/ viernes 11 de mayo de 2018

Obnubilación ante la violencia por el proceso electoral

La gravedad de los acontecimientos de esta semana, en donde tres soldados del Ejército Mexicano, fueron asesinados de forma cobarde por criminales, y que horas antes también habían liquidado a un candidato al Congreso del Estado de Guerrero, nos deja ante una situación a la que sin discusión, podemos llamar crítica. El ataque a elementos militares, que todos los días arriesgan su vida para mejor servir a la Patria y a la sociedad, demuestra la inexistente calidad moral de los atacantes y sus encubridores.

En Coyuca de Catalán, escenario de ambos crímenes, evidencia la fragilidad de las autoridades civiles a la vez, que la raquítica capacidad social de prevención ante hechos que más temprano que tarde, se tornaran en contra de la omisión y la complicidad. Las Fuerzas Armadas de México vienen cumpliendo un papel, en donde es evidente, este poco comprendido o poco valorado, por las autoridades que prefieren dar un paso atrás en sus responsabilidades. Una prueba fehaciente, es la respuesta o atención a los hechos por parte de los aspirantes a la candidatura presidencial, en donde solamente uno, subrayo, uno, expresó su solidaridad y apoyo a los militares y sus familias (Ricardo Anaya).

Me resulta incompresible, que ante el contante incremento en los niveles de violencia, el tema electoral sea en los hechos, el único y principal tema de la realidad nacional, mientras que por un obscuro y amenazante carril, avanza la descomposición social y con ella, la de las instituciones que se suponen administran los recursos para la paz, la justicia y el desarrollo. Por ejemplo, a las pocas horas de la detestable acción delictiva contra los soldados, se dio a conocer cómo otros integrantes del Ejército Mexicano, rescataban a una familia completa, secuestrada ¿De verdad queremos seguir como estamos, sin leyes, sin sanciones a funcionarios cómplices –por tanto corruptos y sin los apoyos necesarios a las Fuerzas Armadas?

Desde luego que es muy importante el proceso electoral, más aún para un régimen político presidencialista como el nuestro, pero eso no implica que la realidad se suspenda en el aire o quede detenida en sus muy intensas dinámicas. La ansiedad por el presente y futuro inmediato en la disputa por poder, ha impedido detectar o ha evidenciado posiciones electorales, que se contentan con persistir en inocuos llamados al voto mediante la predominancia de la descalificación. Mientras tanto, miles y miles de militares, integrantes de las Fuerzas Armadas, persisten en salvar del colapso social, político y productivo a amplias zonas del país, con la sencilla pero profunda convicción del servicio a la Patria y al pueblo.

Tanto ellos como sus familias, viven en diaria zozobra cada vez que salen a patrullar, a atender una llamada de apoyo, de auxilio; a repeler ataques, a salvaguardar instalaciones estratégicas como las de Petróleos Mexicanos, con el único estímulo de servir. Desde el poder civil, ya es momento de actuar en consecuencia.

javierolivaposada@gmail.com

La gravedad de los acontecimientos de esta semana, en donde tres soldados del Ejército Mexicano, fueron asesinados de forma cobarde por criminales, y que horas antes también habían liquidado a un candidato al Congreso del Estado de Guerrero, nos deja ante una situación a la que sin discusión, podemos llamar crítica. El ataque a elementos militares, que todos los días arriesgan su vida para mejor servir a la Patria y a la sociedad, demuestra la inexistente calidad moral de los atacantes y sus encubridores.

En Coyuca de Catalán, escenario de ambos crímenes, evidencia la fragilidad de las autoridades civiles a la vez, que la raquítica capacidad social de prevención ante hechos que más temprano que tarde, se tornaran en contra de la omisión y la complicidad. Las Fuerzas Armadas de México vienen cumpliendo un papel, en donde es evidente, este poco comprendido o poco valorado, por las autoridades que prefieren dar un paso atrás en sus responsabilidades. Una prueba fehaciente, es la respuesta o atención a los hechos por parte de los aspirantes a la candidatura presidencial, en donde solamente uno, subrayo, uno, expresó su solidaridad y apoyo a los militares y sus familias (Ricardo Anaya).

Me resulta incompresible, que ante el contante incremento en los niveles de violencia, el tema electoral sea en los hechos, el único y principal tema de la realidad nacional, mientras que por un obscuro y amenazante carril, avanza la descomposición social y con ella, la de las instituciones que se suponen administran los recursos para la paz, la justicia y el desarrollo. Por ejemplo, a las pocas horas de la detestable acción delictiva contra los soldados, se dio a conocer cómo otros integrantes del Ejército Mexicano, rescataban a una familia completa, secuestrada ¿De verdad queremos seguir como estamos, sin leyes, sin sanciones a funcionarios cómplices –por tanto corruptos y sin los apoyos necesarios a las Fuerzas Armadas?

Desde luego que es muy importante el proceso electoral, más aún para un régimen político presidencialista como el nuestro, pero eso no implica que la realidad se suspenda en el aire o quede detenida en sus muy intensas dinámicas. La ansiedad por el presente y futuro inmediato en la disputa por poder, ha impedido detectar o ha evidenciado posiciones electorales, que se contentan con persistir en inocuos llamados al voto mediante la predominancia de la descalificación. Mientras tanto, miles y miles de militares, integrantes de las Fuerzas Armadas, persisten en salvar del colapso social, político y productivo a amplias zonas del país, con la sencilla pero profunda convicción del servicio a la Patria y al pueblo.

Tanto ellos como sus familias, viven en diaria zozobra cada vez que salen a patrullar, a atender una llamada de apoyo, de auxilio; a repeler ataques, a salvaguardar instalaciones estratégicas como las de Petróleos Mexicanos, con el único estímulo de servir. Desde el poder civil, ya es momento de actuar en consecuencia.

javierolivaposada@gmail.com