/ lunes 21 de mayo de 2018

Nuevos rumbos para la política exterior

El día de ayer los aspirantes a la Presidencia de la República abordaron en el segundo debate oficial la posición de México en el mundo. La próxima administración tendrá en sus manos el recomponer o no, el rumbo que han tomado nuestras relaciones con el exterior, a la luz de un legado de errores en la materia que lleva ya a cuestas 12 terribles años entre el gobierno peñista y calderonista. Atrás han quedado los años en los que con nuestra política exterior ganamos prestigio internacional acogiendo a miles de refugiados españoles, aquella que nos dio liderazgo continental. Nos hemos alejado de la época de Gilberto Bosques, en donde nos encumbramos como amigos del mundo; pero también nos hemos alejado de la calidad y profesionalismo de gente como Emilio Rabasa, o de Alfonso García Robles que dieron fuerza y congruencia a nivel internacional.

Por si fuera poco, los últimos años se han caracterizado por improvisación, malos acuerdos, por indefiniciones en temas sensibles, por ser permisivos a invasiones de la soberanía nacional, y peor aún, más recientemente, por falta de experiencia, por errores garrafales, incluso por cobardía para defender al país y a los connacionales.

Durante la administración de Felipe Calderón se estima se ejercieron poco más de 45 mil millones de pesos para la implementación de la política exterior, con un aumento del 36% al cierre de su administración. En el caso de Peña Nieto, se proyecta que al cierre de su administración, se hayan ejercido más de 57 mil millones de pesos en esta misma área, lo que representaría un aumento en esta gestión de casi el 27%, sin que los resultados sean tangibles para las y los mexicanos, incluyendo a los que están fuera de nuestras fronteras.

Sin embargo, considero que uno de los datos más representativos de esta crisis que vive nuestra política exterior, es que tal como lo ha condicionado Trump de cara a una nueva etapa del TLCAN, México se ha convertido en la patrulla fronteriza de Estados Unidos, pues con la administración peñista se ha expulsado a casi 200 mil centroamericanos.

De cara a los próximo años, México tiene enfrente grandes retos que debe atender a la brevedad. La llegada de Trump, no sólo ha hecho más compleja la relación con Estados Unidos, sino que ha mermado la capacidad de promover y defender el interés nacional en América del Norte –tal cual es evidente en plena renegociación del TLCAN-. Esto ha llevado también, a pausar el proyecto de diversificación gestado se desde hace dos décadas; Washington está absorbiendo gran parte de nuestra atención, sobre todo ante la falta de estrategia en Cancillería.

México está perdiendo la oportunidad de participar en conversaciones importantísimas en los espacios internacionales, desde aquellas vinculadas al desarrollo económico, y la promoción de la paz, hasta las vinculadas al daño ambiental, la cooperación y la corresponsabilidad global.

El día de ayer los aspirantes a la Presidencia de la República abordaron en el segundo debate oficial la posición de México en el mundo. La próxima administración tendrá en sus manos el recomponer o no, el rumbo que han tomado nuestras relaciones con el exterior, a la luz de un legado de errores en la materia que lleva ya a cuestas 12 terribles años entre el gobierno peñista y calderonista. Atrás han quedado los años en los que con nuestra política exterior ganamos prestigio internacional acogiendo a miles de refugiados españoles, aquella que nos dio liderazgo continental. Nos hemos alejado de la época de Gilberto Bosques, en donde nos encumbramos como amigos del mundo; pero también nos hemos alejado de la calidad y profesionalismo de gente como Emilio Rabasa, o de Alfonso García Robles que dieron fuerza y congruencia a nivel internacional.

Por si fuera poco, los últimos años se han caracterizado por improvisación, malos acuerdos, por indefiniciones en temas sensibles, por ser permisivos a invasiones de la soberanía nacional, y peor aún, más recientemente, por falta de experiencia, por errores garrafales, incluso por cobardía para defender al país y a los connacionales.

Durante la administración de Felipe Calderón se estima se ejercieron poco más de 45 mil millones de pesos para la implementación de la política exterior, con un aumento del 36% al cierre de su administración. En el caso de Peña Nieto, se proyecta que al cierre de su administración, se hayan ejercido más de 57 mil millones de pesos en esta misma área, lo que representaría un aumento en esta gestión de casi el 27%, sin que los resultados sean tangibles para las y los mexicanos, incluyendo a los que están fuera de nuestras fronteras.

Sin embargo, considero que uno de los datos más representativos de esta crisis que vive nuestra política exterior, es que tal como lo ha condicionado Trump de cara a una nueva etapa del TLCAN, México se ha convertido en la patrulla fronteriza de Estados Unidos, pues con la administración peñista se ha expulsado a casi 200 mil centroamericanos.

De cara a los próximo años, México tiene enfrente grandes retos que debe atender a la brevedad. La llegada de Trump, no sólo ha hecho más compleja la relación con Estados Unidos, sino que ha mermado la capacidad de promover y defender el interés nacional en América del Norte –tal cual es evidente en plena renegociación del TLCAN-. Esto ha llevado también, a pausar el proyecto de diversificación gestado se desde hace dos décadas; Washington está absorbiendo gran parte de nuestra atención, sobre todo ante la falta de estrategia en Cancillería.

México está perdiendo la oportunidad de participar en conversaciones importantísimas en los espacios internacionales, desde aquellas vinculadas al desarrollo económico, y la promoción de la paz, hasta las vinculadas al daño ambiental, la cooperación y la corresponsabilidad global.