/ martes 10 de noviembre de 2020

Nuestro sistema de salud

por Juan Méndez

Amanda es una médica con más de 30 años de servicio en el Sistema de Salud del Estado y, contra todo pronóstico, continúa sirviendo en el cuidado de la salud de cientos de personas que pasan por sus manos y estetoscopio. Desde hace más de 20 años, Amanda padece de Lupus, lo cual le complica su traslado en transporte público de su casa a la clínica en la cual trabaja por más de hora y media. Pese a ello sigue ejerciendo su vocación con dedicación. Cada tres meses, acude a su clínica al otro lado de la ciudad para dar seguimiento a su enfermedad y surtir sus medicamentos, pero una de cada tres ocasiones le piden volver después porque no cuentan con el abasto disponible. Eso sí, le sellan su receta pese haber recibido sólo una parte de su tratamiento y regresa a su trabajo.

Sin importar que, Amanda no puede dejar de tomar sus medicinas ya que, si así fuera, sus crisis le permitirían siquiera salir de la cama por el dolor en cada hueso. Por eso, Amanda dedica desde hace muchos años una parte de su salario mensual a surtir sus medicinas en farmacias que ofrecen 3x2 en medicamentos de control, ante ello se pregunta “¿Cómo le harán las demás personas en medio de esta crisis para solventar gastos?”, mientras suspira y paga sus medicinas.

La realidad es que no todas las personas tienen lo necesario para cubrir esos gastos, ya que en México la desigualdad socioeconómica desemboca en la falta de acceso a servicios de salud (medicinas, insumos y dispositivos) y, a su vez, en un aumento paulatino del gasto en el bolsillo. De hecho, en 2019, una de cada dos personas carecía de acceso a la seguridad social, el 16% carecía de acceso a servicios médicos y tres de cada diez recetas no fueron surtidas en las farmacias públicas del país (Secretaría de Salud, 2020).

¿Qué alternativas tenemos como pacientes a un problema tan peligrosamente cotidiano? La exigencia colectiva de nuestros derechos —en particular, a nuestra salud, al acceso efectivo a medicinas y a una vida digna— mediante todos los medios ciudadanos, institucionales y políticos a nuestro alcance. El Sistema de Salud en México nos lo pintan como una red demasiado densa de comprender y fuera del alcance de cualquier ciudadano promedio. Sin embargo, olvidamos que somos nosotros y nosotras quienes componemos cada parte de ese sistema y que, verdaderamente, es una institución ciudadana que debe estar al servicio de todxs, tal y como lo plantean nuestras leyes. Para lograr un cambio tangible es necesario tomar parte activa en nuestras instituciones y alzar la voz ante cualquier atropello, injusticia, ineficiencia o corrupción que menoscabe el ejercicio de nuestros derechos.

Es cierto, 2020 ha puesto en jaque al Sistema de Salud mexicano, pero también es cierto que se caracteriza como un año de solidaridad y colaboración en el que la sociedad civil y grupos de pacientes juntan fuerza para exigir colectivamente los medios para sobrevivir cualquier padecimiento de forma oportuna. Un ejemplo clave es el Colectivo Cero Desabasto, impulsado por Nosotrxs y FUNDAR en colaboración con las principales asociaciones de pacientes de cáncer y fibrosis quística en el país, en la estrategia “Mapeando el Desabasto en México”, específicamente en su segundo informe anual de 2020. Los informes se integran a partir de los reportes de más de 3 mil pacientes en toda la república que han denunciado la falta de medicamentos, insumos y tecnologías en los distintos centros de salud. Mediante la plataforma https://cerodesabasto.org/ se recopila la información, que es integrada en un mapeo cuatrimestral y presentada a las autoridades para dar seguimiento a los casos y colaborar en posibles vías de solución.

