/ domingo 23 de agosto de 2020

Nos llueve sobre mojado…

Y no podemos sentir de otra forma, cuando estamos sufriendo los crueles estragos causados por la pandemia que hace evidente la fragilidad de la gran mayoría de los sistemas de salud en un mundo esperanzado en la ciencia, rogando para que de los laboratorios más adelantados surja una vacuna que contrarreste con éxito sus efectos devastadores, no solo para quienes hoy por hoy vivimos amenazados con el contagio, que somos todos, sino que igualmente evite que sigan arruinándose las economías con el cierre parcial o total de empresas, sin importar cual sea su tamaño, generando un desempleo sin precedentes y desde luego, propiciando un espantoso incremento global de pobreza y hambre, especialmente en las sociedades que por generaciones ya las padecíamos.

También se han acentuado los problemas de convivencia, empezando con el alarmante aumento de la violencia familiar, seguido de los demás espacios en donde nos relacionamos cotidianamente, al grado que no encontramos un lugar lo suficientemente seguro para cobijarnos de estas colosales amenazas. Sobre todo, cuando venimos arrastrando un pasado en el que actuaron gobiernos corruptos y erráticos que ensancharon sin medida las desigualdades sociales y promovieron la pobreza y el hambre, así como la violencia entre aquellos que debían servir; discriminándolos, al negarles una educación cuya calidad les permitiera el libre acceso a una forma de vida productiva y útil para ellos, su familia, su entorno y para la sociedad misma. En su lugar, los arrojaron a la informalidad, la clandestinidad y el comportamiento violento e irresponsable, en una palabra, les negaron la dignidad y con eso, causaron su indefensión ante enemigos tan letales como el virus.

Por si faltara algo, nos persiguen las desgracias asociadas con la corrupción de los gobernantes, particularmente me ensombrece lo sucedido en el centro de Beirut, capital de El Líbano, donde en plena cuarentena una explosión impresionante arrasó con media ciudad, destruyendo más de 300,000 casas y al momento, contabilizados unos 200 muertos, provocando una profunda crisis en ese querido país, cuna de mis ancestros. Al parecer la catástrofe se produjo por el incendio de contenedores con más de 2500 toneladas de nitrato de amonio abandonados injustificadamente en el puerto hace seis años, situación que dicen fue advertida por expertos como una seria amenaza tiempo atrás, pero que la burocracia negligente no tomó cartas en el asunto y sobrevino la tragedia. La ciudadanía ya provocó la renuncia del gobierno en pleno. Las imágenes que nos llegan y dan vuelta al mundo, reflejan los escombros a que se vio reducida la bella ciudad donde hoy reina el caos, el hambre y angustia por la irresponsabilidad de su clase política.

Hoy, como en otras ocasiones, el encierro me concedió algunos momentos de reflexión, estoy seguro de no ser el único, y lastimosamente concluí que el género humano se precipita al abismo de su extinción si no corrige su comportamiento hacia sus semejantes y al medio ambiente que hizo y hace posible su existencia. Los ha dañado sin misericordia, afectándose a sí mismo con su falta de solidaridad y su crueldad hasta la eliminación respecto los demás seres vivos que habitan el planeta, se comporta como si no necesitara de ellos para sobrevivir, aceleradamente se está quedando solo.

Si no corregimos hoy…tal vez no habrá mañana.



napoleonef@hotmail.com


Y no podemos sentir de otra forma, cuando estamos sufriendo los crueles estragos causados por la pandemia que hace evidente la fragilidad de la gran mayoría de los sistemas de salud en un mundo esperanzado en la ciencia, rogando para que de los laboratorios más adelantados surja una vacuna que contrarreste con éxito sus efectos devastadores, no solo para quienes hoy por hoy vivimos amenazados con el contagio, que somos todos, sino que igualmente evite que sigan arruinándose las economías con el cierre parcial o total de empresas, sin importar cual sea su tamaño, generando un desempleo sin precedentes y desde luego, propiciando un espantoso incremento global de pobreza y hambre, especialmente en las sociedades que por generaciones ya las padecíamos.

También se han acentuado los problemas de convivencia, empezando con el alarmante aumento de la violencia familiar, seguido de los demás espacios en donde nos relacionamos cotidianamente, al grado que no encontramos un lugar lo suficientemente seguro para cobijarnos de estas colosales amenazas. Sobre todo, cuando venimos arrastrando un pasado en el que actuaron gobiernos corruptos y erráticos que ensancharon sin medida las desigualdades sociales y promovieron la pobreza y el hambre, así como la violencia entre aquellos que debían servir; discriminándolos, al negarles una educación cuya calidad les permitiera el libre acceso a una forma de vida productiva y útil para ellos, su familia, su entorno y para la sociedad misma. En su lugar, los arrojaron a la informalidad, la clandestinidad y el comportamiento violento e irresponsable, en una palabra, les negaron la dignidad y con eso, causaron su indefensión ante enemigos tan letales como el virus.

Por si faltara algo, nos persiguen las desgracias asociadas con la corrupción de los gobernantes, particularmente me ensombrece lo sucedido en el centro de Beirut, capital de El Líbano, donde en plena cuarentena una explosión impresionante arrasó con media ciudad, destruyendo más de 300,000 casas y al momento, contabilizados unos 200 muertos, provocando una profunda crisis en ese querido país, cuna de mis ancestros. Al parecer la catástrofe se produjo por el incendio de contenedores con más de 2500 toneladas de nitrato de amonio abandonados injustificadamente en el puerto hace seis años, situación que dicen fue advertida por expertos como una seria amenaza tiempo atrás, pero que la burocracia negligente no tomó cartas en el asunto y sobrevino la tragedia. La ciudadanía ya provocó la renuncia del gobierno en pleno. Las imágenes que nos llegan y dan vuelta al mundo, reflejan los escombros a que se vio reducida la bella ciudad donde hoy reina el caos, el hambre y angustia por la irresponsabilidad de su clase política.

Hoy, como en otras ocasiones, el encierro me concedió algunos momentos de reflexión, estoy seguro de no ser el único, y lastimosamente concluí que el género humano se precipita al abismo de su extinción si no corrige su comportamiento hacia sus semejantes y al medio ambiente que hizo y hace posible su existencia. Los ha dañado sin misericordia, afectándose a sí mismo con su falta de solidaridad y su crueldad hasta la eliminación respecto los demás seres vivos que habitan el planeta, se comporta como si no necesitara de ellos para sobrevivir, aceleradamente se está quedando solo.

Si no corregimos hoy…tal vez no habrá mañana.



napoleonef@hotmail.com


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