/ martes 14 de diciembre de 2021

Ómicron castiga a África

Por: Ximena Mejía González, Asistente Académica de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Todavía atravesando una pandemia cuyo fin parece lejano, la variante Ómicron del virus de o COVID-19 ha creado gran incertidumbre sobre cuál será el rumbo del mundo durante los próximos meses. El hallazgo de dicha variante, identificada por primera vez por científicos en la ciudad capital de Pretoria en Sudáfrica, ha causado un fenómeno internacional que, desafortunadamente, es bastante común.

A pesar de la manera oportuna y transparente en la que se transmitió la información por los científicos sudafricanos, las prohibiciones a los viajes provenientes de países del África subsahariana fueron la primera respuesta de potencias como Estados Unidos y Canadá. Esta decisión precipitada, colmada de sesgos y prejuicios, es un golpe a la ya frágil solidaridad internacional que es tan necesaria en tiempos de crisis sanitaria.

Diez países de este continente se han visto víctimas de esas prohibiciones, a pesar de que la variante ya se ha identificado en diversos otros lugares alrededor del mundo. Para quienes deseen viajar a Canadá, por ejemplo, se les solicita una prueba PCR en un tercer país; esto, debido a que el gobierno canadiense ha decidido no validar aquellas hechas dentro de las fronteras de Sudáfrica, Mozambique, Namibia, Zimbabue, Botsuana, Lesoto, Suazilandia, Nigeria, Malawi y Egipto. Ningún otro país fuera de la región está sujeto a esta regla.

Nuevamente, el mundo ha decidido señalar con el dedo a un continente al que está acostumbrado a culpar, menospreciar y excluir. Las medidas discriminatorias que los países del Norte global han impuesto a África son injustificadas pues, considerando que el virus puede venir desde cualquier rincón del mundo, la prevención a través del cierre de fronteras sólo funciona cuando se hace de manera equitativa y no selectiva.

Esta falta de sensibilidad para tomar decisiones ha sido característica de la pandemia actual. Incluso, se podría argumentar que esta avanzó como lo hizo a causa de que Occidente tardó demasiado en aplicar medidas estrictas para combatirla en sus primeras etapas. El hecho de que existen países que continúan acaparando vacunas es otro punto reprensible, pues evitar el acceso a estas para los países menos desarrollados es parte de lo que ha ralentizado la anhelada transición a un mundo post COVID-19.

Resultado de las mencionadas medidas, industrias como la del turismo en el continente africano se verán afectadas de manera importante; igualmente, la limitación de la movilidad de los africanos es una amenaza al manejo de la pandemia dentro de cada Estado. Lamentable e históricamente, la continua exclusión de África es la que ha pausado a los países del continente a acceder a mejores condiciones de vida.

En un mundo donde los Estados se dependen entre sí, es momento de dejar de ignorar las capacidades que el continente africano ha logrado construir — y que puede seguir construyendo —, e integrar a sus países como participantes activos del escenario global. Este castigo es un ejemplo más del Norte global de lavándose las manos ante sus propias responsabilidades, afectando de manera importante a quienes ya enfrentan grandes retos para sobrevivir contextos como el que se vive actualmente.

Por: Ximena Mejía González, Asistente Académica de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Todavía atravesando una pandemia cuyo fin parece lejano, la variante Ómicron del virus de o COVID-19 ha creado gran incertidumbre sobre cuál será el rumbo del mundo durante los próximos meses. El hallazgo de dicha variante, identificada por primera vez por científicos en la ciudad capital de Pretoria en Sudáfrica, ha causado un fenómeno internacional que, desafortunadamente, es bastante común.

A pesar de la manera oportuna y transparente en la que se transmitió la información por los científicos sudafricanos, las prohibiciones a los viajes provenientes de países del África subsahariana fueron la primera respuesta de potencias como Estados Unidos y Canadá. Esta decisión precipitada, colmada de sesgos y prejuicios, es un golpe a la ya frágil solidaridad internacional que es tan necesaria en tiempos de crisis sanitaria.

Diez países de este continente se han visto víctimas de esas prohibiciones, a pesar de que la variante ya se ha identificado en diversos otros lugares alrededor del mundo. Para quienes deseen viajar a Canadá, por ejemplo, se les solicita una prueba PCR en un tercer país; esto, debido a que el gobierno canadiense ha decidido no validar aquellas hechas dentro de las fronteras de Sudáfrica, Mozambique, Namibia, Zimbabue, Botsuana, Lesoto, Suazilandia, Nigeria, Malawi y Egipto. Ningún otro país fuera de la región está sujeto a esta regla.

Nuevamente, el mundo ha decidido señalar con el dedo a un continente al que está acostumbrado a culpar, menospreciar y excluir. Las medidas discriminatorias que los países del Norte global han impuesto a África son injustificadas pues, considerando que el virus puede venir desde cualquier rincón del mundo, la prevención a través del cierre de fronteras sólo funciona cuando se hace de manera equitativa y no selectiva.

Esta falta de sensibilidad para tomar decisiones ha sido característica de la pandemia actual. Incluso, se podría argumentar que esta avanzó como lo hizo a causa de que Occidente tardó demasiado en aplicar medidas estrictas para combatirla en sus primeras etapas. El hecho de que existen países que continúan acaparando vacunas es otro punto reprensible, pues evitar el acceso a estas para los países menos desarrollados es parte de lo que ha ralentizado la anhelada transición a un mundo post COVID-19.

Resultado de las mencionadas medidas, industrias como la del turismo en el continente africano se verán afectadas de manera importante; igualmente, la limitación de la movilidad de los africanos es una amenaza al manejo de la pandemia dentro de cada Estado. Lamentable e históricamente, la continua exclusión de África es la que ha pausado a los países del continente a acceder a mejores condiciones de vida.

En un mundo donde los Estados se dependen entre sí, es momento de dejar de ignorar las capacidades que el continente africano ha logrado construir — y que puede seguir construyendo —, e integrar a sus países como participantes activos del escenario global. Este castigo es un ejemplo más del Norte global de lavándose las manos ante sus propias responsabilidades, afectando de manera importante a quienes ya enfrentan grandes retos para sobrevivir contextos como el que se vive actualmente.