/ viernes 5 de marzo de 2021

Ni una mujer asesinada más

por Erick Iván Guzmán

Iniciamos marzo, mes que conmemora el Día Internacional de la Mujer, un buen momento para reflexionar acerca de los logros obtenidos, pero también para impulsar y exigir mayores cambios en la política de prevención de la violencia y la nula seguridad en el país.

A nivel internacional, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas considera objetivos clave con respecto a la igualdad de género como son: eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas tanto en el ámbito público como privado, así como poner fin a todas las formas de discriminación ejercidas contra ellas. En consecuencia, la igualdad de género y los derechos humanos de las mujeres deben ser prioridad en la política gubernamental de México.

La inseguridad es un fenómeno multicausal y multidimensional, por lo que la violencia que vivimos no se puede resolver con una única política pública; al contrario, requiere de esfuerzos coordinados de parte de todas las autoridades gubernamentales, pero también del apoyo de sociedad civil. Se necesitan espacios de diálogo, donde autoridades y ciudadanía compartan preocupaciones y construyan soluciones en conjunto.

Ninguna política de seguridad está completa sin un componente de prevención, el cual suele ser relegado en México. Una auténtica política de prevención del delito debe atender los factores que impulsan la violencia y la criminalidad, respondiendo a necesidades y vulnerabilidades concretas. Quienes hacen y quienes analizan políticas públicas de seguridad no deben olvidar que existe más de un nivel de violencia. Si bien la violencia producto del crimen organizado a nivel macro es la más atroz y letal, también deben preocuparse por aquella que ocurre a pequeña escala que podemos encontrar, por ejemplo, en el hogar. Las violencias domésticas y de género afectan particularmente a las mujeres.

De acuerdo con el recuento, tanto del gobierno federal como de gobiernos estatales, sobre incidencia delictiva se tiene dos actuales récords: violencia familiar y feminicidios. Por ejemplo, en los últimos meses las disminuciones en los delitos están asociadas a la contingencia sanitaria y a la disminución de la movilidad, aun así la violencia familiar aumentó 10% de enero de 2020 a enero de 2021.

En cuanto hace al registro de feminicidios, permanecieron casi constantes de 2019 a 2020, con una tasa de 1.5 feminicidios por cada cien mil mujeres para ambos años, y un promedio de 3 feminicidios diarios. Se espera que para 2021 se registren 947 feminicidios, con una tasa de 1.4 feminicidios registrados por cada cien mil mujeres y un promedio diario de 3 feminicidios.

Al cierre de febrero de este año, Causa en Común, con base en notas periodísticas registro al menos 45 hechos atroces cometidos en contra de mujeres y niñas; considerando atrocidad, algún tipo de violencia extrema como: masacres, asesinato de personas vulnerables, de defensores de derechos, activistas, periodistas, personas con discapacidad, niñas, niños y adolescentes; actores políticos, funcionarios públicos, de mujeres con crueldad extrema, así como fosas clandestinas, linchamiento, intento de linchamiento, mutilación, calcinamiento, descuartizamiento y destrucción de cadáveres, tortura, esclavitud y trata, violaciones en grupo o por largos periodos de tiempo, terrorismo y otros eventos de violencia extrema cuyo número no amerita un clasificación especifica.

Por consiguiente, para generar un recuento específico sobre mujeres y niñas, dichos registros son clasificados de acuerdo con la descripción del suceso y el número de víctimas, así como edad y género. Actos en los que no se puede hablar sólo de cifras, sino mostrar el horror que debe llevarnos a la exigencia de políticas eficientes; lamentablemente no somos un país en donde las mujeres y niñas puedan vivir sin la preocupación de ser asesinadas.

Como reflexión final. Ninguna crisis económica o de salud, debe ser la excusa perfecta para soslayar todos los eventos atroces cometidos en contra de mujeres en los últimos años, para callar las voces de quienes por mucho tiempo ha pedido una solución efectiva ante la inseguridad que cada día es más grande, más inhumana. Es inconcebible que desde Palacio Nacional se desestimen los movimientos feministas, restando importancia a la violencia que enfrentan las mujeres en el país.

