/ lunes 28 de mayo de 2018

¿Nuevo TLCAN por agotamiento?

Asia espera pacientemente que América del Norte se equivoque para continuar drenando recursos a través de la dependencia comercial que el TLCAN tiene de insumos intermedios.

La posibilidad de imponer aranceles en el sector automotriz por motivo de seguridad nacional lleva la negociación a su punto de origen: el presidente Trump considera prioritario recuperar la producción de las manufacturas y por eso quiere elevar el contenido nacional y regional en el acuerdo. Por ello colocó al acero y aluminio en el ojo del huracán: en unos días anunciará si mantiene la exención arancelaria para las importaciones de sus socios.

Presión pura que se ha incrementado porque a Trump la vía fast track se le agota y de no lograr un acuerdo rápido tendrá que negociar con un nuevo congreso dominado por los demócratas.

México y Canadá apuestan a ese agotamiento y a que los intereses de las grandes empresas de EU terminen por doblegar a su presidente. No hay propuestas económicas nuevas, es cálculo político puro.

En el fondo apuestan a una “modernización” ligera que no modifique las bases del TLCAN actual. El problema es que ello no es consistente con las necesidades que la competencia global impone: elevar la productividad de las empresas en la región y disminuir la elevada dependencia que tienen de insumos intermedios manufacturados en Asia.

Se hace caso omiso del progreso tecnológico: los procesos de manufactura están incorporando maquinaria de alta innovación tecnológica que cambia los patrones de inversión: hay empresas que están llevando su producción a Europa y Estados Unidos porque el diferencial de mano de obra barata y logística se agotó.

La automatización de la manufactura requiere técnicos e ingenieros altamente calificados en el uso y diseño de alta tecnología, y de energía barata de calidad para mantener el suministro a sus fábricas. Todo puede realizarse directamente en Europa y Estados Unidos.

Si el TLCAN mantiene la estructura comercial que le dio vida estará condenado a seguir perdiendo terreno frente al avance del Este de Asia. Donald Trump equivocó la estrategia: sigue buscando desgastar la posición de México y Canadá para que acepten sus términos. Lo que no estaba en su prospectiva es que ambos gobiernos enfrentan la influencia de las trasnacionales de Estados Unidos, las cuales desean frenar a su presidente.

La capacidad económica y de cabildeo político de las empresas trasnacionales puede ser comparable a la del gobierno de Estados Unidos porque tienen una mayor capacidad de mover recursos económicos, mediáticos y políticos. En la práctica, la renegociación se da entre tres gobiernos formalmente constituidos y un cuarto poder que ha demostrado una gran capacidad para salvaguardar sus intereses.

El desgaste político y las fechas fatales provocarán la firma de un acuerdo que no revertirá el problema de fondo: la génesis que dio vida al TLCAN se agotó, la visión comercial no basta para enfrentar la política industrial del Capitalismo de Estado asiático. Sin cambios de fondo, la “modernización” ligera del TLCAN será una victoria pírrica.

Asia espera pacientemente que América del Norte se equivoque para continuar drenando recursos a través de la dependencia comercial que el TLCAN tiene de insumos intermedios.

La posibilidad de imponer aranceles en el sector automotriz por motivo de seguridad nacional lleva la negociación a su punto de origen: el presidente Trump considera prioritario recuperar la producción de las manufacturas y por eso quiere elevar el contenido nacional y regional en el acuerdo. Por ello colocó al acero y aluminio en el ojo del huracán: en unos días anunciará si mantiene la exención arancelaria para las importaciones de sus socios.

Presión pura que se ha incrementado porque a Trump la vía fast track se le agota y de no lograr un acuerdo rápido tendrá que negociar con un nuevo congreso dominado por los demócratas.

México y Canadá apuestan a ese agotamiento y a que los intereses de las grandes empresas de EU terminen por doblegar a su presidente. No hay propuestas económicas nuevas, es cálculo político puro.

En el fondo apuestan a una “modernización” ligera que no modifique las bases del TLCAN actual. El problema es que ello no es consistente con las necesidades que la competencia global impone: elevar la productividad de las empresas en la región y disminuir la elevada dependencia que tienen de insumos intermedios manufacturados en Asia.

Se hace caso omiso del progreso tecnológico: los procesos de manufactura están incorporando maquinaria de alta innovación tecnológica que cambia los patrones de inversión: hay empresas que están llevando su producción a Europa y Estados Unidos porque el diferencial de mano de obra barata y logística se agotó.

La automatización de la manufactura requiere técnicos e ingenieros altamente calificados en el uso y diseño de alta tecnología, y de energía barata de calidad para mantener el suministro a sus fábricas. Todo puede realizarse directamente en Europa y Estados Unidos.

Si el TLCAN mantiene la estructura comercial que le dio vida estará condenado a seguir perdiendo terreno frente al avance del Este de Asia. Donald Trump equivocó la estrategia: sigue buscando desgastar la posición de México y Canadá para que acepten sus términos. Lo que no estaba en su prospectiva es que ambos gobiernos enfrentan la influencia de las trasnacionales de Estados Unidos, las cuales desean frenar a su presidente.

La capacidad económica y de cabildeo político de las empresas trasnacionales puede ser comparable a la del gobierno de Estados Unidos porque tienen una mayor capacidad de mover recursos económicos, mediáticos y políticos. En la práctica, la renegociación se da entre tres gobiernos formalmente constituidos y un cuarto poder que ha demostrado una gran capacidad para salvaguardar sus intereses.

El desgaste político y las fechas fatales provocarán la firma de un acuerdo que no revertirá el problema de fondo: la génesis que dio vida al TLCAN se agotó, la visión comercial no basta para enfrentar la política industrial del Capitalismo de Estado asiático. Sin cambios de fondo, la “modernización” ligera del TLCAN será una victoria pírrica.