/ miércoles 8 de noviembre de 2023

Nosotros los progres

Hace unos años, el entonces gobernador de Jalisco, Emilio González, se opuso a regalar condones a los jóvenes, porque equivaldría, según él, a entregarles un vale para el motel y un six de cervezas. La perspectiva moral de González nubló un concepto fundamental: la salud pública.

Hace unos días, una diputada panista en la Ciudad de México, Ana Villagrán, más o menos con la misma lógica, se preguntaba ¿Por qué el Estado debe pagar los abortos? y luego juzgaba “Los asesinatos de bebés y las malas decisiones no deberían ser financiados por ningún gobierno”.

Creo que puedo subrayar “las malas decisiones”. La oposición al aborto tiene una fuerte carga moral. Si vives en matrimonio ¿por qué vas a abortar? Si no, no deberías tener sexo y, por mor de, no habría necesidad de abortar. El concepto de “salud pública” queda subordinado a preceptos de carácter moral y religioso de los que los gobiernos deberían deslindarse.

Hay que regalar condones, para evitar enfermedades de transmisión sexual y embarazos; hay que pagar interrupciones legales del embarazo, para evitar nacimientos no deseados: sale más barato, no conlleva juicios respecto al acto sexual, no trae al mundo niños con menores oportunidades que los más deseados, y no hace del aborto un derecho inequitativo al que sólo puedan acceder “las niñas bien”. Salud pública.

Esta idea, que he tratado de simplificar, forma parte de una especie de combo de “agendas progres” de las que no me soslayo: la mía es la movilidad sustentable.

Tengo la percepción de que en el Acción Nacional es bastante frecuente ver posiciones políticas moralizadas para quedar bien con ciertos baluartes partidistas que no tolerarían una militancia “progre”. El problema es que, con facilidad, esto vuelve al PAN intransitable para una parte del electorado opositor.

En específico, aún habiendo descontento contra el gobierno de Claudia Sheinbaum y Martí Batres, hay muchos que no podrían votar por el PAN por posturas no sólo como la de Villagrán, sino incluso más radicales, como las de América Rangel y Gabriel Quadri, que son consideradas transfóbicas y discriminatorias.

Están por comenzar las precampañas para la Jefatura de Gobierno. Para mí, como para muchos capitalinos, urge un cambio de partido. La opción más viable será la coalición Va por la CDMX, no Movimiento Ciudadano, que tiene una postura mucho más “progre”. Dentro de Va por la CDMX, parece que las preferencias se decantarán por Santiago Taboada.

En el caso de MC, el candidato será Salomón Chertorivski, de quien podría decir muchas cosas buenas y añadir que es mi amigo, que lo estimo y que estoy agradecido con él. Aún así, no lo apoyaré. Mi decisión es acompañar a Santiago Taboada, porque creo en sus capacidades y en las de su grupo político, porque tiene la oportunidad de ganar y de hacer cambios importantes en el rumbo de la ciudad capital.

Sin embargo, las baladronadas morales que rodean a la coalición llevan una carga negativa y ya no deberían ser parte de la conversación: ponen el riesgo el voto, dificultan la transitabilidad de otras agendas, como la movilidad sustentable, y evitan las discusiones más importantes: las estrategias de política pública para que el derecho a la ciudad, plasmado en la constitución local, sea una realidad.


Hace unos años, el entonces gobernador de Jalisco, Emilio González, se opuso a regalar condones a los jóvenes, porque equivaldría, según él, a entregarles un vale para el motel y un six de cervezas. La perspectiva moral de González nubló un concepto fundamental: la salud pública.

Hace unos días, una diputada panista en la Ciudad de México, Ana Villagrán, más o menos con la misma lógica, se preguntaba ¿Por qué el Estado debe pagar los abortos? y luego juzgaba “Los asesinatos de bebés y las malas decisiones no deberían ser financiados por ningún gobierno”.

Creo que puedo subrayar “las malas decisiones”. La oposición al aborto tiene una fuerte carga moral. Si vives en matrimonio ¿por qué vas a abortar? Si no, no deberías tener sexo y, por mor de, no habría necesidad de abortar. El concepto de “salud pública” queda subordinado a preceptos de carácter moral y religioso de los que los gobiernos deberían deslindarse.

Hay que regalar condones, para evitar enfermedades de transmisión sexual y embarazos; hay que pagar interrupciones legales del embarazo, para evitar nacimientos no deseados: sale más barato, no conlleva juicios respecto al acto sexual, no trae al mundo niños con menores oportunidades que los más deseados, y no hace del aborto un derecho inequitativo al que sólo puedan acceder “las niñas bien”. Salud pública.

Esta idea, que he tratado de simplificar, forma parte de una especie de combo de “agendas progres” de las que no me soslayo: la mía es la movilidad sustentable.

Tengo la percepción de que en el Acción Nacional es bastante frecuente ver posiciones políticas moralizadas para quedar bien con ciertos baluartes partidistas que no tolerarían una militancia “progre”. El problema es que, con facilidad, esto vuelve al PAN intransitable para una parte del electorado opositor.

En específico, aún habiendo descontento contra el gobierno de Claudia Sheinbaum y Martí Batres, hay muchos que no podrían votar por el PAN por posturas no sólo como la de Villagrán, sino incluso más radicales, como las de América Rangel y Gabriel Quadri, que son consideradas transfóbicas y discriminatorias.

Están por comenzar las precampañas para la Jefatura de Gobierno. Para mí, como para muchos capitalinos, urge un cambio de partido. La opción más viable será la coalición Va por la CDMX, no Movimiento Ciudadano, que tiene una postura mucho más “progre”. Dentro de Va por la CDMX, parece que las preferencias se decantarán por Santiago Taboada.

En el caso de MC, el candidato será Salomón Chertorivski, de quien podría decir muchas cosas buenas y añadir que es mi amigo, que lo estimo y que estoy agradecido con él. Aún así, no lo apoyaré. Mi decisión es acompañar a Santiago Taboada, porque creo en sus capacidades y en las de su grupo político, porque tiene la oportunidad de ganar y de hacer cambios importantes en el rumbo de la ciudad capital.

Sin embargo, las baladronadas morales que rodean a la coalición llevan una carga negativa y ya no deberían ser parte de la conversación: ponen el riesgo el voto, dificultan la transitabilidad de otras agendas, como la movilidad sustentable, y evitan las discusiones más importantes: las estrategias de política pública para que el derecho a la ciudad, plasmado en la constitución local, sea una realidad.


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