/ lunes 11 de junio de 2018

Orden mundial y libre comercio

Sin duda, algo que caracteriza esta época de hipercomunicación, redes sociales, emprendimientos multimillonarios y la revolución tecnológica, son los cambios que empiezan a perfilarse en el orden mundial.

Primero que nada, resalta el neopopulismo en países desarrollados que hace a un lado lo políticamente correcto, para instaurar un diálogo franco con premisas claras, pero fuera de tono con la tendencia global.

Habría que reconocer que la globalización y el libre comercio son la tendencia global, que precisamente enarbolan las naciones emergentes, frente a los amagues de EEUU que busca deliberadamente eliminar sus “déficits comerciales masivos” con determinados países, entre los que se encuentra México, por supuesto.

Este enfoque nacionalista de EEUU ha puesto un nuevo esquema de atracción de inversiones para generar empleos y fuertes incentivos sectoriales, regulatorios y fiscales para cumplir la premisa del liberalismo, con nacionalismo y soberanía estratégica o modelo de seguridad nacional.

En aras de la seguridad nacional, lo políticamente correcto queda fuera, las ambivalencias, los rodeos diplomáticos y las “verdades a medias” dejan su paso a premisas claras y contundentes. Primero los empleos y el desarrollo de su nación, y luego las ayudas internacionales, primero la subordinación a sus intereses y luego el financiamiento institucional, primero “pagas el muro” y luego tendrás la gracia del libre comercio de Norteamérica.

La cumbre del G7 sirvió para constatar la ineficacia del diálogo y las buenas maneras, los aranceles al acero y al aluminio son parte del libreto para llamar la atención sobre la vulnerabilidad, la falta de compromiso y la simulación, con la que operan las agencias internacionales. El libre comercio no pudo ser parte fundamental de esta cumbre, sino de la cumbre de países asiáticos convocada por China, ante los aranceles impuestos por EEUU a los productos tecnológicos con influencia industrial.

Para México, el TLCAN es otra de las instituciones de la globalización icónicas que está en entredicho por esta ideología nacionalista que busca reindustrializar ese país, obligar a las empresas globales a producir en EEUU y ampliar la explotación de los recursos naturales, como no se había visto en décadas, con la desregulación ambiental.

Para México es indispensable salir de la diplomacia de prestigio y meritocrática, a la diplomacia de negocios activa en inversión, comercio exterior, cooperación tecnológica y desarrollo de brókeres en mercados clave donde tenemos tratados comerciales y amplias expectativas de diversificación comercial.

Lo mismo pasa con el sistema de ciencia-tecnología-innovación CTI, que sigue dominado por las academias y el sector educativo, que por un sector de inventores, desarrolladores, empresarios y exportadores, para lograr cambios sustantivos en el mapeo tecnológico nacional, lograr nuevos nichos de mercado y solución para problemas nacionales.

Diplomacia e Innovación sistémicas para el comercio exterior, esa es la política industrial que requerimos en este momento de nacionalismos, proteccionismos y cerrazón política. Mirar hacia adentro no es una falla, ser nacionalista no es un error histórico, buscar mayor contenido nacional con políticas públicas certeras no es retrógrado, sino que son premisas que validan los beneficiarios de esas políticas públicas como base electoral.

Es absurdo ver, cómo el debate ideológico sobre la rectoría económica del Estado y el liberalismo a ultranza, retorna a la construcción de Estados fuertes, con finanzas públicas sanas, capaces de reorientar la economía con base en el bienestar general o por seguridad nacional.

No hay tiempo que perder para reorientar nuestro enfoque de innovación y diplomacia, México puede hacer una política industrial más agresiva con muchas más secretarías involucradas que la propia secretaría de economía. México requiere una revolución productiva que le permita conquistar mercados, aumentar su productividad y lograr mejores condiciones de integración económica para poner productos de gran calidad, pero de mejor precio, en los mercados internacionales.

Un plan para cada sector y un plan para cada mercado, eso es lo que debemos ver en las políticas industriales, “piso parejo” para competir, con incentivos temporales que incidan en la productividad, la innovación y el cumplimiento regulatorio de los mercados meta.

Digamos que ya contamos con la plataforma manufacturera que nos dejó el TLCAN, experiencia, territorios, especializaciones y mercados. Sucede que no es suficiente, ya que dependemos del mercado de EEUU y nuestro sector externo está anclado en inversiones, cadenas de valor e innovación a ese país. Sin duda, somos buenos maquiladores, pero se necesita mucho más para contar con una economía diversificada, estable y en crecimiento dinámico.

El premio Nobel de economía, Paul Krugman, nos ha dicho enfáticamente estar cansado de hablar del “potencial” de México como sociedad y economía. Romper paradigmas es lo que parece estar moviendo un mundo estancado políticamente, cuyos compromisos multilaterales son débiles y un marco institucional en decadencia.

Un nuevo orden mundial está en ciernes, los bloques, los clubes y las organizaciones multilaterales pierden profundidad e influencia. El enfoque de seguridad nacional subordina preceptos, acuerdos y tratados, dado que es la excepción a la regla, y su instrumentación causa desconcierto, enojo y controversias que tardarán más años en ventilarse, que los efectos de su instrumentación en inversiones, tecnologías y mercados.

