/ sábado 18 de noviembre de 2017

Obviamente el futbol

Tendríamos que profundizar en las raíces de nuestra latinidad. Conocernos y estudiarnos más y entender a qué obedece el ancestral antagonismo entre nuestros pueblos. No es de hoy, ni lo será de mañana. Ha sido de siempre, desde que llegaron las carabelas que venían del otro lado del mar océano. O quizás antes. En la época de nuestro indigenismo valiente y orgulloso.

No lo sé. No creo que lo sepamos, pero es un problema genético, es decir, de adentro, del alma. Me refiero, obviamente, a la falta de unión entre latinoamericanos. Me refiero, obviamente, a la rivalidad, a veces mesiánica, entre países de habla hispana. Me refiero, obviamente, a la malicia con que los futbolistas mexicanos son recibidos en Centroamérica, especialmente en la hermana República de Honduras, la forma en la cual nos reciben, nos tratan y cómo nos despiden.

Me refiero, obviamente, a los encuentros de futbol que se tienen, sobre todo en torneos eliminatorios entre la selección de ese país con la nuestra. Una gran parte de la población mexicana sigue regularmente con pasión los pormenores de cada partido, por radio y televisión. Es interesante darnos cuenta del movimiento pendular de la opinión pública que, a pesar de sentirse defraudada en aquellos años en los cuales fuimos eliminados de las contiendas internacionales, vuelve a animarse y animar. Es indudable que no hay deporte más popular que el futbol. Es indudable que es la diversión y entretenimiento de las grandes masas. Es indudable el poder de atracción de este deporte.

La televisión es atrayente porque envuelve al espectador en un círculo de luz, color, sonido y magia. Es un círculo psicológico. Difícilmente puede evadirse. Pero si a este círculo le agregamos fútbol, entonces el espectáculo es arrollador. Enloquece y arrebata. Manipula y obceca. Atrae grandes conglomerados humanos, los mayores. Produce dinero y poder, los mayores también.

Así es el futbol. En este año se terminaron ya las eliminatorias en todo el planeta para el año próximo. Repito: todo el planeta. Es el deporte mundial, inventado por los egipcios antes de Cristo, reglamentado por los ingleses hace dos siglos. Todas las demás disciplinas deportivas son privativas de algún o algunos países, o regiones, o son de expansión mundial, pero con poca afición.

Empero, el futbol es universal. El próximo año, la humanidad volverá a sumergirse en ese adormecimiento y lasitud que será el Campeonato Mundial en Rusia. En nuestras sociedades postindustriales, que ahora entran en el pleno consumo de masas, surgen problemas específicos cada vez con mayor intensidad. Es la ambivalencia del deporte en la cultura popular. Es llevar los valores del entretenimiento, artificialmente hipertrofiados mediante un sistema comercial irresponsable, a desempeñar en ciertos países el papel de un nuevo opio del pueblo, mientras en otros una política gubernamental y unilateral fomentará el aburrimiento como reacción.

Hago hincapié una vez más, en la sensatez del mexicano. En su buena disposición para soportar agravios y humillaciones en el campo de juego. Reconozco en los 20 mexicanos que nos han representado estas virtudes. Y, obviamente, deseo que hagan un buen papel en la justa mundial, y que entremos al adormecimiento y la ensoñación del mexicano. Obviamente.

 

pacofonn@yahoo.com.mx

Tendríamos que profundizar en las raíces de nuestra latinidad. Conocernos y estudiarnos más y entender a qué obedece el ancestral antagonismo entre nuestros pueblos. No es de hoy, ni lo será de mañana. Ha sido de siempre, desde que llegaron las carabelas que venían del otro lado del mar océano. O quizás antes. En la época de nuestro indigenismo valiente y orgulloso.

No lo sé. No creo que lo sepamos, pero es un problema genético, es decir, de adentro, del alma. Me refiero, obviamente, a la falta de unión entre latinoamericanos. Me refiero, obviamente, a la rivalidad, a veces mesiánica, entre países de habla hispana. Me refiero, obviamente, a la malicia con que los futbolistas mexicanos son recibidos en Centroamérica, especialmente en la hermana República de Honduras, la forma en la cual nos reciben, nos tratan y cómo nos despiden.

Me refiero, obviamente, a los encuentros de futbol que se tienen, sobre todo en torneos eliminatorios entre la selección de ese país con la nuestra. Una gran parte de la población mexicana sigue regularmente con pasión los pormenores de cada partido, por radio y televisión. Es interesante darnos cuenta del movimiento pendular de la opinión pública que, a pesar de sentirse defraudada en aquellos años en los cuales fuimos eliminados de las contiendas internacionales, vuelve a animarse y animar. Es indudable que no hay deporte más popular que el futbol. Es indudable que es la diversión y entretenimiento de las grandes masas. Es indudable el poder de atracción de este deporte.

La televisión es atrayente porque envuelve al espectador en un círculo de luz, color, sonido y magia. Es un círculo psicológico. Difícilmente puede evadirse. Pero si a este círculo le agregamos fútbol, entonces el espectáculo es arrollador. Enloquece y arrebata. Manipula y obceca. Atrae grandes conglomerados humanos, los mayores. Produce dinero y poder, los mayores también.

Así es el futbol. En este año se terminaron ya las eliminatorias en todo el planeta para el año próximo. Repito: todo el planeta. Es el deporte mundial, inventado por los egipcios antes de Cristo, reglamentado por los ingleses hace dos siglos. Todas las demás disciplinas deportivas son privativas de algún o algunos países, o regiones, o son de expansión mundial, pero con poca afición.

Empero, el futbol es universal. El próximo año, la humanidad volverá a sumergirse en ese adormecimiento y lasitud que será el Campeonato Mundial en Rusia. En nuestras sociedades postindustriales, que ahora entran en el pleno consumo de masas, surgen problemas específicos cada vez con mayor intensidad. Es la ambivalencia del deporte en la cultura popular. Es llevar los valores del entretenimiento, artificialmente hipertrofiados mediante un sistema comercial irresponsable, a desempeñar en ciertos países el papel de un nuevo opio del pueblo, mientras en otros una política gubernamental y unilateral fomentará el aburrimiento como reacción.

Hago hincapié una vez más, en la sensatez del mexicano. En su buena disposición para soportar agravios y humillaciones en el campo de juego. Reconozco en los 20 mexicanos que nos han representado estas virtudes. Y, obviamente, deseo que hagan un buen papel en la justa mundial, y que entremos al adormecimiento y la ensoñación del mexicano. Obviamente.

 

pacofonn@yahoo.com.mx