/ domingo 31 de mayo de 2020

“Nueva normalidad” ¿Fin o principio del fin?

Este viernes fue presentado el primer mapa del “semáforo” nacional con efecto regional. Solo Zacatecas es naranja, el resto rojo, pero nada más en la pantalla: la realidad es otra. Gran parte de la población está ya en la calle porque no ha podido -y en muchos de los casos tampoco querido- permanecer en casa.

El embate neovírico llegó a nuestro país en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia contemporánea. Justo cuando padecíamos la mayor crisis de nuestro sistema de salud mientras amplios sectores de la población enfrentaban algunos de los más elevados índices de pobreza, en plena etapa de escisión política, descomposición social, violencia y criminalidad jamás igualadas.

Éste era el México pre Covid-19 ¿cuál será el de la “nueva normalidad”? Grave pregunta, porque a raíz de la pandemia se han venido elaborando en el mundo múltiples modelos proyectivos: la humanidad está ávida de entrever hacia dónde nos dirigimos. En nuestra Nación, desde un inicio el gobierno federal, a través de la Secretaría de Salud, determinó aplicar el Modelo Centinela de Vigilancia Epidemiológica. Sin embargo, la decisión fue altamente cuestionada. Diversos especialistas (como Alejandro Macías) destacaron que su diseño no era pertinente ante las características del COVID-19. Aún así, se buscó adaptar al modelo, hasta que al cabo de unas semanas terminó siendo desechado por el propio subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud.

A mediados de abril, se dio a conocer el modelo matemático SC-COSMO de orientación SIR (susceptibles, infectados y recuperados), elaborado por personal del Centro de Investigación y Docencia Económicas y de la Universidad de Stanford, según el cual estaríamos ante la posibilidad de que a partir de los primeros días de junio el número de casos confirmados se dispare y llegue a casi 30 mil por día hacia el 21 de este mes.

Otro modelo, por demás interesante, ha sido el elaborado por Younyang Gu -procedente del MIT- al que han recurrido los CDC estadounidenses para evaluar la recuperación de su país, considerándolo hasta ahora el más preciso en el tema. Un modelo tipo SEIS (susceptibles, expuestos, infectados y otra vez susceptibles) que emplea la fascinante tecnología de la “machine learning” derivada de la inteligencia artificial. De acuerdo con él, México estará avanzando, estremecedoramente, hacia un clímax que ocurrirá a fines de julio y que para el 1º de septiembre prevé la infección de un universo de entre 5 y 30 millones de personas, con una letalidad entre 40 mil y 250 mil decesos y una media de 137 mil.

El hecho de que existan múltiples modelos es un fenómeno común y necesario. Cada uno desarrolla su propia metodología de análisis y manejo matemático, derivados de la ponderación y valoración de aspectos específicos, ya que no existe “el modelo perfecto ni infalible”, sino modelos que pueden aproximarse a lo que habrá de ocurrir. Sin embargo, su éxito no depende de que el procedimiento sea asertivo: el elemento clave son los datos empleados, de cuya fidedignidad depende la del modelo. Si están sesgados y/o alterados, de nada habrá servido tener al mejor y más exacto modelo: sus resultados serán erróneos.

Desde hace unos meses, catedráticos de la UNAM cuestionaron “las matemáticas lópez-gatellianas” (Arturo Erdely) y condenaron la negligente omisión en aplicar pruebas e instrumentar medidas de contención (Laurie Ann Ximénez Fyvie). A la par, diversos analistas, organismos y medios nacionales y extranjeros han denunciado la severa discrepancia entre las cifras de contagios activos, sospechosos, acumulados y decesos -principalmente en la Ciudad de México- a partir de los datos presentados por el gobierno que minimizan una realidad a la que solo “hasta dentro de uno o dos años conoceremos”, una vez que sean “revisados por el Comité Técnico”.

Al final, el mensaje cotidiano del subsecretario no logró su objetivo: convencer y contener a la población. Pero era de prever, la presión que lleva a cuestas es colosal. Por un lado, la postura oficial que desprecia al testeo porque hay “otros datos” y “otras prioridades”. Por otro, una sociedad que se mofa de las recomendaciones científicas, del virus y sus peligros, al grado de volcarse irracional y salvajemente contra las medidas de sanitización como antes lo ha venido haciendo contra enfermos y personal sanitario. Sí, solo esto podría explicar su reacción visceral, falta de sensibilidad e inteligencia emocional, al responder a los cuestionamientos de la legisladora panista Alejandra Reynoso durante su comparecencia senatorial.

A unas horas de que inicie “la nueva normalidad” por decreto, se palpa y respira la incertidumbre social. Lo más trágico es que mientras gobierno y sociedad acrecientan sus desarmonías (“incitaciones al golpe” en definición del productor palaciego), el invisible enemigo coronavírico se relame sus picos, al acecho de la nueva oleada de víctimas que a partir de mañana serán su festín.

