, yo mejor me hago el muerto.

Esta necrofilia nuestra de la que dieron cuenta cabal Posada, Diego y Patricia Quijano la de Belkin, Mortusest, diría la doctora Fanny López Jiménez frente a la tumba del rey Pacal y de la Reina roja que ella descubriera en Palenque. El muerto al hoyo y el vivo al bollo, respondería la paremiología castiza, o casi igual a el muerto al pozo y el vivo al gozo o tal vez: Cuando te toca, aunque te quites y cuando no, aunque te pongas. Recuerdo a Chava Flores en Cerró sus ojitos Cleto.

Sí, ya huele a cempasúchitl, a tejocotes y a pan de muerto, llega el aroma del ponche con sus trocitos de caña y piloncillo y yo mejor pinto mi calavera. Los mejores poemas sobre la muerte se deben a Nezahualcóyotl, aunque no dejan de asombrarnos, Cervantes y Shakespeare, aquel que dijo “Tobeerornottobeerthatisthequestion” y le llamaron Shakesbeer. Le recomiendo que vea esta página obra por obra y cómo manejaron los diferentes tipos de muerte http://www.abc.es/cultura/libros/abci-como-murio-cada-personaje-shakespeare-y-cervantes-201604180634_noticia.html

Agradezco al cronista emérito de todas las Californias, Eligio Moisés Coronado, que me haya alertado sobre la obra de León Portilla, mi más grande amigo respecto al manejo del concepto supremo de la muerte en Nezahualcóyotl y de nuestros heroicos pobladores originales que yo, por mis pistolas, llamo origeniales y, si no le gusta, hágale como quiera, al fin que ya sabe dónde bebo. Digo, donde vivo. Aunque sigas viviendo, para mí ya estás muerto. Y tú sabes amor a quien me refiero.

rojedamestre@yahoo.com

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