/ viernes 17 de marzo de 2023

No era paz, era silencio 

Por Arturo Duque


Desde hace varios años que me pregunto ¿cuál debe ser mi labor como hombre el 8 de marzo? No en la lucha feminista y la lucha por la equidad, que requiere de la intervención de todos los miembros de la sociedad en todo momento, que requiere de cambios en nuestra estructura social, en nuestras instituciones, en nuestra cultura. Porque el patriarcado y su cultura machista no son asunto únicamente de mujeres, aunque sí afecta principalmente a ellas por su condición de género, es un sistema que impone formas de ser, roles de género, expectativas sociales de lo que tenemos que ser y cómo tenemos que ser por el género con el que nos identificamos. Pero ¿cuál debe ser el quehacer de un hombre específicamente el 8M?

Hubo un 8M, antes de la pandemia, en el que decidí acompañar la marcha en bicicleta. Yo, vestido de morado para no desentonar tanto, iba observando los carteles, la euforia, la rabia y las consignas que pregonaban las miles de mujeres que demostraban su hartazgo con esta sociedad. Llegué hasta el Zócalo y en un descuido me acerqué demasiado a una contingenta que contaba con latas de pintura en aerosol y terminé siendo pintado en el brazo. Regresé a casa para bañarme y el incidente quedó solo en eso. Pasado un tiempo y con la ayuda de muchas conversaciones que tuve al respecto, llegué a una reflexión que me ha ayudado a entender mejor el valor específico del 8M. Que este día se trata de ellas, de la apropiación del espacio público, de la visibilización y el reconocimiento que merecen como parte de nuestra sociedad y que no hemos podido brindar ni otorgar, y más bien ellas han tenido que luchar muy arduamente tan solo para que sean escuchadas. [Salto de ajuste de texto][Salto de ajuste de texto]Desde entonces, cada 8M me dedico a escuchar y a ver los carteles y consignas que se suben a redes y medios. Ninguno me había calado tan profundamente como uno que observé en la marcha de hace un par de semanas: “No era paz, era silencio”. [Salto de ajuste de texto]En una simple frase, esta mujer ha logrado resumir una serie de aprendizajes que he trabajado los últimos dos o tres años de mi vida. Por un lado, el trabajo en CIPMEX sobre lo que es la paz y todas las bases que se requieren para construirla y por otro, la concientización sobre la falta de espacios para que las mujeres se expresen, hablen y formen parte del diálogo social en vistas de la construcción de una paz que involucre a todxs. Porque cuando una parte de la sociedad percibe calma y silencio, no significa que exista paz; muy por el contrario, ese silencio es muestra del miedo por alzar la voz. Para mí como hombre eso es el 8M, la necesidad de escuchar con la finalidad de que el silencio nunca se repita.

Por Arturo Duque


Desde hace varios años que me pregunto ¿cuál debe ser mi labor como hombre el 8 de marzo? No en la lucha feminista y la lucha por la equidad, que requiere de la intervención de todos los miembros de la sociedad en todo momento, que requiere de cambios en nuestra estructura social, en nuestras instituciones, en nuestra cultura. Porque el patriarcado y su cultura machista no son asunto únicamente de mujeres, aunque sí afecta principalmente a ellas por su condición de género, es un sistema que impone formas de ser, roles de género, expectativas sociales de lo que tenemos que ser y cómo tenemos que ser por el género con el que nos identificamos. Pero ¿cuál debe ser el quehacer de un hombre específicamente el 8M?

Hubo un 8M, antes de la pandemia, en el que decidí acompañar la marcha en bicicleta. Yo, vestido de morado para no desentonar tanto, iba observando los carteles, la euforia, la rabia y las consignas que pregonaban las miles de mujeres que demostraban su hartazgo con esta sociedad. Llegué hasta el Zócalo y en un descuido me acerqué demasiado a una contingenta que contaba con latas de pintura en aerosol y terminé siendo pintado en el brazo. Regresé a casa para bañarme y el incidente quedó solo en eso. Pasado un tiempo y con la ayuda de muchas conversaciones que tuve al respecto, llegué a una reflexión que me ha ayudado a entender mejor el valor específico del 8M. Que este día se trata de ellas, de la apropiación del espacio público, de la visibilización y el reconocimiento que merecen como parte de nuestra sociedad y que no hemos podido brindar ni otorgar, y más bien ellas han tenido que luchar muy arduamente tan solo para que sean escuchadas. [Salto de ajuste de texto][Salto de ajuste de texto]Desde entonces, cada 8M me dedico a escuchar y a ver los carteles y consignas que se suben a redes y medios. Ninguno me había calado tan profundamente como uno que observé en la marcha de hace un par de semanas: “No era paz, era silencio”. [Salto de ajuste de texto]En una simple frase, esta mujer ha logrado resumir una serie de aprendizajes que he trabajado los últimos dos o tres años de mi vida. Por un lado, el trabajo en CIPMEX sobre lo que es la paz y todas las bases que se requieren para construirla y por otro, la concientización sobre la falta de espacios para que las mujeres se expresen, hablen y formen parte del diálogo social en vistas de la construcción de una paz que involucre a todxs. Porque cuando una parte de la sociedad percibe calma y silencio, no significa que exista paz; muy por el contrario, ese silencio es muestra del miedo por alzar la voz. Para mí como hombre eso es el 8M, la necesidad de escuchar con la finalidad de que el silencio nunca se repita.