/ viernes 27 de mayo de 2022

Mujeres, hacia la elección de 2022 

En 1953 Adolfo Ruíz Cortines promulgó la reforma constitucional que otorgó a las mujeres el derecho a votar y ser votadas para cargos de elección popular.

Tuvieron que pasar años para que el voto femenino se viera reflejado. Las primeras sufragadas fueron Aurora Jiménez de Palacios, en 1954, primera diputada federal; las primeras Senadoras: Alicia Arellano y María Lavalle, esta última fue la primera mujer en presidir el Senado y Griselda Álvarez la primera gobernadora, en Colima.

67 años después, el 2021 es recordado como el año de la paridad de género, en 6 de 15 estados, las mujeres se alzaron con la victoria.

Hoy, estamos de cara a un nuevo proceso electoral, el 5 de junio de 2022 se llevarán a cabo los procesos locales entre los que destacan aquellos para elegir a las personas que ocuparán la gubernatura en 6 Estados.

El panorama numérico es: que Aguascalientes tendrá a su primera gobernadora, las cinco candidatas son mujeres. Tamaulipas, es la única entidad donde las candidaturas pertenecen exclusivamente a los hombres.

En Hidalgo contiende solo una mujer; en Oaxaca y Durango, dos. En el sureste del País, la presencia femenina es mayor con 3 mujeres en la boleta electoral.

Pero, el panorama intangible y real sostiene la disyuntiva sobre el verdadero rol de las mujeres en la política, mantiene viva la pregunta de por qué aún cuando tenemos los mismos derechos y existe igualdad numérica en las boletas electorales, existe la impresión de que las mujeres no hacemos política bajo las mismas condiciones.

La paridad de candidaturas ha eliminado la exclusión estructural de las mujeres en los cargos públicos, pero esa igualdad legal no necesariamente implica igualdad real.

A la fecha, el común denominador sigue siendo “a este distrito manda a una mujer, total ahí siempre se pierde”, y si resulta vencedora lo siguiente es que no la dejen gobernar en paz, violentándola y exigiendo más que lo que se le exige a cualquier otro que ocupe el mismo cargo.

Lamentablemente, conforme las mujeres van ganando reconocimiento y liderazgo, de manera paralela, aumentan las prácticas violentas.

Y es ahí cuando nos enfrentamos a la disyuntiva entre el quedarnos, porque es la única forma, al menos en el sistema actual, de tener representación en la toma de decisiones, o dejar el espacio vacío, como una forma de autocuidado.

No ha resultado fácil incluirnos en una sociedad en la que desde las democracias más antiguas hasta las dictaduras más aisladas, han sido planeadas, creadas y dirigidas por hombres.

Sabiendo esto, tenemos claro que la verdadera inclusión no depende únicamente de una modificación a la ley, es también una cuestión social, ideológica y cultural, que requiere que la sociedad vea a las mujeres como una opción real, no como un requisito para obtener un registro.

La voluntad política de los partidos es pieza clave, desde el interior se necesita la promoción genuina de liderazgos femeninos, los partidos deben ser puntas de lanza para cambiar la mentalidad y abrir un debate de cómo se ve a las mujeres dirigiendo en sociedad.

Mientras esto no ocurra, las mujeres seguiremos esforzándonos por sobrevivir en el ámbito político, lejos de generar esfuerzos centrados verdaderamente en hacer política.

El proceso electoral de este año, es la antesala de la gran elección que nos espera en 2024. Confío en que, sin simulaciones, las mujeres seamos las protagonistas.

Aprovechemos que las normas ahora nos favorecen y hagamos equipo, si la falta de derecho no limitó nuestra presencia, hoy más que nunca tenemos la posibilidad de democratizar el ejercicio en el poder y contribuir significativamente en mejorar al País.

En 1953 Adolfo Ruíz Cortines promulgó la reforma constitucional que otorgó a las mujeres el derecho a votar y ser votadas para cargos de elección popular.

Tuvieron que pasar años para que el voto femenino se viera reflejado. Las primeras sufragadas fueron Aurora Jiménez de Palacios, en 1954, primera diputada federal; las primeras Senadoras: Alicia Arellano y María Lavalle, esta última fue la primera mujer en presidir el Senado y Griselda Álvarez la primera gobernadora, en Colima.

67 años después, el 2021 es recordado como el año de la paridad de género, en 6 de 15 estados, las mujeres se alzaron con la victoria.

Hoy, estamos de cara a un nuevo proceso electoral, el 5 de junio de 2022 se llevarán a cabo los procesos locales entre los que destacan aquellos para elegir a las personas que ocuparán la gubernatura en 6 Estados.

El panorama numérico es: que Aguascalientes tendrá a su primera gobernadora, las cinco candidatas son mujeres. Tamaulipas, es la única entidad donde las candidaturas pertenecen exclusivamente a los hombres.

En Hidalgo contiende solo una mujer; en Oaxaca y Durango, dos. En el sureste del País, la presencia femenina es mayor con 3 mujeres en la boleta electoral.

Pero, el panorama intangible y real sostiene la disyuntiva sobre el verdadero rol de las mujeres en la política, mantiene viva la pregunta de por qué aún cuando tenemos los mismos derechos y existe igualdad numérica en las boletas electorales, existe la impresión de que las mujeres no hacemos política bajo las mismas condiciones.

La paridad de candidaturas ha eliminado la exclusión estructural de las mujeres en los cargos públicos, pero esa igualdad legal no necesariamente implica igualdad real.

A la fecha, el común denominador sigue siendo “a este distrito manda a una mujer, total ahí siempre se pierde”, y si resulta vencedora lo siguiente es que no la dejen gobernar en paz, violentándola y exigiendo más que lo que se le exige a cualquier otro que ocupe el mismo cargo.

Lamentablemente, conforme las mujeres van ganando reconocimiento y liderazgo, de manera paralela, aumentan las prácticas violentas.

Y es ahí cuando nos enfrentamos a la disyuntiva entre el quedarnos, porque es la única forma, al menos en el sistema actual, de tener representación en la toma de decisiones, o dejar el espacio vacío, como una forma de autocuidado.

No ha resultado fácil incluirnos en una sociedad en la que desde las democracias más antiguas hasta las dictaduras más aisladas, han sido planeadas, creadas y dirigidas por hombres.

Sabiendo esto, tenemos claro que la verdadera inclusión no depende únicamente de una modificación a la ley, es también una cuestión social, ideológica y cultural, que requiere que la sociedad vea a las mujeres como una opción real, no como un requisito para obtener un registro.

La voluntad política de los partidos es pieza clave, desde el interior se necesita la promoción genuina de liderazgos femeninos, los partidos deben ser puntas de lanza para cambiar la mentalidad y abrir un debate de cómo se ve a las mujeres dirigiendo en sociedad.

Mientras esto no ocurra, las mujeres seguiremos esforzándonos por sobrevivir en el ámbito político, lejos de generar esfuerzos centrados verdaderamente en hacer política.

El proceso electoral de este año, es la antesala de la gran elección que nos espera en 2024. Confío en que, sin simulaciones, las mujeres seamos las protagonistas.

Aprovechemos que las normas ahora nos favorecen y hagamos equipo, si la falta de derecho no limitó nuestra presencia, hoy más que nunca tenemos la posibilidad de democratizar el ejercicio en el poder y contribuir significativamente en mejorar al País.