/ sábado 16 de septiembre de 2017

Mujeres en busca de sexo / Ese miedo ancestral femenino

“La mente no es un recipiente que se llena

sino un fuego que se enciende”.

Plutarco

 

Aprender cuáles son las reglas del juego para vivir en esta sociedad, normalmente toma demasiado más tiempo del que debería, para encontrar los extremos de los hilos y hacer otro tipo de madeja. De acuerdo a datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), menos del 15% de las mujeres alcanza puestos de alta dirección en México y si seguimos pensando en las cuotas de género, nunca será lo determinante para que la mujer acceda a más puestos de toma de decisiones.

Parece que en una sociedad en donde el éxito se encuentra en primer plano, antes aún que la felicidad, o en ocasiones, se le intenta equiparar; la mujer llega a verse limitada por el miedo ancestral a no ser querida y aceptada. Pareciera que el diablo lo trajera en el cuerpo, y en mucho, así se asume en el imaginario colectivo.

“...Todo lo que se refiere a la mujer está dentro de la naturaleza y de sus leyes. La mujer tiene la menstruación, queda encinta, pare, amamanta, tiene la menopausia. Todas las fases de su historia pasan por las modificaciones y las alteraciones de un cuerpo que la ancla sólidamente a la naturaleza. Ésta es la causa de que nuestra cultura haya deducido que todo aquello que es la mujer lo es por naturaleza: Es débil por naturaleza, obstinada y dulce por naturaleza, maternal por naturaleza, estúpida por naturaleza, y también pérfida y amoral por naturaleza. Lo que significaría que las mujeres fuertes, feas, privadas de atractivos, inteligentes, no maternales, agresivas, rigurosamente morales en el sentido social son fenómenos contra ‘natura’”, expone la antropóloga social Franca Basaglia en Mujer, locura y sociedad.

Mencionaré que la primera mujer en México en alcanzar un título universitario fue la dentista Margarita Chorneau, en 1866, más de 70 años después de que se impulsara en Europa el documento “Reivindicación de los Derechos de la Mujer” (1792). No fue sino hasta 1946, cuando Miguel Alemán concedió a la mujer el derecho a votar en las elecciones municipales, mediante la reforma al artículo 115 constitucional, y finalmente, en 1953 se aprobó el voto femenino en todos los niveles y órdenes de gobierno, durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines. Sin embargo, fue hasta 1975 cuando se reformó el Artículo 4° de nuestra Carta Magna, para dar igualdad ante la ley, a hombres y mujeres.

Y aunque hace más de 150 años una mexicana obtuvo un título universitario y han existido mujeres destacadas, no ha sido sino hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando el número ha despuntado. Hemos tenido gobernadoras, embajadoras, secretarias de estado, legisladoras, científicas, académicas, empresarias, y en otros países, la mujer ha accedido a la distinción de dirigir su Nación (en México, tardará todavía). Sin embargo, el problema no radica en aquellas que alcanzan sus aspiraciones, sino en las que aún con sus talentos, se encuentran dominadas por el temor al éxito, angustiadas por la posibilidad de perder muchas de las prerrogativas que consideran que la mujer tiene, tales como: un hogar, una pareja, una familia y sobretodo, la aceptación de la sociedad a su rol desempeñado, pues para que su rol se acepte, deben despuntar mucho.

Mientras las mujeres en el poder normalmente afirman públicamente (lo subrayo), que no han tenido dificultades para alcanzar y permanecer en puestos superiores, sí se sienten más observadas, y procuran obtener ventaja de ello; lo fantástico sería que intentaran desempeñar con mayor transparencia y calidad su trabajo. Las mujeres que han destacado en la historia, aun en los últimos años, han tenido que hacerse el planteamiento real de no cumplir exactamente con los roles que antaño les fueron impuestos, de cualquier manera, compararse con el estereotipo demuestra que nunca lo cumplimos, así que, para qué sentirnos culpables. El problema del miedo es otro, aquel en el que a la mujer se le determina a que debe “ser buena” hija, madre, compañera, además de “ser bella”. Todo lo que hacemos debe considerarse un logro, no hay posibilidad de error, cuando no son más que estereotipos para la sumisión. Los códigos de conducta en cada una de las culturas, activa sus mecanismos cuando no se cumplen los dos objetivos, ser buena y bella, generando culpa o rechazo social. Las escuelas no son agencias socializadoras, sino colonizadoras primero en casa y después en el colegio, se fincan las bases de nuestro futuro, sin que impongamos casi nunca, alguna resistencia.

Los hombres somos animales de costumbres, reza el dicho…, hasta que nos las quitan, o mejor aún, hasta que nosotras solitas nos las quitamos y emprendemos vuelo.

celiatgramos@gmail.com

“La mente no es un recipiente que se llena

sino un fuego que se enciende”.

