/ jueves 21 de mayo de 2020

Orgullo y cuarentena

Por: Siobhan Guerrero

Pareciera que en los días que vivimos todo otro tema más allá del COVID19 ha quedado desplazado o detenido en un tiempo que quizás no habrá de volver. Esta pandemia oblitera así no únicamente nuestras certezas y nuestra cotidianidad sino la enorme complejidad política en la que apenas hace unos meses estábamos embebidos.


Sin embargo, la tragedia de esta obliteración es que no nos hermana pues las diferencias que nos atraviesan siguen allí haciendo que, si bien todos seamos vulnerables, no todos lo seamos en las mismas formas. La política se filtra por las grietas de una unidad imposible y reaparece en esta cotidianidad en cuarentena pero lo hace silenciada y silenciosa.


Las infancias trans siguen allí, las personas que viven con VIH siguen allí, las trabajadoras sexuales siguen allí. Todas y cada una de las diversidades sexuales siguen allí contribuyendo a la complejidad creciente de nuestro poderoso y bello acrónimo (LGBTI+). Pero esa presencia está ella misma en cuarentena como si con esta hecatombe se hubieran detenido no sólo las cortes sino también las injusticias. Mas esto no es así.


Pensemos, a modo de ejemplo, en nuestras infancias y adolescencias trans las cuales siguen creciendo mientras su lucha luce olvidada y relegada a la inexistencia a manos de un gobierno que se precia de tener a los derechos humanos como uno de sus ejes fundamentales. El dictamen de ley que las comisiones del congreso de la CDMX aprobaron hace meses será muy probablemente una más de las bajas del coronavirus.


También allí siguen los crímenes de odio a personas de las diversidades sexuales. Allí siguen los transfeminicidios. Intacta sigue también la discriminación a personas trans, intersex, bisexuales y homosexuales. Y por un perverso juego del destino hoy los muertos invisibles, los que el odio asesinó, son ahora más invisibles que nunca. Ojalá con el COVID19 se hubiesen detenido los crímenes de odio, los transfeminicidios y los feminicidios. Irónicamente, si aquello hubiese pasado, éste sería un país más seguro para ser diferente. Las noches y los hogares serían más seguros. Tendríamos, trágicamente, menos muertos. Tendríamos menos niños y adolescentes durmiendo en las calles porque osaron revelar su orientación sexual o identidad de género.


De allí la importancia de este 17 de mayo. De allí la importancia de celebrar un día en el que se cumplirán treinta años de la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades de la Organización Mundial de Salud. Celebremos esa lucha recordando que para otras causas ha habido que esperar décadas más pues apenas el año pasado la OMS hizo lo propio con la transexualidad. Y si en este tema damos nuestros primeros pasos, qué decir de lo que nos falta en el caso de otras identidades o corporalidades. Relancemos pues al orgullo para que el encierro no implique poner en cuarentena nuestras voces, para que la sana distancia no implique enjaular nuestras causas.


Bióloga, filósofa y activista.

Por: Siobhan Guerrero

Pareciera que en los días que vivimos todo otro tema más allá del COVID19 ha quedado desplazado o detenido en un tiempo que quizás no habrá de volver. Esta pandemia oblitera así no únicamente nuestras certezas y nuestra cotidianidad sino la enorme complejidad política en la que apenas hace unos meses estábamos embebidos.


Sin embargo, la tragedia de esta obliteración es que no nos hermana pues las diferencias que nos atraviesan siguen allí haciendo que, si bien todos seamos vulnerables, no todos lo seamos en las mismas formas. La política se filtra por las grietas de una unidad imposible y reaparece en esta cotidianidad en cuarentena pero lo hace silenciada y silenciosa.


Las infancias trans siguen allí, las personas que viven con VIH siguen allí, las trabajadoras sexuales siguen allí. Todas y cada una de las diversidades sexuales siguen allí contribuyendo a la complejidad creciente de nuestro poderoso y bello acrónimo (LGBTI+). Pero esa presencia está ella misma en cuarentena como si con esta hecatombe se hubieran detenido no sólo las cortes sino también las injusticias. Mas esto no es así.


Pensemos, a modo de ejemplo, en nuestras infancias y adolescencias trans las cuales siguen creciendo mientras su lucha luce olvidada y relegada a la inexistencia a manos de un gobierno que se precia de tener a los derechos humanos como uno de sus ejes fundamentales. El dictamen de ley que las comisiones del congreso de la CDMX aprobaron hace meses será muy probablemente una más de las bajas del coronavirus.


También allí siguen los crímenes de odio a personas de las diversidades sexuales. Allí siguen los transfeminicidios. Intacta sigue también la discriminación a personas trans, intersex, bisexuales y homosexuales. Y por un perverso juego del destino hoy los muertos invisibles, los que el odio asesinó, son ahora más invisibles que nunca. Ojalá con el COVID19 se hubiesen detenido los crímenes de odio, los transfeminicidios y los feminicidios. Irónicamente, si aquello hubiese pasado, éste sería un país más seguro para ser diferente. Las noches y los hogares serían más seguros. Tendríamos, trágicamente, menos muertos. Tendríamos menos niños y adolescentes durmiendo en las calles porque osaron revelar su orientación sexual o identidad de género.


De allí la importancia de este 17 de mayo. De allí la importancia de celebrar un día en el que se cumplirán treinta años de la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades de la Organización Mundial de Salud. Celebremos esa lucha recordando que para otras causas ha habido que esperar décadas más pues apenas el año pasado la OMS hizo lo propio con la transexualidad. Y si en este tema damos nuestros primeros pasos, qué decir de lo que nos falta en el caso de otras identidades o corporalidades. Relancemos pues al orgullo para que el encierro no implique poner en cuarentena nuestras voces, para que la sana distancia no implique enjaular nuestras causas.


Bióloga, filósofa y activista.