/ viernes 3 de enero de 2020

Oportunidad para reemprender

Al concluir un año más del calendario, realizamos un balance de nuestra vida; de los desafíos superados, los aprendizajes que nos dejó cada experiencia vivida, las muestras de apoyo, solidaridad y cariño de familiares y amigos, los logros alcanzados, los errores y aciertos. En fin, se trata de una revisión interna que enriquece el sentido de nuestra propia vida.

En contraparte, cada inicio de un Nuevo Año representa la oportunidad no sólo para reemprender el proyecto personal que cada uno se ha fijado, sino también para afianzar los valores que rigen nuestras vidas.

Se trata de valores que, en conjunto, nos hacen mejores seres humanos y mejores ciudadanos. En una sociedad tan caótica, desbordada por la violencia, la deshumanización, la pérdida de valores y el individualismo, hombres y mujeres tenemos la posibilidad de contribuir a que nuestra sociedad retome un rumbo distinto a partir de la unidad, la participación y la solidaridad de toda su gente.

En distintas ocasiones, en este espacio he señalado los problemas y la falta de resultados no sólo del actual gobierno, sino también de las administraciones pasadas. Pero al mismo tiempo, tengo claro que la grandeza de una Nación radica también en su gente y en el compromiso que ésta tiene con el destino de su país.

Evidentemente, México enfrenta una larga lista de desafíos; pero también, estoy convencido que cada uno de nosotros puede aportar mucho de sí mismo en el propósito de alcanzar una mejor convivencia; que desde el seno de cada familia debemos retomar y reforzar los valores más esenciales y de ahí reproducirlos, en términos de comportamientos, actitudes y prácticas, hacia los distintos ámbitos en los que interactuamos.

Particularmente, me refiero a los siguientes valores: Honestidad, como eje rector de nuestra propia vida; Respeto, a las niñas, los niños, las mujeres, los adultos mayores, los indígenas, los discapacitados, la legalidad, etc; Tolerancia, hacia quienes piensan diferente o elijen formas distintas de expresar sus ideas o ejercer su libertad; Generosidad, principalmente hacia quienes menos tienen o se encuentran en situación de vulnerabilidad; Responsabilidad, de nuestros actos y decisiones; Congruencia, Amistad y Solidaridad.

Desde luego, la Conciencia Ecológica es vital, pero más que un valor, creo que ésta representa uno de los principales compromisos que deben asumir las sociedades -además de los gobiernos- en este mundo global, amenazado por las distintas manifestaciones del cambio climático, que tal parece, son irreversibles.

Tengo la esperanza de que, si cada día, ponemos en práctica estos valores, estaremos contribuyendo a consolidar sociedades más unidas y más cohesionadas; sociedades resilientes.

Se trata de valores que por momentos pasamos por alto y todos son importantes en la aspiración de mejorar nuestra convivencia y nuestra calidad de vida. Necesitamos rescatarlos y llevarlos a la práctica. En realidad nada nos impide no hacerlo o terminar por mantenernos en nuestra zona de confort.

Desde luego, una de las tareas elementales de nuestro sistema educativo es enseñar y recrear estos y otros valores igual de importantes en las niñas, los niños y los jóvenes; pero esto no excluye que las madres y los padres complementen, se corresponsabilicen y también se comprometan con su puesta en práctica fuera del hogar.

Hay compromisos -y promesas- que indudablemente le toca cumplir con urgencia al actual gobierno; pero también las y los ciudadanos estamos llamados a actuar con responsabilidad, a dejar de lado la indiferencia, el dolor o el sufrimiento de hombres, mujeres, niños y adultos mayores a los que les vendría bien cualquier tipo de apoyo que podamos proporcionarles de manera atenta y generosa. A nuestra vista no son personas invisibles, son seres humanos como todos nosotros, que por una u otra razón, tienen graves carencias, empezando por la alimentación, trabajo o salud.

En estricto sentido -y aquí radica uno de los propósitos de esta aportación-, no necesitamos de una “Constitución Moral” que la 4T intenta confeccionar. Y no la requerimos simplemente porque, por naturaleza, los mexicanos somos unidos, solidarios y tenemos un gran corazón.

Así que, amables lectores, los invito a que en este inicio de año realicemos nuestra propia revisión interna y cualquiera que sean nuestros planes para este 2020, tengamos presente que nada puede proporcionarnos mayor satisfacción que el descubrir que cada día vivido fuimos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos.

¡ Feliz Nuevo Año !

