/ lunes 12 de octubre de 2020

No hay dinero público que alcance

El Banco de México ha dado a conocer que, aun con la vacuna contra el COVID-19 disponible, es poco probable que haya una recuperación relativamente rápida que compense la contracción de la actividad económica que hemos observado durante 2020. Esto aunado a que la demanda en el mercado nacional seguirá deprimida y que la inflación (tanto la general como la subyacente) estará ligeramente por arriba del 3%.

El horizonte que nos describe Banxico para los próximos 2 años es de recuperación paulatina, no de una curva en forma de “V” que se levanta de forma decidida y vuelve a como estaba antes de abril de este año, como tanto ha citado el Presidente de la República en sus conferencias. Y esto tiene un motivo claro: la crisis derivada de la pandemia está golpeando al mundo, es un problema global y desafortunadamente no hay país que pueda escapar de esta condición. Para muestra tenemos que las proyecciones para el PIB mundial de este año indican una caída del 5.2% (datos de CEPAL), así como una disminución de los volúmenes de comercio de mercancías de entre 13% y 31%, de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio.

En este contexto, varios países están tomando medidas extraordinarias para mitigar las consecuencias negativas de la pandemia, poniendo especial atención en la aplicación de medidas diseñadas para apoyar el flujo de crédito de los hogares y del sector privado no financiero. Particularmente, otros bancos centrales del mundo están bajando sus tasas de interés; están asegurándose que sus mercados financieros nacionales funcionen adecuadamente; están atendiendo las necesidades de crédito de las personas y las empresas, especialmente las más pequeñas y las que generan más empleos; están organizando compras de emergencia a proveedores nacionales y, en general, están conteniendo los problemas de liquidez de los mercados.

Aquí hay dos lecciones que México debe tomar. La primera es que muchos países están tomando medidas de política fiscal y monetaria especialmente, para contrarrestar el difícil ciclo económico derivado de la pandemia. Esto sigue una lógica sencilla pero eficiente: si no podemos controlar los ciclos de la pandemia, por lo menos controlemos lo que sí está en nuestras manos, las decisiones económicas.

La segunda lección es que se ha entendido bien que no hay una crisis igual a la otra y que, a diferencia de la crisis de 2008-2009, las actuales dificultades generadas por la pandemia, han golpeado primero a la economía real y posteriormente se han extendido a los mercados financieros, por lo que es importante atender a esos sujetos económicos que están en dicha economía real: las familias, las y los trabajadores, así como las unidades económicas de todos tamaños pero especialmente las más vulnerables como las mipymes, los talleres o los pequeños comerciantes, por ejemplo.

Entonces, es claro que frente a una recuperación económica lenta, las medidas contra-cíclicas nacionales deben entrar en acción cuanto antes para ayudar a suavizar la caída. Y paralelamente las instituciones que aseguran recursos para atender los desastres naturales, la violencia contra mujeres y menores, los fondos para desarrollo científico, entre otros, son más necesarios que nunca... Sí, esas instituciones son los fideicomisos, los organismos autónomos y en general, las instancias de gobierno.

En otras palabras, en medio de una pandemia que ha causado un reacomodo económico global y que ha venido a acentuar las disparidades, necesitamos instituciones nacionales fuertes, un presupuesto económico pensado en inyectar recursos al mercado nacional y sobretodo, necesitamos que el Estado se haga presente con medidas planeadas en el mediano plazo (12-24 meses, aproximadamente).

Pero, ¿qué tenemos en realidad? Una clase política preocupada por la siguiente elección y un gobierno federal que busca acaparar los recursos públicos para financiar proyectos de dudosa rentabilidad como una refinería o que, peor aún, quiere controlar el dinero público para usarlo sin medidas de transparencia y con total discrecionalidad, repartiéndolo como dádivas políticas. Todo esto con la grave complicidad de un Poder Legislativo que solo obedece a los intereses del partido en el poder y que ha sido sordo a las opiniones expresadas por expertos en los parlamentos abiertos que ha organizado.