Sólo mediante la acción colectiva y la unión de voluntades es posible generar los cambios necesarios para el respeto a nuestros derechos. El caso de Amanda muestra la urgente atención que necesitan las y los pacientes mexicanos. Sus voces, en muchas ocasiones, han sido silenciadas por montañas de trámites; sus quejas han terminado en buzones infinitos o en líneas telefónicas sin respuesta. En el peor de los casos, su último aliento fue a la espera de su tratamiento. Aún falta un largo camino por recorrer para resolver el meollo del asunto, pero en el camino no olvidemos que somos nosotrxs, son nuestras leyes e instituciones y, más que otra cosa, nuestros derechos.

por Juan Méndez

Amanda es una médica con más de 30 años de servicio en el Sistema de Salud del Estado y, contra todo pronóstico, continúa sirviendo en el cuidado de la salud de cientos de personas que pasan por sus manos y estetoscopio. Desde hace más de 20 años, Amanda padece de Lupus, lo cual le complica su traslado en transporte público de su casa a la clínica en la cual trabaja por más de hora y media. Pese a ello sigue ejerciendo su vocación con dedicación. Cada tres meses, acude a su clínica al otro lado de la ciudad para dar seguimiento a su enfermedad y surtir sus medicamentos, pero una de cada tres ocasiones le piden volver después porque no cuentan con el abasto disponible. Eso sí, le sellan su receta pese haber recibido sólo una parte de su tratamiento y regresa a su trabajo.

Sin importar que, Amanda no puede dejar de tomar sus medicinas ya que, si así fuera, sus crisis le permitirían siquiera salir de la cama por el dolor en cada hueso. Por eso, Amanda dedica desde hace muchos años una parte de su salario mensual a surtir sus medicinas en farmacias que ofrecen 3x2 en medicamentos de control, ante ello se pregunta “¿Cómo le harán las demás personas en medio de esta crisis para solventar gastos?”, mientras suspira y paga sus medicinas.

La realidad es que no todas las personas tienen lo necesario para cubrir esos gastos, ya que en México la desigualdad socioeconómica desemboca en la falta de acceso a servicios de salud (medicinas, insumos y dispositivos) y, a su vez, en un aumento paulatino del gasto en el bolsillo. De hecho, en 2019, una de cada dos personas carecía de acceso a la seguridad social, el 16% carecía de acceso a servicios médicos y tres de cada diez recetas no fueron surtidas en las farmacias públicas del país (Secretaría de Salud, 2020).

¿Qué alternativas tenemos como pacientes a un problema tan peligrosamente cotidiano? La exigencia colectiva de nuestros derechos —en particular, a nuestra salud, al acceso efectivo a medicinas y a una vida digna— mediante todos los medios ciudadanos, institucionales y políticos a nuestro alcance. El Sistema de Salud en México nos lo pintan como una red demasiado densa de comprender y fuera del alcance de cualquier ciudadano promedio. Sin embargo, olvidamos que somos nosotros y nosotras quienes componemos cada parte de ese sistema y que, verdaderamente, es una institución ciudadana que debe estar al servicio de todxs, tal y como lo plantean nuestras leyes. Para lograr un cambio tangible es necesario tomar parte activa en nuestras instituciones y alzar la voz ante cualquier atropello, injusticia, ineficiencia o corrupción que menoscabe el ejercicio de nuestros derechos.

Es cierto, 2020 ha puesto en jaque al Sistema de Salud mexicano, pero también es cierto que se caracteriza como un año de solidaridad y colaboración en el que la sociedad civil y grupos de pacientes juntan fuerza para exigir colectivamente los medios para sobrevivir cualquier padecimiento de forma oportuna. Un ejemplo clave es el Colectivo Cero Desabasto, impulsado por Nosotrxs y FUNDAR en colaboración con las principales asociaciones de pacientes de cáncer y fibrosis quística en el país, en la estrategia “Mapeando el Desabasto en México”, específicamente en su segundo informe anual de 2020. Los informes se integran a partir de los reportes de más de 3 mil pacientes en toda la república que han denunciado la falta de medicamentos, insumos y tecnologías en los distintos centros de salud. Mediante la plataforma https://cerodesabasto.org/ se recopila la información, que es integrada en un mapeo cuatrimestral y presentada a las autoridades para dar seguimiento a los casos y colaborar en posibles vías de solución.

Sólo mediante la acción colectiva y la unión de voluntades es posible generar los cambios necesarios para el respeto a nuestros derechos. El caso de Amanda muestra la urgente atención que necesitan las y los pacientes mexicanos. Sus voces, en muchas ocasiones, han sido silenciadas por montañas de trámites; sus quejas han terminado en buzones infinitos o en líneas telefónicas sin respuesta. En el peor de los casos, su último aliento fue a la espera de su tratamiento. Aún falta un largo camino por recorrer para resolver el meollo del asunto, pero en el camino no olvidemos que somos nosotrxs, son nuestras leyes e instituciones y, más que otra cosa, nuestros derechos.