Plutarco

 

Aprender cuáles son las reglas del juego para vivir en esta sociedad, normalmente toma demasiado más tiempo del que debería, para encontrar los extremos de los hilos y hacer otro tipo de madeja. De acuerdo a datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), menos del 15% de las mujeres alcanza puestos de alta dirección en México y si seguimos pensando en las cuotas de género, nunca será lo determinante para que la mujer acceda a más puestos de toma de decisiones.

Parece que en una sociedad en donde el éxito se encuentra en primer plano, antes aún que la felicidad, o en ocasiones, se le intenta equiparar; la mujer llega a verse limitada por el miedo ancestral a no ser querida y aceptada. Pareciera que el diablo lo trajera en el cuerpo, y en mucho, así se asume en el imaginario colectivo.

“...Todo lo que se refiere a la mujer está dentro de la naturaleza y de sus leyes. La mujer tiene la menstruación, queda encinta, pare, amamanta, tiene la menopausia. Todas las fases de su historia pasan por las modificaciones y las alteraciones de un cuerpo que la ancla sólidamente a la naturaleza. Ésta es la causa de que nuestra cultura haya deducido que todo aquello que es la mujer lo es por naturaleza: Es débil por naturaleza, obstinada y dulce por naturaleza, maternal por naturaleza, estúpida por naturaleza, y también pérfida y amoral por naturaleza. Lo que significaría que las mujeres fuertes, feas, privadas de atractivos, inteligentes, no maternales, agresivas, rigurosamente morales en el sentido social son fenómenos contra ‘natura’”, expone la antropóloga social Franca Basaglia en Mujer, locura y sociedad.

Mencionaré que la primera mujer en México en alcanzar un título universitario fue la dentista Margarita Chorneau, en 1866, más de 70 años después de que se impulsara en Europa el documento “Reivindicación de los Derechos de la Mujer” (1792). No fue sino hasta 1946, cuando Miguel Alemán concedió a la mujer el derecho a votar en las elecciones municipales, mediante la reforma al artículo 115 constitucional, y finalmente, en 1953 se aprobó el voto femenino en todos los niveles y órdenes de gobierno, durante la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines. Sin embargo, fue hasta 1975 cuando se reformó el Artículo 4° de nuestra Carta Magna, para dar igualdad ante la ley, a hombres y mujeres.

Y aunque hace más de 150 años una mexicana obtuvo un título universitario y han existido mujeres destacadas, no ha sido sino hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando el número ha despuntado. Hemos tenido gobernadoras, embajadoras, secretarias de estado, legisladoras, científicas, académicas, empresarias, y en otros países, la mujer ha accedido a la distinción de dirigir su Nación (en México, tardará todavía). Sin embargo, el problema no radica en aquellas que alcanzan sus aspiraciones, sino en las que aún con sus talentos, se encuentran dominadas por el temor al éxito, angustiadas por la posibilidad de perder muchas de las prerrogativas que consideran que la mujer tiene, tales como: un hogar, una pareja, una familia y sobretodo, la aceptación de la sociedad a su rol desempeñado, pues para que su rol se acepte, deben despuntar mucho.

Mientras las mujeres en el poder normalmente afirman públicamente (lo subrayo), que no han tenido dificultades para alcanzar y permanecer en puestos superiores, sí se sienten más observadas, y procuran obtener ventaja de ello; lo fantástico sería que intentaran desempeñar con mayor transparencia y calidad su trabajo. Las mujeres que han destacado en la historia, aun en los últimos años, han tenido que hacerse el planteamiento real de no cumplir exactamente con los roles que antaño les fueron impuestos, de cualquier manera, compararse con el estereotipo demuestra que nunca lo cumplimos, así que, para qué sentirnos culpables. El problema del miedo es otro, aquel en el que a la mujer se le determina a que debe “ser buena” hija, madre, compañera, además de “ser bella”. Todo lo que hacemos debe considerarse un logro, no hay posibilidad de error, cuando no son más que estereotipos para la sumisión. Los códigos de conducta en cada una de las culturas, activa sus mecanismos cuando no se cumplen los dos objetivos, ser buena y bella, generando culpa o rechazo social. Las escuelas no son agencias socializadoras, sino colonizadoras primero en casa y después en el colegio, se fincan las bases de nuestro futuro, sin que impongamos casi nunca, alguna resistencia.

Los hombres somos animales de costumbres, reza el dicho…, hasta que nos las quitan, o mejor aún, hasta que nosotras solitas nos las quitamos y emprendemos vuelo.

celiatgramos@gmail.com