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El Banco de México ha dado a conocer que, aun con la vacuna contra el COVID-19 disponible, es poco probable que haya una recuperación relativamente rápida que compense la contracción de la actividad económica que hemos observado durante 2020. Esto aunado a que la demanda en el mercado nacional seguirá deprimida y que la inflación (tanto la general como la subyacente) estará ligeramente por arriba del 3%.

El horizonte que nos describe Banxico para los próximos 2 años es de recuperación paulatina, no de una curva en forma de “V” que se levanta de forma decidida y vuelve a como estaba antes de abril de este año, como tanto ha citado el Presidente de la República en sus conferencias. Y esto tiene un motivo claro: la crisis derivada de la pandemia está golpeando al mundo, es un problema global y desafortunadamente no hay país que pueda escapar de esta condición. Para muestra tenemos que las proyecciones para el PIB mundial de este año indican una caída del 5.2% (datos de CEPAL), así como una disminución de los volúmenes de comercio de mercancías de entre 13% y 31%, de acuerdo con la Organización Mundial del Comercio.

En este contexto, varios países están tomando medidas extraordinarias para mitigar las consecuencias negativas de la pandemia, poniendo especial atención en la aplicación de medidas diseñadas para apoyar el flujo de crédito de los hogares y del sector privado no financiero. Particularmente, otros bancos centrales del mundo están bajando sus tasas de interés; están asegurándose que sus mercados financieros nacionales funcionen adecuadamente; están atendiendo las necesidades de crédito de las personas y las empresas, especialmente las más pequeñas y las que generan más empleos; están organizando compras de emergencia a proveedores nacionales y, en general, están conteniendo los problemas de liquidez de los mercados.

Aquí hay dos lecciones que México debe tomar. La primera es que muchos países están tomando medidas de política fiscal y monetaria especialmente, para contrarrestar el difícil ciclo económico derivado de la pandemia. Esto sigue una lógica sencilla pero eficiente: si no podemos controlar los ciclos de la pandemia, por lo menos controlemos lo que sí está en nuestras manos, las decisiones económicas.

La segunda lección es que se ha entendido bien que no hay una crisis igual a la otra y que, a diferencia de la crisis de 2008-2009, las actuales dificultades generadas por la pandemia, han golpeado primero a la economía real y posteriormente se han extendido a los mercados financieros, por lo que es importante atender a esos sujetos económicos que están en dicha economía real: las familias, las y los trabajadores, así como las unidades económicas de todos tamaños pero especialmente las más vulnerables como las mipymes, los talleres o los pequeños comerciantes, por ejemplo.

Entonces, es claro que frente a una recuperación económica lenta, las medidas contra-cíclicas nacionales deben entrar en acción cuanto antes para ayudar a suavizar la caída. Y paralelamente las instituciones que aseguran recursos para atender los desastres naturales, la violencia contra mujeres y menores, los fondos para desarrollo científico, entre otros, son más necesarios que nunca... Sí, esas instituciones son los fideicomisos, los organismos autónomos y en general, las instancias de gobierno.

En otras palabras, en medio de una pandemia que ha causado un reacomodo económico global y que ha venido a acentuar las disparidades, necesitamos instituciones nacionales fuertes, un presupuesto económico pensado en inyectar recursos al mercado nacional y sobretodo, necesitamos que el Estado se haga presente con medidas planeadas en el mediano plazo (12-24 meses, aproximadamente).

Pero, ¿qué tenemos en realidad? Una clase política preocupada por la siguiente elección y un gobierno federal que busca acaparar los recursos públicos para financiar proyectos de dudosa rentabilidad como una refinería o que, peor aún, quiere controlar el dinero público para usarlo sin medidas de transparencia y con total discrecionalidad, repartiéndolo como dádivas políticas. Todo esto con la grave complicidad de un Poder Legislativo que solo obedece a los intereses del partido en el poder y que ha sido sordo a las opiniones expresadas por expertos en los parlamentos abiertos que ha organizado.



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