/ domingo 27 de marzo de 2022

Obispos y revocación de mandato

MIRAR

El domingo 10 de abril próximo, los mexicanos tendremos oportunidad de expresar nuestra opinión sobre la permanencia en el cargo del primer mandatario: si queremos que siga hasta que concluya su mandato en 2024, o preferimos que ya termine y otro ocupe su lugar. Es un ejercicio importante de democracia participativa y no falta quien nos pregunte a los obispos qué pensamos al respecto. Nuestro episcopado ha emitido una oportuna y prudente declaración, cuyo contenido esencial compartiré con ustedes más adelante.

Hay cosas que llaman la atención. Quienes más promueven que se participe son quienes están en el poder, empezando por el Jefe Supremo. ¿Por qué lo hacen? ¿Es acaso porque quieren que la gente se manifieste y el pueblo decida lo que le parezca mejor? ¿Les importa realmente una democracia participativa, y no sólo la representativa actual? ¿Aunque el voto les fuera contrario? Si así fuera, todo sería muy laudable y plausible, y habría que ir a votar. Pero aquí entran las suspicacias: Los que más promueven esta votación, ¿sólo anhelan una ratificación de lo que están tratando de hacer para lo que llaman una transformación del país? ¿Se quieren demostrar a sí mismos, y al resto de la opinión pública, que el pueblo les apoya mayoritariamente, para seguir por el mismo rumbo, sin cambiar para nada sus estrategias? ¿Están tan seguros de que todo lo que hacen está muy bien hecho, y de que el pueblo quiere que así sigan? ¿Confían tanto en las encuestas que aún les conceden una aprobación elevada? ¿Están tan seguros de que la mayoría les va a apoyar? ¿Cuáles son esas mayorías? ¿Las que reciben dádivas y apoyos que el gobierno les da? Al actual gobierno, ¿sinceramente le interesan los pobres, o sólo estos votos cautivos e interesados?

En pláticas ordinarias sobre el tema, me preocupa que algunos asuman actitudes radicales, a favor o en contra de este gobierno y de sus partidos que le apoyan. Hay quienes sólo ven trigo, muy buenas cosas, y las defienden a capa y espada; otros sólo descubren cizaña, errores y fallas constatables, y no aprecian esfuerzos loables y positivos. Hay que tener sabiduría, para discernir (cernir dos veces) el trigo de la cizaña: ni todo es trigo, ni todo es cizaña. Hay anhelos e intentos muy nobles y justos en este sexenio, no se pueden negar, pero también hay que reconocer deficiencias muy lamentables. Es de sabios aceptar los errores, y no descalificar diariamente a quienes opinan en forma distinta, usando todo su poder para atacarlos. Para gobernar bien, se requiere sabiduría, no tanta demagogia.

DISCERNIR

El episcopado mexicano no quiso inclinar la balanza, no por falsa prudencia, ni por temor, sino porque este asunto es de la libre competencia del resto de los mexicanos:

“Siendo la primera vez que se realiza este ejercicio democrático, muchos han expresado su opinión sobre la responsabilidad que tenemos y el modo de participar en esta consulta. Al respecto, los obispos mexicanos les invitamos a discernir en ambiente de oración, delante de Dios, para que cada uno decida si ha de participar o no, y en caso de hacerlo, en qué sentido deberá emitir su voto. Se trata de una decisión de gran responsabilidad. Busquemos todos lo que más le conviene a México”.

ACTUAR

Yo ya tomé mi decisión, pero la conservo en mi conciencia. Insisto en que ustedes analicen qué sirve más al país: votar, en sentido aprobatorio o reprobatorio, o abstenerse y no ir a las casillas. Cada quien analice lo que le parezca más oportuno para el progreso y la paz social.

MIRAR

El domingo 10 de abril próximo, los mexicanos tendremos oportunidad de expresar nuestra opinión sobre la permanencia en el cargo del primer mandatario: si queremos que siga hasta que concluya su mandato en 2024, o preferimos que ya termine y otro ocupe su lugar. Es un ejercicio importante de democracia participativa y no falta quien nos pregunte a los obispos qué pensamos al respecto. Nuestro episcopado ha emitido una oportuna y prudente declaración, cuyo contenido esencial compartiré con ustedes más adelante.

Hay cosas que llaman la atención. Quienes más promueven que se participe son quienes están en el poder, empezando por el Jefe Supremo. ¿Por qué lo hacen? ¿Es acaso porque quieren que la gente se manifieste y el pueblo decida lo que le parezca mejor? ¿Les importa realmente una democracia participativa, y no sólo la representativa actual? ¿Aunque el voto les fuera contrario? Si así fuera, todo sería muy laudable y plausible, y habría que ir a votar. Pero aquí entran las suspicacias: Los que más promueven esta votación, ¿sólo anhelan una ratificación de lo que están tratando de hacer para lo que llaman una transformación del país? ¿Se quieren demostrar a sí mismos, y al resto de la opinión pública, que el pueblo les apoya mayoritariamente, para seguir por el mismo rumbo, sin cambiar para nada sus estrategias? ¿Están tan seguros de que todo lo que hacen está muy bien hecho, y de que el pueblo quiere que así sigan? ¿Confían tanto en las encuestas que aún les conceden una aprobación elevada? ¿Están tan seguros de que la mayoría les va a apoyar? ¿Cuáles son esas mayorías? ¿Las que reciben dádivas y apoyos que el gobierno les da? Al actual gobierno, ¿sinceramente le interesan los pobres, o sólo estos votos cautivos e interesados?

En pláticas ordinarias sobre el tema, me preocupa que algunos asuman actitudes radicales, a favor o en contra de este gobierno y de sus partidos que le apoyan. Hay quienes sólo ven trigo, muy buenas cosas, y las defienden a capa y espada; otros sólo descubren cizaña, errores y fallas constatables, y no aprecian esfuerzos loables y positivos. Hay que tener sabiduría, para discernir (cernir dos veces) el trigo de la cizaña: ni todo es trigo, ni todo es cizaña. Hay anhelos e intentos muy nobles y justos en este sexenio, no se pueden negar, pero también hay que reconocer deficiencias muy lamentables. Es de sabios aceptar los errores, y no descalificar diariamente a quienes opinan en forma distinta, usando todo su poder para atacarlos. Para gobernar bien, se requiere sabiduría, no tanta demagogia.

DISCERNIR

El episcopado mexicano no quiso inclinar la balanza, no por falsa prudencia, ni por temor, sino porque este asunto es de la libre competencia del resto de los mexicanos:

“Siendo la primera vez que se realiza este ejercicio democrático, muchos han expresado su opinión sobre la responsabilidad que tenemos y el modo de participar en esta consulta. Al respecto, los obispos mexicanos les invitamos a discernir en ambiente de oración, delante de Dios, para que cada uno decida si ha de participar o no, y en caso de hacerlo, en qué sentido deberá emitir su voto. Se trata de una decisión de gran responsabilidad. Busquemos todos lo que más le conviene a México”.

ACTUAR

Yo ya tomé mi decisión, pero la conservo en mi conciencia. Insisto en que ustedes analicen qué sirve más al país: votar, en sentido aprobatorio o reprobatorio, o abstenerse y no ir a las casillas. Cada quien analice lo que le parezca más oportuno para el progreso y la paz social.