/ miércoles 30 de junio de 2021

No somos iguales, somos diversxs

Por Frida del Mar López Badillo

¿Por qué debemos dejar de asumir que todas las personas son heterosexuales y cis-género?, empiezo este texto con una pregunta que nos permitirá abordar de mejor manera la problemática que existe, porque para poder combatir y erradicar un problema, es necesario nombrarle tal cual lo es. Aunque a muchas personas les resulte difícil creerlo, asumir que cada que nace un bebé será heterosexual y cis-género puede generar un impacto negativo en su vida.

Las personas somos más que un concepto, somos inclasificables, no somos iguales porque diario atravesamos y atestiguamos cambios de los que formamos parte. Aunque si tuviera que elegir un concepto para dar cabida a la colectividad, diría que es precisamente la diversidad. La diversidad existe, la diversidad somos todas, todos y todes.

Sin embargo, para efectos explicativos es necesario dejar claro qué significan las palabras a las que hago referencia en el primer párrafo de este artículo. Una persona cis-género es aquella que su identidad y expresión de género corresponde con su fenotipo sexual con el que nace. Una persona heterosexual es alguien que siente atracción por personas del sexo distinto al suyo. Como podrán ver, son conceptos con una perspectiva que se reduce a lo biológico y que escapa de la realidad tan cambiante que se presenta día con día.

Basta mencionar que la primer persona en desarrollar el concepto “cisexual”, concepto que por su alcance resulta similar a cis-género, fue Volkmar Sigusch, un psiquiatra y sexólogo alemán, desde luego caucásico, y con el reconocimiento suficiente a nivel académico para intentar petrificar un concepto y limitar una, de las muchas que existen, manifestaciones de expresión de identidad de género. Desde mi punto de vista, es insuficiente y agresivo dar por sentado que un concepto pretenda clarificar la manera en la que nos identificamos y mostramos frente a la colectividad.

Es importante tener en consideración que no importa el grado académico que una persona ostente, ni que tan rimbombante sea el concepto o la teoría que pretenda sostener, siempre resultarán insuficientes para describir a una persona, porque precisamente la diversidad que nos caracteriza y las expresiones tan únicas que tenemos permiten probar que somos más de lo que se pueda pensar y conceptualizar.

Sobra decir que el género es el resultado de vivir diversos procesos culturales que provocan que pensemos y repliquemos estándares y comportamientos que “corresponden” a nuestro sexo de nacimiento. Sin embargo, es posible que al vivir estos procesos empecemos a construir nuestra identidad de género de tal manera en que las demás personas consideren que nuestro desarrollo es acorde a los parámetros “normales” y biológicamente adecuado.

De ahí la importancia de crear condiciones adecuadas, para que los espacios y ambientes sean seguros, pues de esta manera cada persona podrá sentirse libre de ser lo que en verdad quiera, sin necesidad de buscar encuadrarse en lo que socialmente es aceptado por ser común, según las expectativas que existen por sus órganos sexuales de nacimiento.

Es decir, si una persona crece y se desarrolla en un entorno en el que asume que obligatoriamente debe identificarse como heterosexual y cis-género, aunque esta persona no se sienta, ni se perciba así, podrían provocar un impacto negativo en su vida, tal sería el caso de que la persona viva permanentemente reprimida y que incluso, nunca llegue a conocerse ni a percibirse así misma como realmente es.

También es importante puntualizar que muchas veces este tipo de entornos que generan un impacto negativo en la vida de las demás personas, no son replicados de manera consiente, y ese es otro de los problemas que afectan y transgreden la autonomía de cada persona para decidir cómo quiere identificarse, percibirse y relacionarse con los demás.

Bajo esa línea de ideas, desde que nacemos estamos expuestos a diversas prácticas que, no porque lleven años siendo replicadas por la sociedad, significa que sean correctas o que generen un impacto positivo en la vida de las personas. Este tipo de prácticas, comentarios o conductas suelen estar perfectamente normalizadas, porque precisamente el hecho de que diario se repliquen genera una percepción de aceptación total, sin que medie la posibilidad de si quiera cuestionarse el origen y permanencia de las mismas.

Un claro ejemplo y que cada día cobra mayor popularidad al punto de haberse convertido en un modelo de negocio particular, son las famosas fiestas de gender reveal, o por su traducción al español, revelación de género, respecto del bebé que está en proceso de gestación. Estas fiestas básicamente anuncian el sexo del bebé a través de dos colores, rosa para la mujer y azul para el hombre.

