/ sábado 30 de septiembre de 2017

Mujeres en busca de sexo / En una afeitada

Comenzó, como comienza siempre, a partir de una imagen, que permite que se suceda otra y otra más, haciendo crecer una historia…

Se cortó, al rasurarse la barba. Hacía mucho que no le sucedía. Pero tal vez, cualquier acto que trastorna nuestra cotidianeidad, aquello que creemos que tenemos bajo control, nos permite ser otros y entrar en un universo distinto. En cada acto accidental, inesperado según nosotros, descubrimos…

La verdad es que siendo varón, recordó aquella ocasión en que en un juego erótico había rasurado el sexo de una chica, cuando todavía no era cuestión común que las mujeres intentaran parecer lolitas. Qué decir de los varones, algo que ni por asomo había tenido por ocurrencia, pero que sabía, cada vez un mayor número de hombres le entraba a esa moda. Él entendía que el vello existía por algo, pero que aquellos que se lo quitaban, no era precisamente porque quisieran estar desnudos, sino porque además de aquella curiosidad por mirarse sin pelo alguno, en realidad tendrían poco aseo o sería para que el compañero, furtivo o no, pensaran que eran muy higiénicos. No obstante, eso pudiera prodigar mayor número de infecciones.

¿Cómo?, ¿dónde lo hacían?, ¿con qué aditamentos? ¿Llamarían a un peluquero? ¿Irían a un Spa? ¿Cuánto podría costar y cada cuándo habrías de extirparte una vez más el vello?

Fue entonces que se le ocurrió la grandiosa, o no tanto, idea, de emprender una acción nueva. Ni siquiera sería un negocio. Solo estaba pensando en el placer, la suavidad de unas manos cuidadosas al tacto de zonas de la piel prodigiosas y un poco, haciendo hincapié en la caricia.

Se dio primero a la tarea de investigar aquello que hacía la gente cercana, si se rasuraba o depilaba…, o qué hacía con el vello de sus genitales. La mayoría utilizaban el rastrillo, podía ser con la misma crema de rasurar o con alguna señalada como especial para depilarse. Desde luego, no era partidario de ningún dolor, así que evitaría la cera líquida.

Fue divertido y un mucho incómodo para varios entrar en materia y hablar de un asunto que consideraban tan personal.Pudo evaluar también, como de una generación a otra, se depilaban o mantenían su vello. Las mujeres hacía mucho que se extirpaban el de las piernas; solo esperaba que no se les ocurriera también ser totalmente lampiñas y que la moda quedara en no llevar cabello en la cabeza, brazos, cejas y pestañas. No sabía si por costumbre, pero ese vello y cabello, a él le gustaba.

Se le ocurrió en fin, que caballeros atractivos rasuraran con todo cuidado a las damas, y que fueran mujeres gratas a la vista, aquellas que también rasuraran a los caballeros.

Y sí, desde luego pueden imaginar lo que sucedió, y la cantidad de gente que llegó a ser afeitada, al observar los modelitos a cargo de la tarea. Para qué detallar la cantidad de emociones que se llevaron consigo. Hasta orgasmos.Tan solo porque manos, de dueños y dueñas atractivos, fuesen aquellas que acariciaran sus zonas más secretas.

La cuestión era la siguiente, primero cortar un poco con una tijera. Colocar unas toallas calientes y húmedas, para abrir poros e hidratar la zona. Colocar crema de afeitar, para cuidadosamente tomar un rastrillo nuevo y comenzar a pasarlo por ese triángulo de venus o bien por el pubis masculino. Lentamente, poco a poco, estirando pedacitos de piel, para no generar lastimaduras y lograr eliminar el vello según la petición del dueño del cuerpo.

Rasurando en dirección al vello, las manos evitaban la irritación. Y también era importante, anular el vello existente en el ano.

Mientras tanto, la agitación del otro haría su aparición y comenzaría la mejor parte. Lo necesario, por supuesto, era no entrar en contacto. Uno tocaba y la persona depilada no. El que rasuraba podría ir preguntando y cerciorándose de que no hubiese dolor y sí sugestión. Al concluir la labor, como exfoliante, se untaba azúcar morena, con lo que se evitaba el ardor o su reminiscencia y al final un poquito de aceite de huevo o Sábila. Se recomendaba evitar el aceite para niños, porque resta efectividad a los preservativos de látex.

… Pues empezó a llegar tanta gente, tanto para participar en esta labor social y dar algo de placer; como aquellas que querían eliminar su vello púbico, que se requirió que cada una fuese llevando sus insumos. En el lugar ya tenían las camas de trabajo.