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli


Este viernes fue presentado el primer mapa del “semáforo” nacional con efecto regional. Solo Zacatecas es naranja, el resto rojo, pero nada más en la pantalla: la realidad es otra. Gran parte de la población está ya en la calle porque no ha podido -y en muchos de los casos tampoco querido- permanecer en casa.

El embate neovírico llegó a nuestro país en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia contemporánea. Justo cuando padecíamos la mayor crisis de nuestro sistema de salud mientras amplios sectores de la población enfrentaban algunos de los más elevados índices de pobreza, en plena etapa de escisión política, descomposición social, violencia y criminalidad jamás igualadas.

Éste era el México pre Covid-19 ¿cuál será el de la “nueva normalidad”? Grave pregunta, porque a raíz de la pandemia se han venido elaborando en el mundo múltiples modelos proyectivos: la humanidad está ávida de entrever hacia dónde nos dirigimos. En nuestra Nación, desde un inicio el gobierno federal, a través de la Secretaría de Salud, determinó aplicar el Modelo Centinela de Vigilancia Epidemiológica. Sin embargo, la decisión fue altamente cuestionada. Diversos especialistas (como Alejandro Macías) destacaron que su diseño no era pertinente ante las características del COVID-19. Aún así, se buscó adaptar al modelo, hasta que al cabo de unas semanas terminó siendo desechado por el propio subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud.

A mediados de abril, se dio a conocer el modelo matemático SC-COSMO de orientación SIR (susceptibles, infectados y recuperados), elaborado por personal del Centro de Investigación y Docencia Económicas y de la Universidad de Stanford, según el cual estaríamos ante la posibilidad de que a partir de los primeros días de junio el número de casos confirmados se dispare y llegue a casi 30 mil por día hacia el 21 de este mes.

Otro modelo, por demás interesante, ha sido el elaborado por Younyang Gu -procedente del MIT- al que han recurrido los CDC estadounidenses para evaluar la recuperación de su país, considerándolo hasta ahora el más preciso en el tema. Un modelo tipo SEIS (susceptibles, expuestos, infectados y otra vez susceptibles) que emplea la fascinante tecnología de la “machine learning” derivada de la inteligencia artificial. De acuerdo con él, México estará avanzando, estremecedoramente, hacia un clímax que ocurrirá a fines de julio y que para el 1º de septiembre prevé la infección de un universo de entre 5 y 30 millones de personas, con una letalidad entre 40 mil y 250 mil decesos y una media de 137 mil.

El hecho de que existan múltiples modelos es un fenómeno común y necesario. Cada uno desarrolla su propia metodología de análisis y manejo matemático, derivados de la ponderación y valoración de aspectos específicos, ya que no existe “el modelo perfecto ni infalible”, sino modelos que pueden aproximarse a lo que habrá de ocurrir. Sin embargo, su éxito no depende de que el procedimiento sea asertivo: el elemento clave son los datos empleados, de cuya fidedignidad depende la del modelo. Si están sesgados y/o alterados, de nada habrá servido tener al mejor y más exacto modelo: sus resultados serán erróneos.

Desde hace unos meses, catedráticos de la UNAM cuestionaron “las matemáticas lópez-gatellianas” (Arturo Erdely) y condenaron la negligente omisión en aplicar pruebas e instrumentar medidas de contención (Laurie Ann Ximénez Fyvie). A la par, diversos analistas, organismos y medios nacionales y extranjeros han denunciado la severa discrepancia entre las cifras de contagios activos, sospechosos, acumulados y decesos -principalmente en la Ciudad de México- a partir de los datos presentados por el gobierno que minimizan una realidad a la que solo “hasta dentro de uno o dos años conoceremos”, una vez que sean “revisados por el Comité Técnico”.

Al final, el mensaje cotidiano del subsecretario no logró su objetivo: convencer y contener a la población. Pero era de prever, la presión que lleva a cuestas es colosal. Por un lado, la postura oficial que desprecia al testeo porque hay “otros datos” y “otras prioridades”. Por otro, una sociedad que se mofa de las recomendaciones científicas, del virus y sus peligros, al grado de volcarse irracional y salvajemente contra las medidas de sanitización como antes lo ha venido haciendo contra enfermos y personal sanitario. Sí, solo esto podría explicar su reacción visceral, falta de sensibilidad e inteligencia emocional, al responder a los cuestionamientos de la legisladora panista Alejandra Reynoso durante su comparecencia senatorial.

A unas horas de que inicie “la nueva normalidad” por decreto, se palpa y respira la incertidumbre social. Lo más trágico es que mientras gobierno y sociedad acrecientan sus desarmonías (“incitaciones al golpe” en definición del productor palaciego), el invisible enemigo coronavírico se relame sus picos, al acecho de la nueva oleada de víctimas que a partir de mañana serán su festín.

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli