/ jueves 12 de julio de 2018

No queremos otro Fox

Llevamos décadas esperando que quienes se dicen representantes del cambio, por lo menos sienten las bases para que este país de verdad cambie.

En este proceso electoral la gente votó por el cambio a pesar de que los estrategas de la guerra sucia intentaron re vendernos la idea de que AMLO era un peligro para México y bombardeando nuestro inconsciente con mensajes de que lo único que puede cambiar nuestra situación es lo que nosotros hagamos por nosotros mismos y no nuestros gobernantes.

Que esperaban los derrotados, si llegaron al proceso electoral dejándonos un país ensangrentado por la violencia, preso como nunca del crimen organizado, corroído por la corrupción y la impunidad, con más de 50 millones de pobres y un centenar de familias detentando la mayoría de la riqueza nacional.

Que esperaban los priistas, que nunca supieron ser autocríticos con los errores y pillerías de los gobernantes emanados de su partido, ni tuvieron el valor de oponerse a los candidatos impopulares que les impusieron.

Que esperaban los panistas, que tampoco tuvieron los arrestos para evitar el antidemocrático golpe de estado partidista de su candidato, ni de oponerse a las alianzas electorales químicamente impuras.

Que esperaban los perredistas, si desde hace tiempo perdieron el rumbo ideológico y su partido quedó secuestrado por grupos facciosos.

Ante la pobre oferta electoral, no había de otra: era AMLO o AMLO. Por eso deben interpretarse los 30 millones de votos recibidos por AMLO como un grito desesperado de una sociedad que con su voto gritó al unísono: ¡YA BASTA!

Esta es la segunda oportunidad histórica que el México contemporáneo deposita en un candidato la esperanza del cambio. La primera fue en el 2000 con Vicente Fox, quien a la postre resultó ser un orate demagogo, merolico vendedor de ilusiones.

Hoy el pueblo (votante), por abrumadora mayoría deposita en AMLO la esperanza de que por lo menos siente las bases para que México resurja de esta pesadilla de país que nos hemos dado; algunos por omisión, pero otros más, por acciones ruines y pecaminosas que superan cualquier ficción

Habrá quien siga reforzando la idea de que el cambio está en cada uno, algo parcialmente cierto, pero no suficiente, porque lo que cada uno hace o puede hacer, tiene un círculo relativamente pequeño de influencia, comparado con el poder económico, político y social que ostenta un presidente de la República con el Congreso a su favor, El sí, tiene en sus manos la posibilidad del cambio o de sentar las bases del mismo, en aras de una mejor sociedad.

Por eso, los ciudadanos (los que cumplimos con nuestro país) no debemos caer en la trampa de autoculparnos de lo malo que pasa en el país, ni aceptar del nuevo gobierno las excusas de siempre; debemos exigir –como en cualquier democracia madura– el cambio prometido y si el nuevo gobierno desvía su rumbo, debemos protestar y exigir el cumplimiento de lo mínimo prometido en campaña; pues no podemos seguir postergando el justo anhelo de vivir con dignidad en nuestro propio país. Otro cambio prometido y no cumplido (como el de Fox), ya no lo aguantaría el país.


Llevamos décadas esperando que quienes se dicen representantes del cambio, por lo menos sienten las bases para que este país de verdad cambie.

En este proceso electoral la gente votó por el cambio a pesar de que los estrategas de la guerra sucia intentaron re vendernos la idea de que AMLO era un peligro para México y bombardeando nuestro inconsciente con mensajes de que lo único que puede cambiar nuestra situación es lo que nosotros hagamos por nosotros mismos y no nuestros gobernantes.

Que esperaban los derrotados, si llegaron al proceso electoral dejándonos un país ensangrentado por la violencia, preso como nunca del crimen organizado, corroído por la corrupción y la impunidad, con más de 50 millones de pobres y un centenar de familias detentando la mayoría de la riqueza nacional.

Que esperaban los priistas, que nunca supieron ser autocríticos con los errores y pillerías de los gobernantes emanados de su partido, ni tuvieron el valor de oponerse a los candidatos impopulares que les impusieron.

Que esperaban los panistas, que tampoco tuvieron los arrestos para evitar el antidemocrático golpe de estado partidista de su candidato, ni de oponerse a las alianzas electorales químicamente impuras.

Que esperaban los perredistas, si desde hace tiempo perdieron el rumbo ideológico y su partido quedó secuestrado por grupos facciosos.

Ante la pobre oferta electoral, no había de otra: era AMLO o AMLO. Por eso deben interpretarse los 30 millones de votos recibidos por AMLO como un grito desesperado de una sociedad que con su voto gritó al unísono: ¡YA BASTA!

Esta es la segunda oportunidad histórica que el México contemporáneo deposita en un candidato la esperanza del cambio. La primera fue en el 2000 con Vicente Fox, quien a la postre resultó ser un orate demagogo, merolico vendedor de ilusiones.

Hoy el pueblo (votante), por abrumadora mayoría deposita en AMLO la esperanza de que por lo menos siente las bases para que México resurja de esta pesadilla de país que nos hemos dado; algunos por omisión, pero otros más, por acciones ruines y pecaminosas que superan cualquier ficción

Habrá quien siga reforzando la idea de que el cambio está en cada uno, algo parcialmente cierto, pero no suficiente, porque lo que cada uno hace o puede hacer, tiene un círculo relativamente pequeño de influencia, comparado con el poder económico, político y social que ostenta un presidente de la República con el Congreso a su favor, El sí, tiene en sus manos la posibilidad del cambio o de sentar las bases del mismo, en aras de una mejor sociedad.

Por eso, los ciudadanos (los que cumplimos con nuestro país) no debemos caer en la trampa de autoculparnos de lo malo que pasa en el país, ni aceptar del nuevo gobierno las excusas de siempre; debemos exigir –como en cualquier democracia madura– el cambio prometido y si el nuevo gobierno desvía su rumbo, debemos protestar y exigir el cumplimiento de lo mínimo prometido en campaña; pues no podemos seguir postergando el justo anhelo de vivir con dignidad en nuestro propio país. Otro cambio prometido y no cumplido (como el de Fox), ya no lo aguantaría el país.


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jueves 12 de julio de 2018

No queremos otro Fox

Héctor Manuel Ramos Preciado