/ sábado 11 de noviembre de 2017

Mujeres en busca de sexo / Abandonarse al placer

“La cotidianeidad nos teje, diariamente,

una telaraña en los ojos”.

Oliverio Girondo

 

Nada puede más en uno, que la atención y la sutileza. Nada nos genera mayor goce que abandonarnos al placer…

No poner barreras a que nos miren a los ojos, como niños perdidos y nos inunden el cerebro, sí, el cerebro primero y el cuerpo después, con un choque eléctrico que nos sobrecoja.

Me reuní con Leonarda hace unos días, a solas, porque me quería platicar algo para nuestra: Mujeres en busca de Sexo. Luego de varios años, Leonarda quiso saber si se permitiría seguir esperando o no, al que consideraba “el tal amor de su vida”. Lo llamó y le dijo que necesitaba verlo. Se encontraron, lo escuchó y supo que al instante, que aquello ya era pasado.

Bordó por lo fino muchos temas, muchos novios, muchos amantes y muchos deseos; sin embargo, esta que soy yo, no entendía a ciencia cierta de qué era de lo que quería que hablara en este espacio para ustedes, y en el que ¡claro!, ustedes pueden y queremos sean parte… Y apareció esa intención suya, por recordarme aquella ocasión que hablamos de los malos maestros en nuestras vidas. Ese texto me encantó, dijo Leonarda, pues gracias a ellos, yo también mejoré, no obstante, también es lindo dejarse querer y no tener qué hacer mucho. Dejarse consentir.

Me comentó que habiendo puesto fin a ese ciclo, el mantel se le puso para conocer a varios, y exploró, sin restricciones, y se hizo una maestra del placer. De los silencios, de las palabras. De los besos, de los devaneos. De la avaricia y del anhelo del otro. Los enloqueció, con tal agudeza, que le besaron los pies, como Severin en La Venus de las Pieles. Mientras menos les mostraba afecto y atención, más la procuraban, más la buscaban, mayormente dispuestos estaban a adorarla y a despertarle alguna sensación, si les permitía tocarla. Eso era lo que ella quería, que la tocaran, saberse existente y reconocerse a sí misma a partir de que otro la observara y las yemas del otro, las palmas que despiden calor aún a centímetros de un cuerpo vivo, sus labios, su lengua, la llevaran a sentirse y observarse a sí misma.

Siempre he pensado, será mi historia, que el abandono no debe de existir y uno es quien forja su único placer, pero a partir de la acción (en lo que uno puede decidir, claro está). También me gusta más la idea de dar que la de recibir, para encontrar después equilibrios…, recapitulo y sostengo: No, claro que no, aquí lo que menos importan son los equilibrios, sino los desenfrenos y el deseo exacerbado.

Yo no puedo abandonarme al placer porque me siento vulnerable y no confío en nadie, esa es la verdad, por eso me alegra el hecho de que alguien tenga la confianza de abandonarse conmigo y dejarse ir…, pero Leonarda insistía en que si las flores al abrir la puerta de su casa, en un par de copas de vino y en aventurarse a la dicha plena de que el otro trabaje y haga su parte y también, aquélla que a uno le correspondería.

Uffff, ¡yo ni amarrada! El mantenerme desafiante me gusta más, creo que solo cuando no me gusta alguien hago menos. Sin embargo, Leonarda me habló de esa gran idea de dejarse querer como mujer, ser caprichosa, aventurar locura y que el otro esté ahí, dispuesto, permanentemente feliz, por jugar con su mente y ocurrencias para lograr que el éxtasis toque tu puerta.

Sentir el aliento cercano al oído, y que te digan: -A ti lo que te gusta es lo suave, lo dulce…, y que la caricia llegue pausada, aguantando la pasión y acrecentando la del otro. Ese arrebato contenido y mostrado como calma, control, sabiduría y que hará que el recorrido por la piel, por las crestas y los huecos vayan generando aspavientos.

¿Tener amantes? Definitivo. Sensibles un día, apasionados otro, dadores de placer, seguro que sí, hasta que una y otra piel se adhieran… No tener que prepararse, sino dejar que el otro lo planee todo, puede ser rico, puede ser extrema confianza. Que nuestro cuerpo hable, reaccione, y luego, Leonarda querida, insisto yo, acerquémonos a escuchar el del otro, y démosle lo que requiere, consintámoslo también.