Entonces sí, verdaderamente se volvió moda. Y con estas pequeñas acciones, la gente disfrutó más de su cuerpo y con algo tan sencillo, fue más feliz. Porque lo único que se necesita en la vida es un poco de contacto, de caricias y que la imaginación vuele por el mundo. Pido a ustedes que continúen con esta historia, ¿qué siguió y hasta dónde? Comentarios:

celiatgramos@gmail.com

Comenzó, como comienza siempre, a partir de una imagen, que permite que se suceda otra y otra más, haciendo crecer una historia…

Se cortó, al rasurarse la barba. Hacía mucho que no le sucedía. Pero tal vez, cualquier acto que trastorna nuestra cotidianeidad, aquello que creemos que tenemos bajo control, nos permite ser otros y entrar en un universo distinto. En cada acto accidental, inesperado según nosotros, descubrimos…

La verdad es que siendo varón, recordó aquella ocasión en que en un juego erótico había rasurado el sexo de una chica, cuando todavía no era cuestión común que las mujeres intentaran parecer lolitas. Qué decir de los varones, algo que ni por asomo había tenido por ocurrencia, pero que sabía, cada vez un mayor número de hombres le entraba a esa moda. Él entendía que el vello existía por algo, pero que aquellos que se lo quitaban, no era precisamente porque quisieran estar desnudos, sino porque además de aquella curiosidad por mirarse sin pelo alguno, en realidad tendrían poco aseo o sería para que el compañero, furtivo o no, pensaran que eran muy higiénicos. No obstante, eso pudiera prodigar mayor número de infecciones.

¿Cómo?, ¿dónde lo hacían?, ¿con qué aditamentos? ¿Llamarían a un peluquero? ¿Irían a un Spa? ¿Cuánto podría costar y cada cuándo habrías de extirparte una vez más el vello?

Fue entonces que se le ocurrió la grandiosa, o no tanto, idea, de emprender una acción nueva. Ni siquiera sería un negocio. Solo estaba pensando en el placer, la suavidad de unas manos cuidadosas al tacto de zonas de la piel prodigiosas y un poco, haciendo hincapié en la caricia.

Se dio primero a la tarea de investigar aquello que hacía la gente cercana, si se rasuraba o depilaba…, o qué hacía con el vello de sus genitales. La mayoría utilizaban el rastrillo, podía ser con la misma crema de rasurar o con alguna señalada como especial para depilarse. Desde luego, no era partidario de ningún dolor, así que evitaría la cera líquida.

Fue divertido y un mucho incómodo para varios entrar en materia y hablar de un asunto que consideraban tan personal.Pudo evaluar también, como de una generación a otra, se depilaban o mantenían su vello. Las mujeres hacía mucho que se extirpaban el de las piernas; solo esperaba que no se les ocurriera también ser totalmente lampiñas y que la moda quedara en no llevar cabello en la cabeza, brazos, cejas y pestañas. No sabía si por costumbre, pero ese vello y cabello, a él le gustaba.

Se le ocurrió en fin, que caballeros atractivos rasuraran con todo cuidado a las damas, y que fueran mujeres gratas a la vista, aquellas que también rasuraran a los caballeros.

Y sí, desde luego pueden imaginar lo que sucedió, y la cantidad de gente que llegó a ser afeitada, al observar los modelitos a cargo de la tarea. Para qué detallar la cantidad de emociones que se llevaron consigo. Hasta orgasmos.Tan solo porque manos, de dueños y dueñas atractivos, fuesen aquellas que acariciaran sus zonas más secretas.

La cuestión era la siguiente, primero cortar un poco con una tijera. Colocar unas toallas calientes y húmedas, para abrir poros e hidratar la zona. Colocar crema de afeitar, para cuidadosamente tomar un rastrillo nuevo y comenzar a pasarlo por ese triángulo de venus o bien por el pubis masculino. Lentamente, poco a poco, estirando pedacitos de piel, para no generar lastimaduras y lograr eliminar el vello según la petición del dueño del cuerpo.

Rasurando en dirección al vello, las manos evitaban la irritación. Y también era importante, anular el vello existente en el ano.

Mientras tanto, la agitación del otro haría su aparición y comenzaría la mejor parte. Lo necesario, por supuesto, era no entrar en contacto. Uno tocaba y la persona depilada no. El que rasuraba podría ir preguntando y cerciorándose de que no hubiese dolor y sí sugestión. Al concluir la labor, como exfoliante, se untaba azúcar morena, con lo que se evitaba el ardor o su reminiscencia y al final un poquito de aceite de huevo o Sábila. Se recomendaba evitar el aceite para niños, porque resta efectividad a los preservativos de látex.

… Pues empezó a llegar tanta gente, tanto para participar en esta labor social y dar algo de placer; como aquellas que querían eliminar su vello púbico, que se requirió que cada una fuese llevando sus insumos. En el lugar ya tenían las camas de trabajo.

Entonces sí, verdaderamente se volvió moda. Y con estas pequeñas acciones, la gente disfrutó más de su cuerpo y con algo tan sencillo, fue más feliz. Porque lo único que se necesita en la vida es un poco de contacto, de caricias y que la imaginación vuele por el mundo. Pido a ustedes que continúen con esta historia, ¿qué siguió y hasta dónde? Comentarios:

celiatgramos@gmail.com