Lo que parecería ser una fiesta agradable y llena de amor para ese bebé que viene en camino, termina siendo un evento en el que las personas que asisten van a generar de manera inconsciente muchas expectativas sobre el nacimiento y posterior desarrollo del bebé, teniendo siempre en mente el color temático de la fiesta y las conductas debe replicar. Pero no hay que perder de vista lo importante, nadie debería generar expectativas sobre los cuerpos ajenos y sobre la manera en la que las personas deciden identificarse, percibirse y relacionarse con la sociedad.

Ahora bien, no cumplir expectativas va más allá de lo que podríamos pensar, ya que tiene implicaciones en aspectos laborales, escolares, familiares, o en espacios públicos durante actividades tan cotidianas como podría ser ir al baño o entrar a un probador de ropa, en el que si la persona que quiere entrar se identifica y relaciona de manera distinta y contraria a la de su sexo de nacimiento, existe una alta probabilidad de que le nieguen la entrada porque biológicamente “no le corresponde” entrar ahí. Insisto, no es que no le corresponda, sino que la expectativa que se tiene para que todas las personas encuadren dentro de las mismas categorías y estándares que se reducen a lo biológico y a lo “normal”, terminan en consecuencias que se resumen en exclusión y malos tratos.

Por eso es fundamental entender que cada persona es un mundo totalmente distinto al nuestro, que cada quien vive procesos distintos que requieren mayor o menor tiempo, y eso jamás podrá ser de la incumbencia del resto de la sociedad, porque precisamente no es su vida, sino la vida de alguien más. Puede parecer muy fácil de leer, pero la realidad es que, como mencioné en párrafos anteriores, en muchas ocasiones replicamos escenarios y conductas que pueden transgredir la vida de alguien más.

Hablar de diversidad no solo es importante, también es necesario para entender que existen personas que no encuadran en las categorías tradicionales, ni tienen por qué encuadrar en ninguna otra categoría porque las personas no somos simples conceptos que deban categorizase o clasificarse. Además, abordar estos temas permite evidenciar las problemáticas y violencias que se viven diariamente bajo falsas aseveraciones relativas a lo que es “normal”.

Las críticas a las problemáticas no deben quedarse en charlas o en opiniones, las críticas deben trascender y materializarse en la exigencia de soluciones concretas para crear políticas públicas a través de las cuáles puedan generarse espacios seguros para la diversidad y también enfocados en erradicar los tratos diferenciados que no tienen justificación y las conductas de exclusión que afectan la vida de muchas personas.

No somos iguales, somos diversxs.

Por Frida del Mar López Badillo

¿Por qué debemos dejar de asumir que todas las personas son heterosexuales y cis-género?, empiezo este texto con una pregunta que nos permitirá abordar de mejor manera la problemática que existe, porque para poder combatir y erradicar un problema, es necesario nombrarle tal cual lo es. Aunque a muchas personas les resulte difícil creerlo, asumir que cada que nace un bebé será heterosexual y cis-género puede generar un impacto negativo en su vida.

Las personas somos más que un concepto, somos inclasificables, no somos iguales porque diario atravesamos y atestiguamos cambios de los que formamos parte. Aunque si tuviera que elegir un concepto para dar cabida a la colectividad, diría que es precisamente la diversidad. La diversidad existe, la diversidad somos todas, todos y todes.

Sin embargo, para efectos explicativos es necesario dejar claro qué significan las palabras a las que hago referencia en el primer párrafo de este artículo. Una persona cis-género es aquella que su identidad y expresión de género corresponde con su fenotipo sexual con el que nace. Una persona heterosexual es alguien que siente atracción por personas del sexo distinto al suyo. Como podrán ver, son conceptos con una perspectiva que se reduce a lo biológico y que escapa de la realidad tan cambiante que se presenta día con día.

Basta mencionar que la primer persona en desarrollar el concepto “cisexual”, concepto que por su alcance resulta similar a cis-género, fue Volkmar Sigusch, un psiquiatra y sexólogo alemán, desde luego caucásico, y con el reconocimiento suficiente a nivel académico para intentar petrificar un concepto y limitar una, de las muchas que existen, manifestaciones de expresión de identidad de género. Desde mi punto de vista, es insuficiente y agresivo dar por sentado que un concepto pretenda clarificar la manera en la que nos identificamos y mostramos frente a la colectividad.

Es importante tener en consideración que no importa el grado académico que una persona ostente, ni que tan rimbombante sea el concepto o la teoría que pretenda sostener, siempre resultarán insuficientes para describir a una persona, porque precisamente la diversidad que nos caracteriza y las expresiones tan únicas que tenemos permiten probar que somos más de lo que se pueda pensar y conceptualizar.