Sin duda, algo que caracteriza esta época de hipercomunicación, redes sociales, emprendimientos multimillonarios y la revolución tecnológica, son los cambios que empiezan a perfilarse en el orden mundial.

Primero que nada, resalta el neopopulismo en países desarrollados que hace a un lado lo políticamente correcto, para instaurar un diálogo franco con premisas claras, pero fuera de tono con la tendencia global.

Habría que reconocer que la globalización y el libre comercio son la tendencia global, que precisamente enarbolan las naciones emergentes, frente a los amagues de EEUU que busca deliberadamente eliminar sus “déficits comerciales masivos” con determinados países, entre los que se encuentra México, por supuesto.

Este enfoque nacionalista de EEUU ha puesto un nuevo esquema de atracción de inversiones para generar empleos y fuertes incentivos sectoriales, regulatorios y fiscales para cumplir la premisa del liberalismo, con nacionalismo y soberanía estratégica o modelo de seguridad nacional.

En aras de la seguridad nacional, lo políticamente correcto queda fuera, las ambivalencias, los rodeos diplomáticos y las “verdades a medias” dejan su paso a premisas claras y contundentes. Primero los empleos y el desarrollo de su nación, y luego las ayudas internacionales, primero la subordinación a sus intereses y luego el financiamiento institucional, primero “pagas el muro” y luego tendrás la gracia del libre comercio de Norteamérica.

La cumbre del G7 sirvió para constatar la ineficacia del diálogo y las buenas maneras, los aranceles al acero y al aluminio son parte del libreto para llamar la atención sobre la vulnerabilidad, la falta de compromiso y la simulación, con la que operan las agencias internacionales. El libre comercio no pudo ser parte fundamental de esta cumbre, sino de la cumbre de países asiáticos convocada por China, ante los aranceles impuestos por EEUU a los productos tecnológicos con influencia industrial.

Para México, el TLCAN es otra de las instituciones de la globalización icónicas que está en entredicho por esta ideología nacionalista que busca reindustrializar ese país, obligar a las empresas globales a producir en EEUU y ampliar la explotación de los recursos naturales, como no se había visto en décadas, con la desregulación ambiental.

Para México es indispensable salir de la diplomacia de prestigio y meritocrática, a la diplomacia de negocios activa en inversión, comercio exterior, cooperación tecnológica y desarrollo de brókeres en mercados clave donde tenemos tratados comerciales y amplias expectativas de diversificación comercial.

Lo mismo pasa con el sistema de ciencia-tecnología-innovación CTI, que sigue dominado por las academias y el sector educativo, que por un sector de inventores, desarrolladores, empresarios y exportadores, para lograr cambios sustantivos en el mapeo tecnológico nacional, lograr nuevos nichos de mercado y solución para problemas nacionales.

Diplomacia e Innovación sistémicas para el comercio exterior, esa es la política industrial que requerimos en este momento de nacionalismos, proteccionismos y cerrazón política. Mirar hacia adentro no es una falla, ser nacionalista no es un error histórico, buscar mayor contenido nacional con políticas públicas certeras no es retrógrado, sino que son premisas que validan los beneficiarios de esas políticas públicas como base electoral.

Es absurdo ver, cómo el debate ideológico sobre la rectoría económica del Estado y el liberalismo a ultranza, retorna a la construcción de Estados fuertes, con finanzas públicas sanas, capaces de reorientar la economía con base en el bienestar general o por seguridad nacional.

No hay tiempo que perder para reorientar nuestro enfoque de innovación y diplomacia, México puede hacer una política industrial más agresiva con muchas más secretarías involucradas que la propia secretaría de economía. México requiere una revolución productiva que le permita conquistar mercados, aumentar su productividad y lograr mejores condiciones de integración económica para poner productos de gran calidad, pero de mejor precio, en los mercados internacionales.

Un plan para cada sector y un plan para cada mercado, eso es lo que debemos ver en las políticas industriales, “piso parejo” para competir, con incentivos temporales que incidan en la productividad, la innovación y el cumplimiento regulatorio de los mercados meta.

Digamos que ya contamos con la plataforma manufacturera que nos dejó el TLCAN, experiencia, territorios, especializaciones y mercados. Sucede que no es suficiente, ya que dependemos del mercado de EEUU y nuestro sector externo está anclado en inversiones, cadenas de valor e innovación a ese país. Sin duda, somos buenos maquiladores, pero se necesita mucho más para contar con una economía diversificada, estable y en crecimiento dinámico.

El premio Nobel de economía, Paul Krugman, nos ha dicho enfáticamente estar cansado de hablar del “potencial” de México como sociedad y economía. Romper paradigmas es lo que parece estar moviendo un mundo estancado políticamente, cuyos compromisos multilaterales son débiles y un marco institucional en decadencia.

Un nuevo orden mundial está en ciernes, los bloques, los clubes y las organizaciones multilaterales pierden profundidad e influencia. El enfoque de seguridad nacional subordina preceptos, acuerdos y tratados, dado que es la excepción a la regla, y su instrumentación causa desconcierto, enojo y controversias que tardarán más años en ventilarse, que los efectos de su instrumentación en inversiones, tecnologías y mercados.