/ miércoles 22 de abril de 2020

No da paso sin huarache

¿Alguien cree que Javier Alatorre se fue por la libre? Su convocatoria a “no creerle a López Gatell”, jamás habría salido de su boca, sin la anuencia, o la orden directa de su jefe, Ricardo Salinas Pliego. En lugar de “comerse vivo” en las redes al locutor, se debería de ejercer esa ira, contra su patrón.

Alatorre siempre ha sido un comunicador mesurado, de pocos escándalos noticiosos y sujeto a las reglas que se percibe, le fijan. Haber dicho, que “no hay que hacerle caso a López Gatell” y dudar al aire, de las cifras que propone el médico, es un asunto que tiene jiribilla y no un “error”, como lo quiso hacer pasar el tlatoani.

El escándalo fue mayúsculo. Llamó la atención que, en el mismo espacio, el gobernador de Baja California –el controvertido Jaime Bonilla-, escupió también serpientes y culebras, contra el subsecretario de salud a cargo del combate a la pandemia.

¿Hay una inquina particular contra el galeno, o los ataques tienen fundamento? El que las cifras de contagios y muertes, parecen no corresponder a la realidad, en gran medida se debe a la falta de las pruebas. Si se toman en cuenta las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y lo hecho por algunos países –de gran éxito en la batalla-, quedamos por los suelos.

La prueba tardó en llegar y más en que se diera la autorización para que los laboratorios pudieran realizarla. Es un estudio caro, fuera del alcance de muchos bolsillos, por lo que, quienes han tenido síntomas y no cuentan con los mil y pico para desembolsarlos, pueden morir sin que se sepa si los mató el Covid.

En cuanto a la crítica de Alatorre, habría que remitirse al papel preponderante que ha tenido Salinas Pliego, en el Régimen en el Poder. Soporte televisivo de la campaña del Peje –sin el mínimo pundonor-, en cuanto éste tomó posesión lo nombró pieza esencial de su Consejo de empresarios. Se le gratificó nominando a su Banco Azteca, como otorgante de los créditos para los programas sociales y se le han adjudicado contratos millonarios, entre ellos uno reciente, de la Secretaría de Educación.

El favoritismo es claro –o el favor con favor se paga- y el de por sí integrante de la lista de millonarios de la Revista Forbes, ha visto crecer su capital. Sobre todo, sus tiendas Elektra, sin ser parte de la lista de negocios esenciales permitidos por el Consejo de Salud, sigue vendiendo –y ahora sin competencia-, en vista de que nadie los obliga a cerrar sus puertas. La señora Sheinbaum amenaza con clausuras de empresas, que violen la regulación, pero la mencionada cadena sigue intocable.

Pofirio Muñoz Ledo bramó en contra del comunicador: “es un desacato grave que busca la desobediencia civil”. Con tibieza, la Secretaría de Gobernación emitió un apercibimiento público, “para que se respeten las disposiciones sanitarias”.

La perorata de AMLO, a favor de Alatorre, aunque también floreó a López Gatell, implica contubernio. Si nos atenemos a la forma en la que golpea a Ciro Gómez Leyva, a Joaquín López Dóriga, a El Universal, el Reforma y tantos otros, con su lengua viperina, la diferencia es notable.

Se podría elucubrar que el subsecretario cayó de su gracia y le mandó un “estate quieto”. Otros ven una cortina de humo, de Salinas Pliego, para que no se le condene por su inaudita cercanía con el tlatoani y lo que se está beneficiando de ella.

De que hubo intencionalidad, la hubo y de que hay gato encerrado, lo hay.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

¿Alguien cree que Javier Alatorre se fue por la libre? Su convocatoria a “no creerle a López Gatell”, jamás habría salido de su boca, sin la anuencia, o la orden directa de su jefe, Ricardo Salinas Pliego. En lugar de “comerse vivo” en las redes al locutor, se debería de ejercer esa ira, contra su patrón.

Alatorre siempre ha sido un comunicador mesurado, de pocos escándalos noticiosos y sujeto a las reglas que se percibe, le fijan. Haber dicho, que “no hay que hacerle caso a López Gatell” y dudar al aire, de las cifras que propone el médico, es un asunto que tiene jiribilla y no un “error”, como lo quiso hacer pasar el tlatoani.

El escándalo fue mayúsculo. Llamó la atención que, en el mismo espacio, el gobernador de Baja California –el controvertido Jaime Bonilla-, escupió también serpientes y culebras, contra el subsecretario de salud a cargo del combate a la pandemia.

¿Hay una inquina particular contra el galeno, o los ataques tienen fundamento? El que las cifras de contagios y muertes, parecen no corresponder a la realidad, en gran medida se debe a la falta de las pruebas. Si se toman en cuenta las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y lo hecho por algunos países –de gran éxito en la batalla-, quedamos por los suelos.

La prueba tardó en llegar y más en que se diera la autorización para que los laboratorios pudieran realizarla. Es un estudio caro, fuera del alcance de muchos bolsillos, por lo que, quienes han tenido síntomas y no cuentan con los mil y pico para desembolsarlos, pueden morir sin que se sepa si los mató el Covid.

En cuanto a la crítica de Alatorre, habría que remitirse al papel preponderante que ha tenido Salinas Pliego, en el Régimen en el Poder. Soporte televisivo de la campaña del Peje –sin el mínimo pundonor-, en cuanto éste tomó posesión lo nombró pieza esencial de su Consejo de empresarios. Se le gratificó nominando a su Banco Azteca, como otorgante de los créditos para los programas sociales y se le han adjudicado contratos millonarios, entre ellos uno reciente, de la Secretaría de Educación.

El favoritismo es claro –o el favor con favor se paga- y el de por sí integrante de la lista de millonarios de la Revista Forbes, ha visto crecer su capital. Sobre todo, sus tiendas Elektra, sin ser parte de la lista de negocios esenciales permitidos por el Consejo de Salud, sigue vendiendo –y ahora sin competencia-, en vista de que nadie los obliga a cerrar sus puertas. La señora Sheinbaum amenaza con clausuras de empresas, que violen la regulación, pero la mencionada cadena sigue intocable.

Pofirio Muñoz Ledo bramó en contra del comunicador: “es un desacato grave que busca la desobediencia civil”. Con tibieza, la Secretaría de Gobernación emitió un apercibimiento público, “para que se respeten las disposiciones sanitarias”.

La perorata de AMLO, a favor de Alatorre, aunque también floreó a López Gatell, implica contubernio. Si nos atenemos a la forma en la que golpea a Ciro Gómez Leyva, a Joaquín López Dóriga, a El Universal, el Reforma y tantos otros, con su lengua viperina, la diferencia es notable.

Se podría elucubrar que el subsecretario cayó de su gracia y le mandó un “estate quieto”. Otros ven una cortina de humo, de Salinas Pliego, para que no se le condene por su inaudita cercanía con el tlatoani y lo que se está beneficiando de ella.

De que hubo intencionalidad, la hubo y de que hay gato encerrado, lo hay.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq