/ lunes 2 de octubre de 2017

¡No más corrupción!

Tras el sismo del 19/S, poco a poco las historias de quienes fallecieron en esta tragedia emergen y desfilan ante nosotros cobrando paradójicamente vida: el médico español Leopoldo Nieto Cisneros, de 66 años, profesor de la UNAM, Anáhuac y La Salle, científico reconocido por su humanismo y entrega a la lucha contra el SIDA, que quedó atrapado en su departamento de la Colonia del Valle en la calle de Edimburgo; el ingeniero Jorge Gómez Varo, malagueño de 33 años que laboraba en una empresa de sostenibilidad empresarial, quien no logró ser rescatado del edificio de Álvaro Obregón 286; los estudiantes Édgar Michel Azano, Alejandro Meza, Rubén Ortiz, Luis Manuel Pacheco y Juan Carlos Álvarez, que perdieron la vida al desplomarse los puentes de intercomunicación del Tec de Monterrey, Campus Ciudad de México; los 19 menores que quedaron aplastados dentro de las losas fatídicas del Colegio Enrique Rébsamen; el estudiante de 19 años del CUM, Juan Pablo Irigoyen, que regresó por su perrita al edificio en que vivía en la esquina de Escocia y Gabriel Mancera, para no volver a salir de él, y así cada una, todas las hasta ahora 362 muertes contabilizadas en la República Mexicana, 219 de ellas en la CdMx.

Junto a ellas, un importante número de mascotas muertas, otras rescatadas todavía a una semana del sismo, como Max y el perico Lucas, alguna aferrada al lugar en que murió su amo, como el fiel Jacinto que aún lo espera, postrado, en Atzitzihuacán. Otras más heroicas, incansables, guiadas por el marino, universitario o rescatista con el que hacen binomio, desde la majestuosa y emblemática Frida (la única y verdadera), hasta Hueso, Chichí, Kublay o Maya, la que no pudo librarse de la barbarie humana y que fue secuestrada por horas de su propia casa, al retornar a Monterrey de su misión en la CdMx. Y qué decir de los que sufrieron lesiones físicas, perdieron todo su patrimonio o tienen el alma desgarrada por el dolor de llorar a sus seres queridos: la novia a su antiguo novio; la madre que le escribe al héroe futbolístico de su pequeño hijo; el padre que fotografía al soldado que se derrumba en llanto cuando saca el cadáver de su esposa, una madre aferrada a su hija. ¿Es justo?

El hombre frente a la naturaleza es un pigmeo. Por muchos adelantos científicos y tecnológicos, es mínimo lo que puede hacer ante un desastre natural como éste, sí, pero contra la corrupción lo puede todo. Por ello indigna, lacera, carcome nuestras entrañas saber cuánto sufrimiento y cuántas muertes pudieron evitarse si tan solo las autoridades de todos los niveles, federales, estatales y capitalinas, después del sismo de 1985, hubieran actuado con responsabilidad, honestidad y moralidad, evitando colusión, tráfico de influencias, abusos, violaciones a las normas de construcción y uso del suelo. Ahora resulta que al peor estilo bartliano, se le cayó a la Seduvi del Gobierno de la Ciudad de México el SIGCDMX, en el que obra el listado de los directores responsables de obra e información sobre los predios de la capital. ¿Por qué precisamente ahora? ¿Quién lo cree?

Es como el Atlas de Riesgos de la capital al que no tiene acceso la población. Y es que los alcances y el cinismo de quienes buscan manipular o desaparecer pruebas incriminatorias no tienen límites, pero tampoco nuestra pasividad e indolencia ciudadanas, pues de nada nos servirán nuevas normas si no las respetamos y mucho menos acabamos con la corrupción. Mientras no lo hagamos y la indiferencia sea nuestro credo, seguirán apareciendo pozos  hediondos, rebosantes del fango de la corrupción, del que hoy es ejemplo macabro el abominable y criminal caso Rébsamen.

¡Por eso lloro y uno mi llanto al de los deudos! ¡Por eso clamo y uno mi clamor a las voces que exigen Justicia! ¡No más corrupción!

bettyzanolli@gmal.com

@BettyZanolli

Tras el sismo del 19/S, poco a poco las historias de quienes fallecieron en esta tragedia emergen y desfilan ante nosotros cobrando paradójicamente vida: el médico español Leopoldo Nieto Cisneros, de 66 años, profesor de la UNAM, Anáhuac y La Salle, científico reconocido por su humanismo y entrega a la lucha contra el SIDA, que quedó atrapado en su departamento de la Colonia del Valle en la calle de Edimburgo; el ingeniero Jorge Gómez Varo, malagueño de 33 años que laboraba en una empresa de sostenibilidad empresarial, quien no logró ser rescatado del edificio de Álvaro Obregón 286; los estudiantes Édgar Michel Azano, Alejandro Meza, Rubén Ortiz, Luis Manuel Pacheco y Juan Carlos Álvarez, que perdieron la vida al desplomarse los puentes de intercomunicación del Tec de Monterrey, Campus Ciudad de México; los 19 menores que quedaron aplastados dentro de las losas fatídicas del Colegio Enrique Rébsamen; el estudiante de 19 años del CUM, Juan Pablo Irigoyen, que regresó por su perrita al edificio en que vivía en la esquina de Escocia y Gabriel Mancera, para no volver a salir de él, y así cada una, todas las hasta ahora 362 muertes contabilizadas en la República Mexicana, 219 de ellas en la CdMx.

Junto a ellas, un importante número de mascotas muertas, otras rescatadas todavía a una semana del sismo, como Max y el perico Lucas, alguna aferrada al lugar en que murió su amo, como el fiel Jacinto que aún lo espera, postrado, en Atzitzihuacán. Otras más heroicas, incansables, guiadas por el marino, universitario o rescatista con el que hacen binomio, desde la majestuosa y emblemática Frida (la única y verdadera), hasta Hueso, Chichí, Kublay o Maya, la que no pudo librarse de la barbarie humana y que fue secuestrada por horas de su propia casa, al retornar a Monterrey de su misión en la CdMx. Y qué decir de los que sufrieron lesiones físicas, perdieron todo su patrimonio o tienen el alma desgarrada por el dolor de llorar a sus seres queridos: la novia a su antiguo novio; la madre que le escribe al héroe futbolístico de su pequeño hijo; el padre que fotografía al soldado que se derrumba en llanto cuando saca el cadáver de su esposa, una madre aferrada a su hija. ¿Es justo?

El hombre frente a la naturaleza es un pigmeo. Por muchos adelantos científicos y tecnológicos, es mínimo lo que puede hacer ante un desastre natural como éste, sí, pero contra la corrupción lo puede todo. Por ello indigna, lacera, carcome nuestras entrañas saber cuánto sufrimiento y cuántas muertes pudieron evitarse si tan solo las autoridades de todos los niveles, federales, estatales y capitalinas, después del sismo de 1985, hubieran actuado con responsabilidad, honestidad y moralidad, evitando colusión, tráfico de influencias, abusos, violaciones a las normas de construcción y uso del suelo. Ahora resulta que al peor estilo bartliano, se le cayó a la Seduvi del Gobierno de la Ciudad de México el SIGCDMX, en el que obra el listado de los directores responsables de obra e información sobre los predios de la capital. ¿Por qué precisamente ahora? ¿Quién lo cree?

Es como el Atlas de Riesgos de la capital al que no tiene acceso la población. Y es que los alcances y el cinismo de quienes buscan manipular o desaparecer pruebas incriminatorias no tienen límites, pero tampoco nuestra pasividad e indolencia ciudadanas, pues de nada nos servirán nuevas normas si no las respetamos y mucho menos acabamos con la corrupción. Mientras no lo hagamos y la indiferencia sea nuestro credo, seguirán apareciendo pozos  hediondos, rebosantes del fango de la corrupción, del que hoy es ejemplo macabro el abominable y criminal caso Rébsamen.

¡Por eso lloro y uno mi llanto al de los deudos! ¡Por eso clamo y uno mi clamor a las voces que exigen Justicia! ¡No más corrupción!

bettyzanolli@gmal.com

@BettyZanolli