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

Al concluir un año más del calendario, realizamos un balance de nuestra vida; de los desafíos superados, los aprendizajes que nos dejó cada experiencia vivida, las muestras de apoyo, solidaridad y cariño de familiares y amigos, los logros alcanzados, los errores y aciertos. En fin, se trata de una revisión interna que enriquece el sentido de nuestra propia vida.

En contraparte, cada inicio de un Nuevo Año representa la oportunidad no sólo para reemprender el proyecto personal que cada uno se ha fijado, sino también para afianzar los valores que rigen nuestras vidas.

Se trata de valores que, en conjunto, nos hacen mejores seres humanos y mejores ciudadanos. En una sociedad tan caótica, desbordada por la violencia, la deshumanización, la pérdida de valores y el individualismo, hombres y mujeres tenemos la posibilidad de contribuir a que nuestra sociedad retome un rumbo distinto a partir de la unidad, la participación y la solidaridad de toda su gente.

En distintas ocasiones, en este espacio he señalado los problemas y la falta de resultados no sólo del actual gobierno, sino también de las administraciones pasadas. Pero al mismo tiempo, tengo claro que la grandeza de una Nación radica también en su gente y en el compromiso que ésta tiene con el destino de su país.

Evidentemente, México enfrenta una larga lista de desafíos; pero también, estoy convencido que cada uno de nosotros puede aportar mucho de sí mismo en el propósito de alcanzar una mejor convivencia; que desde el seno de cada familia debemos retomar y reforzar los valores más esenciales y de ahí reproducirlos, en términos de comportamientos, actitudes y prácticas, hacia los distintos ámbitos en los que interactuamos.

Particularmente, me refiero a los siguientes valores: Honestidad, como eje rector de nuestra propia vida; Respeto, a las niñas, los niños, las mujeres, los adultos mayores, los indígenas, los discapacitados, la legalidad, etc; Tolerancia, hacia quienes piensan diferente o elijen formas distintas de expresar sus ideas o ejercer su libertad; Generosidad, principalmente hacia quienes menos tienen o se encuentran en situación de vulnerabilidad; Responsabilidad, de nuestros actos y decisiones; Congruencia, Amistad y Solidaridad.

Desde luego, la Conciencia Ecológica es vital, pero más que un valor, creo que ésta representa uno de los principales compromisos que deben asumir las sociedades -además de los gobiernos- en este mundo global, amenazado por las distintas manifestaciones del cambio climático, que tal parece, son irreversibles.

Tengo la esperanza de que, si cada día, ponemos en práctica estos valores, estaremos contribuyendo a consolidar sociedades más unidas y más cohesionadas; sociedades resilientes.

Se trata de valores que por momentos pasamos por alto y todos son importantes en la aspiración de mejorar nuestra convivencia y nuestra calidad de vida. Necesitamos rescatarlos y llevarlos a la práctica. En realidad nada nos impide no hacerlo o terminar por mantenernos en nuestra zona de confort.

Desde luego, una de las tareas elementales de nuestro sistema educativo es enseñar y recrear estos y otros valores igual de importantes en las niñas, los niños y los jóvenes; pero esto no excluye que las madres y los padres complementen, se corresponsabilicen y también se comprometan con su puesta en práctica fuera del hogar.

Hay compromisos -y promesas- que indudablemente le toca cumplir con urgencia al actual gobierno; pero también las y los ciudadanos estamos llamados a actuar con responsabilidad, a dejar de lado la indiferencia, el dolor o el sufrimiento de hombres, mujeres, niños y adultos mayores a los que les vendría bien cualquier tipo de apoyo que podamos proporcionarles de manera atenta y generosa. A nuestra vista no son personas invisibles, son seres humanos como todos nosotros, que por una u otra razón, tienen graves carencias, empezando por la alimentación, trabajo o salud.

En estricto sentido -y aquí radica uno de los propósitos de esta aportación-, no necesitamos de una “Constitución Moral” que la 4T intenta confeccionar. Y no la requerimos simplemente porque, por naturaleza, los mexicanos somos unidos, solidarios y tenemos un gran corazón.

Así que, amables lectores, los invito a que en este inicio de año realicemos nuestra propia revisión interna y cualquiera que sean nuestros planes para este 2020, tengamos presente que nada puede proporcionarnos mayor satisfacción que el descubrir que cada día vivido fuimos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos.

¡ Feliz Nuevo Año !

*Presidente de la Academia Mexicana de Educación.