¡Sí Presidente, ya chole… con invisibilizar la violencia!

por Erick Iván Guzmán

Iniciamos marzo, mes que conmemora el Día Internacional de la Mujer, un buen momento para reflexionar acerca de los logros obtenidos, pero también para impulsar y exigir mayores cambios en la política de prevención de la violencia y la nula seguridad en el país.

A nivel internacional, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas considera objetivos clave con respecto a la igualdad de género como son: eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas tanto en el ámbito público como privado, así como poner fin a todas las formas de discriminación ejercidas contra ellas. En consecuencia, la igualdad de género y los derechos humanos de las mujeres deben ser prioridad en la política gubernamental de México.

La inseguridad es un fenómeno multicausal y multidimensional, por lo que la violencia que vivimos no se puede resolver con una única política pública; al contrario, requiere de esfuerzos coordinados de parte de todas las autoridades gubernamentales, pero también del apoyo de sociedad civil. Se necesitan espacios de diálogo, donde autoridades y ciudadanía compartan preocupaciones y construyan soluciones en conjunto.

Ninguna política de seguridad está completa sin un componente de prevención, el cual suele ser relegado en México. Una auténtica política de prevención del delito debe atender los factores que impulsan la violencia y la criminalidad, respondiendo a necesidades y vulnerabilidades concretas. Quienes hacen y quienes analizan políticas públicas de seguridad no deben olvidar que existe más de un nivel de violencia. Si bien la violencia producto del crimen organizado a nivel macro es la más atroz y letal, también deben preocuparse por aquella que ocurre a pequeña escala que podemos encontrar, por ejemplo, en el hogar. Las violencias domésticas y de género afectan particularmente a las mujeres.

De acuerdo con el recuento, tanto del gobierno federal como de gobiernos estatales, sobre incidencia delictiva se tiene dos actuales récords: violencia familiar y feminicidios. Por ejemplo, en los últimos meses las disminuciones en los delitos están asociadas a la contingencia sanitaria y a la disminución de la movilidad, aun así la violencia familiar aumentó 10% de enero de 2020 a enero de 2021.

En cuanto hace al registro de feminicidios, permanecieron casi constantes de 2019 a 2020, con una tasa de 1.5 feminicidios por cada cien mil mujeres para ambos años, y un promedio de 3 feminicidios diarios. Se espera que para 2021 se registren 947 feminicidios, con una tasa de 1.4 feminicidios registrados por cada cien mil mujeres y un promedio diario de 3 feminicidios.

Al cierre de febrero de este año, Causa en Común, con base en notas periodísticas registro al menos 45 hechos atroces cometidos en contra de mujeres y niñas; considerando atrocidad, algún tipo de violencia extrema como: masacres, asesinato de personas vulnerables, de defensores de derechos, activistas, periodistas, personas con discapacidad, niñas, niños y adolescentes; actores políticos, funcionarios públicos, de mujeres con crueldad extrema, así como fosas clandestinas, linchamiento, intento de linchamiento, mutilación, calcinamiento, descuartizamiento y destrucción de cadáveres, tortura, esclavitud y trata, violaciones en grupo o por largos periodos de tiempo, terrorismo y otros eventos de violencia extrema cuyo número no amerita un clasificación especifica.

Por consiguiente, para generar un recuento específico sobre mujeres y niñas, dichos registros son clasificados de acuerdo con la descripción del suceso y el número de víctimas, así como edad y género. Actos en los que no se puede hablar sólo de cifras, sino mostrar el horror que debe llevarnos a la exigencia de políticas eficientes; lamentablemente no somos un país en donde las mujeres y niñas puedan vivir sin la preocupación de ser asesinadas.

Como reflexión final. Ninguna crisis económica o de salud, debe ser la excusa perfecta para soslayar todos los eventos atroces cometidos en contra de mujeres en los últimos años, para callar las voces de quienes por mucho tiempo ha pedido una solución efectiva ante la inseguridad que cada día es más grande, más inhumana. Es inconcebible que desde Palacio Nacional se desestimen los movimientos feministas, restando importancia a la violencia que enfrentan las mujeres en el país.

¡Sí Presidente, ya chole… con invisibilizar la violencia!