 

celiatgramos@gmail.com

“La cotidianeidad nos teje, diariamente,

una telaraña en los ojos”.

Oliverio Girondo

 

Nada puede más en uno, que la atención y la sutileza. Nada nos genera mayor goce que abandonarnos al placer…

No poner barreras a que nos miren a los ojos, como niños perdidos y nos inunden el cerebro, sí, el cerebro primero y el cuerpo después, con un choque eléctrico que nos sobrecoja.

Me reuní con Leonarda hace unos días, a solas, porque me quería platicar algo para nuestra: Mujeres en busca de Sexo. Luego de varios años, Leonarda quiso saber si se permitiría seguir esperando o no, al que consideraba “el tal amor de su vida”. Lo llamó y le dijo que necesitaba verlo. Se encontraron, lo escuchó y supo que al instante, que aquello ya era pasado.

Bordó por lo fino muchos temas, muchos novios, muchos amantes y muchos deseos; sin embargo, esta que soy yo, no entendía a ciencia cierta de qué era de lo que quería que hablara en este espacio para ustedes, y en el que ¡claro!, ustedes pueden y queremos sean parte… Y apareció esa intención suya, por recordarme aquella ocasión que hablamos de los malos maestros en nuestras vidas. Ese texto me encantó, dijo Leonarda, pues gracias a ellos, yo también mejoré, no obstante, también es lindo dejarse querer y no tener qué hacer mucho. Dejarse consentir.

Me comentó que habiendo puesto fin a ese ciclo, el mantel se le puso para conocer a varios, y exploró, sin restricciones, y se hizo una maestra del placer. De los silencios, de las palabras. De los besos, de los devaneos. De la avaricia y del anhelo del otro. Los enloqueció, con tal agudeza, que le besaron los pies, como Severin en La Venus de las Pieles. Mientras menos les mostraba afecto y atención, más la procuraban, más la buscaban, mayormente dispuestos estaban a adorarla y a despertarle alguna sensación, si les permitía tocarla. Eso era lo que ella quería, que la tocaran, saberse existente y reconocerse a sí misma a partir de que otro la observara y las yemas del otro, las palmas que despiden calor aún a centímetros de un cuerpo vivo, sus labios, su lengua, la llevaran a sentirse y observarse a sí misma.

Siempre he pensado, será mi historia, que el abandono no debe de existir y uno es quien forja su único placer, pero a partir de la acción (en lo que uno puede decidir, claro está). También me gusta más la idea de dar que la de recibir, para encontrar después equilibrios…, recapitulo y sostengo: No, claro que no, aquí lo que menos importan son los equilibrios, sino los desenfrenos y el deseo exacerbado.

Yo no puedo abandonarme al placer porque me siento vulnerable y no confío en nadie, esa es la verdad, por eso me alegra el hecho de que alguien tenga la confianza de abandonarse conmigo y dejarse ir…, pero Leonarda insistía en que si las flores al abrir la puerta de su casa, en un par de copas de vino y en aventurarse a la dicha plena de que el otro trabaje y haga su parte y también, aquélla que a uno le correspondería.

Uffff, ¡yo ni amarrada! El mantenerme desafiante me gusta más, creo que solo cuando no me gusta alguien hago menos. Sin embargo, Leonarda me habló de esa gran idea de dejarse querer como mujer, ser caprichosa, aventurar locura y que el otro esté ahí, dispuesto, permanentemente feliz, por jugar con su mente y ocurrencias para lograr que el éxtasis toque tu puerta.

Sentir el aliento cercano al oído, y que te digan: -A ti lo que te gusta es lo suave, lo dulce…, y que la caricia llegue pausada, aguantando la pasión y acrecentando la del otro. Ese arrebato contenido y mostrado como calma, control, sabiduría y que hará que el recorrido por la piel, por las crestas y los huecos vayan generando aspavientos.

¿Tener amantes? Definitivo. Sensibles un día, apasionados otro, dadores de placer, seguro que sí, hasta que una y otra piel se adhieran… No tener que prepararse, sino dejar que el otro lo planee todo, puede ser rico, puede ser extrema confianza. Que nuestro cuerpo hable, reaccione, y luego, Leonarda querida, insisto yo, acerquémonos a escuchar el del otro, y démosle lo que requiere, consintámoslo también.

 

celiatgramos@gmail.com