Sobra decir que el género es el resultado de vivir diversos procesos culturales que provocan que pensemos y repliquemos estándares y comportamientos que “corresponden” a nuestro sexo de nacimiento. Sin embargo, es posible que al vivir estos procesos empecemos a construir nuestra identidad de género de tal manera en que las demás personas consideren que nuestro desarrollo es acorde a los parámetros “normales” y biológicamente adecuado.

De ahí la importancia de crear condiciones adecuadas, para que los espacios y ambientes sean seguros, pues de esta manera cada persona podrá sentirse libre de ser lo que en verdad quiera, sin necesidad de buscar encuadrarse en lo que socialmente es aceptado por ser común, según las expectativas que existen por sus órganos sexuales de nacimiento.

Es decir, si una persona crece y se desarrolla en un entorno en el que asume que obligatoriamente debe identificarse como heterosexual y cis-género, aunque esta persona no se sienta, ni se perciba así, podrían provocar un impacto negativo en su vida, tal sería el caso de que la persona viva permanentemente reprimida y que incluso, nunca llegue a conocerse ni a percibirse así misma como realmente es.

También es importante puntualizar que muchas veces este tipo de entornos que generan un impacto negativo en la vida de las demás personas, no son replicados de manera consiente, y ese es otro de los problemas que afectan y transgreden la autonomía de cada persona para decidir cómo quiere identificarse, percibirse y relacionarse con los demás.

Bajo esa línea de ideas, desde que nacemos estamos expuestos a diversas prácticas que, no porque lleven años siendo replicadas por la sociedad, significa que sean correctas o que generen un impacto positivo en la vida de las personas. Este tipo de prácticas, comentarios o conductas suelen estar perfectamente normalizadas, porque precisamente el hecho de que diario se repliquen genera una percepción de aceptación total, sin que medie la posibilidad de si quiera cuestionarse el origen y permanencia de las mismas.

Un claro ejemplo y que cada día cobra mayor popularidad al punto de haberse convertido en un modelo de negocio particular, son las famosas fiestas de gender reveal, o por su traducción al español, revelación de género, respecto del bebé que está en proceso de gestación. Estas fiestas básicamente anuncian el sexo del bebé a través de dos colores, rosa para la mujer y azul para el hombre.

Lo que parecería ser una fiesta agradable y llena de amor para ese bebé que viene en camino, termina siendo un evento en el que las personas que asisten van a generar de manera inconsciente muchas expectativas sobre el nacimiento y posterior desarrollo del bebé, teniendo siempre en mente el color temático de la fiesta y las conductas debe replicar. Pero no hay que perder de vista lo importante, nadie debería generar expectativas sobre los cuerpos ajenos y sobre la manera en la que las personas deciden identificarse, percibirse y relacionarse con la sociedad.

Ahora bien, no cumplir expectativas va más allá de lo que podríamos pensar, ya que tiene implicaciones en aspectos laborales, escolares, familiares, o en espacios públicos durante actividades tan cotidianas como podría ser ir al baño o entrar a un probador de ropa, en el que si la persona que quiere entrar se identifica y relaciona de manera distinta y contraria a la de su sexo de nacimiento, existe una alta probabilidad de que le nieguen la entrada porque biológicamente “no le corresponde” entrar ahí. Insisto, no es que no le corresponda, sino que la expectativa que se tiene para que todas las personas encuadren dentro de las mismas categorías y estándares que se reducen a lo biológico y a lo “normal”, terminan en consecuencias que se resumen en exclusión y malos tratos.

Por eso es fundamental entender que cada persona es un mundo totalmente distinto al nuestro, que cada quien vive procesos distintos que requieren mayor o menor tiempo, y eso jamás podrá ser de la incumbencia del resto de la sociedad, porque precisamente no es su vida, sino la vida de alguien más. Puede parecer muy fácil de leer, pero la realidad es que, como mencioné en párrafos anteriores, en muchas ocasiones replicamos escenarios y conductas que pueden transgredir la vida de alguien más.

Hablar de diversidad no solo es importante, también es necesario para entender que existen personas que no encuadran en las categorías tradicionales, ni tienen por qué encuadrar en ninguna otra categoría porque las personas no somos simples conceptos que deban categorizase o clasificarse. Además, abordar estos temas permite evidenciar las problemáticas y violencias que se viven diariamente bajo falsas aseveraciones relativas a lo que es “normal”.

Las críticas a las problemáticas no deben quedarse en charlas o en opiniones, las críticas deben trascender y materializarse en la exigencia de soluciones concretas para crear políticas públicas a través de las cuáles puedan generarse espacios seguros para la diversidad y también enfocados en erradicar los tratos diferenciados que no tienen justificación y las conductas de exclusión que afectan la vida de muchas personas.

No somos iguales, somos diversxs.