/ jueves 6 de diciembre de 2018

Nuestro aporte al nuevo gobierno

VER.- Hemos iniciado un nuevo periodo presidencial en el país. En el discurso inaugural, ¡cuántas promesas, cuántos proyectos! Llevarlos a la práctica, siempre por el bien común, no depende sólo del deseo o de decretos del Presidente, aunque diga que tiene el poder en la mano.

Dios es enemigo de robar, de mentir, de desear los bienes ajenos, de la corrupción. Así nos lo tiene señalado en el Decálogo, pero respeta nuestra libertad para seguir este camino, o hacer lo contrario. Dios no se impone. Jesucristo no tolera la corrupción; sin embargo, entre sus colaboradores había corrupción. ¡Y eso que es Dios! La mayoría nos declaramos creyentes, pero la corrupción puede estar en ti y en mí, a pesar de leyes humanas y divinas. Si no cooperamos todos, no se podrá extirpar.

Todos sufrimos la violencia y la inseguridad; acabar con ella no depende sólo de los buenos consejos de mamás santas, ni de una reorganización policíaca, o de nuevas leyes. Dios nos ordena no matar, sino hacer siempre el bien; sin embargo, ¿cuántos no le hacen caso? Se necesita rescatar las familias, respetar la vida intrauterina, cambiar el corazón, hacerle caso a Dios, para que haya armonía social. Sin esto, no se alcanza la anhelada transformación.

Vencer por siempre la pobreza, que es un anhelo profundo del mismo Dios, no depende de dádivas generalizadas, ni sólo de programas de desarrollo regional. Dios podría hacernos ricos a todos, pero no lo quiere hacer él solo sin nosotros; por ello, es necesario aprender a trabajar, desde una familia bien integrada, buscar creativamente fuentes de ingresos, no malgastar el dinero en cosas no indispensables, y todo esto depende de cada ciudadano. Jóvenes eternamente dependientes, no conocen la dignidad del trabajo.

PENSAR

¿Qué podemos aportar al nuevo gobierno? Ciertamente nuestra oración, pero no a las fuerzas de la naturaleza, a los cuatro rumbos del universo, a los espíritus de los ancestros, sino al Creador de la madre tierra, a nuestro Padre del Cielo, generador de toda vida, y a nuestra Madre de Guadalupe, como lo hicieron dos indígenas en el ritual del Zócalo, una invocando a la Virgen y otro entregando un Crucifijo al nuevo Presidente.

Recordamos lo que el Papa Francisco, en su visita a México, dijo a las autoridades civiles en Palacio Nacional: “A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales.

Le aseguro, señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la civilización del amor” (13-II-2016). ACTUAR ¿Qué podemos hacer tú y yo, para que los buenos proyectos del nuevo Presidente se hagan realidad? El no tiene una varita mágica para enderezar el país. Hagamos lo que nos corresponde, sobre todo educando para el bien actuar desde nuestra familia.

Recordamos lo que el Papa Francisco, en su visita a México, dijo a las autoridades civiles en Palacio Nacional: “A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales. Le aseguro, señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la civilización del amor” (13-II-2016).

Obispo Emérito de SCLC

VER.- Hemos iniciado un nuevo periodo presidencial en el país. En el discurso inaugural, ¡cuántas promesas, cuántos proyectos! Llevarlos a la práctica, siempre por el bien común, no depende sólo del deseo o de decretos del Presidente, aunque diga que tiene el poder en la mano.

Dios es enemigo de robar, de mentir, de desear los bienes ajenos, de la corrupción. Así nos lo tiene señalado en el Decálogo, pero respeta nuestra libertad para seguir este camino, o hacer lo contrario. Dios no se impone. Jesucristo no tolera la corrupción; sin embargo, entre sus colaboradores había corrupción. ¡Y eso que es Dios! La mayoría nos declaramos creyentes, pero la corrupción puede estar en ti y en mí, a pesar de leyes humanas y divinas. Si no cooperamos todos, no se podrá extirpar.

Todos sufrimos la violencia y la inseguridad; acabar con ella no depende sólo de los buenos consejos de mamás santas, ni de una reorganización policíaca, o de nuevas leyes. Dios nos ordena no matar, sino hacer siempre el bien; sin embargo, ¿cuántos no le hacen caso? Se necesita rescatar las familias, respetar la vida intrauterina, cambiar el corazón, hacerle caso a Dios, para que haya armonía social. Sin esto, no se alcanza la anhelada transformación.

Vencer por siempre la pobreza, que es un anhelo profundo del mismo Dios, no depende de dádivas generalizadas, ni sólo de programas de desarrollo regional. Dios podría hacernos ricos a todos, pero no lo quiere hacer él solo sin nosotros; por ello, es necesario aprender a trabajar, desde una familia bien integrada, buscar creativamente fuentes de ingresos, no malgastar el dinero en cosas no indispensables, y todo esto depende de cada ciudadano. Jóvenes eternamente dependientes, no conocen la dignidad del trabajo.

PENSAR

¿Qué podemos aportar al nuevo gobierno? Ciertamente nuestra oración, pero no a las fuerzas de la naturaleza, a los cuatro rumbos del universo, a los espíritus de los ancestros, sino al Creador de la madre tierra, a nuestro Padre del Cielo, generador de toda vida, y a nuestra Madre de Guadalupe, como lo hicieron dos indígenas en el ritual del Zócalo, una invocando a la Virgen y otro entregando un Crucifijo al nuevo Presidente.

Recordamos lo que el Papa Francisco, en su visita a México, dijo a las autoridades civiles en Palacio Nacional: “A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales.

Le aseguro, señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la civilización del amor” (13-II-2016). ACTUAR ¿Qué podemos hacer tú y yo, para que los buenos proyectos del nuevo Presidente se hagan realidad? El no tiene una varita mágica para enderezar el país. Hagamos lo que nos corresponde, sobre todo educando para el bien actuar desde nuestra familia.

Recordamos lo que el Papa Francisco, en su visita a México, dijo a las autoridades civiles en Palacio Nacional: “A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales. Le aseguro, señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de la civilización del amor” (13-II-2016).

Obispo Emérito de SCLC

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