/ domingo 12 de diciembre de 2021

Otro país, como “casita sagrada”

VER

El domingo pasado, la mujer que coordina la pastoral social en mi parroquia nativa, Chiltepec, me mostró fotografías de un matrimonio que, en una población cercana, vive en condiciones deplorables. A raíz de esto, ya estamos promoviendo que la comunidad local ayudemos a esas personas, quizá construyéndoles una casita digna. Dije a los encargados de la fiesta patronal a la Virgen de Belén, que será a mediados de enero, que a élla le gustaría mucho que se hiciera algo por los pobres, y que no todo se reduzca a flores, cohetes, música y celebraciones religiosas. Ella lo que más quiere es que nos queramos como hermanos y nos apoyemos unos a otros en nuestras necesidades. En Belén, no hubo lugar para que naciera el Niño Jesús en una posada, y hoy hay que darle un hospedaje digno en la persona de los que sufren graves carencias.

En mi anterior diócesis, con ocasión de las fiestas en honor a la Virgen de la Merced, sugerí que, como parte del homenaje a la Virgen, se pagara la fianza de quince mil pesos (unos 750 dólares), para que pudiera salir de la cárcel un preso pobre que, por no tener esa cantidad, seguía detenido. En los primeros años, se resistieron y me decían que yo no comprendía sus costumbres y se las quería cambiar. Gastaban miles de pesos en flores que servían sólo para un día y al otro debían tirarlas, porque otra persona llevaba nuevos arreglos florales, siempre costosos. Una persona gastó 2,500 dólares en flores traídas desde lugares lejanos, dizque para agradar a la Virgen, aunque se advertía más bien su deseo de presumir ante los demás. Con el tiempo, comprendieron mi propuesta y, en la Misa del 24 de septiembre, siempre llevaban, como ofrenda a la Virgen, uno o dos liberados; algunos incluso extranjeros. ¿Eso le gusta a la Virgen? ¡Claro que sí, y mucho!

Este 12 de diciembre celebramos el 490 aniversario de las apariciones de nuestra Madre de Guadalupe, ese gran acontecimiento que configura la identidad de nuestro pueblo. En torno a estas fiestas, hay muchas celebraciones, peregrinaciones, ofrendas, música, para darle gracias o pedirle favores. Como buena Madre, aprecia todo esto y lo agradece, como cuando a una mamá sus hijos le obsequian costosos regalos en el día de la madre, pero le gustaría mucho más que sus hijos se quisieran, se perdonaran, se ayudaran.

PENSAR

En su diálogo con Juan Diego, la Virgen le dijo: “Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto. Lo daré a las gentes, en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación” (Nican Mopohua).

ACTUAR

Invito a que asumamos esto que expresamos los obispos: “Los Obispos mexicanos queremos refrendar el compromiso de seguir construyendo una “casita sagrada” porque representa un elemento común de identidad de este pueblo, un signo de unidad, un espíritu de familiaridad. La “casita sagrada” es un lugar donde nadie se siente extraño; un lugar de encuentro, convivencia y cercanía con los seres queridos; un lugar donde se comparten las experiencias de la vida” (PGP 154).

“Al contemplar la realidad de esta nueva época, queremos fortalecer y renovar nuestro esfuerzo para hacer presente el Reino de Dios en esta situación concreta de nuestro país, tomando en nuestras manos el mandato de la Morenita del Tepeyac de construir esa “casita”, donde los pobres y humildes sean los primeros en la Iglesia y orienten el horizonte de nuestra conversión, fecundando así el sentido de nuestra vida” (PGP 169).

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El domingo pasado, la mujer que coordina la pastoral social en mi parroquia nativa, Chiltepec, me mostró fotografías de un matrimonio que, en una población cercana, vive en condiciones deplorables. A raíz de esto, ya estamos promoviendo que la comunidad local ayudemos a esas personas, quizá construyéndoles una casita digna. Dije a los encargados de la fiesta patronal a la Virgen de Belén, que será a mediados de enero, que a élla le gustaría mucho que se hiciera algo por los pobres, y que no todo se reduzca a flores, cohetes, música y celebraciones religiosas. Ella lo que más quiere es que nos queramos como hermanos y nos apoyemos unos a otros en nuestras necesidades. En Belén, no hubo lugar para que naciera el Niño Jesús en una posada, y hoy hay que darle un hospedaje digno en la persona de los que sufren graves carencias.

En mi anterior diócesis, con ocasión de las fiestas en honor a la Virgen de la Merced, sugerí que, como parte del homenaje a la Virgen, se pagara la fianza de quince mil pesos (unos 750 dólares), para que pudiera salir de la cárcel un preso pobre que, por no tener esa cantidad, seguía detenido. En los primeros años, se resistieron y me decían que yo no comprendía sus costumbres y se las quería cambiar. Gastaban miles de pesos en flores que servían sólo para un día y al otro debían tirarlas, porque otra persona llevaba nuevos arreglos florales, siempre costosos. Una persona gastó 2,500 dólares en flores traídas desde lugares lejanos, dizque para agradar a la Virgen, aunque se advertía más bien su deseo de presumir ante los demás. Con el tiempo, comprendieron mi propuesta y, en la Misa del 24 de septiembre, siempre llevaban, como ofrenda a la Virgen, uno o dos liberados; algunos incluso extranjeros. ¿Eso le gusta a la Virgen? ¡Claro que sí, y mucho!

Este 12 de diciembre celebramos el 490 aniversario de las apariciones de nuestra Madre de Guadalupe, ese gran acontecimiento que configura la identidad de nuestro pueblo. En torno a estas fiestas, hay muchas celebraciones, peregrinaciones, ofrendas, música, para darle gracias o pedirle favores. Como buena Madre, aprecia todo esto y lo agradece, como cuando a una mamá sus hijos le obsequian costosos regalos en el día de la madre, pero le gustaría mucho más que sus hijos se quisieran, se perdonaran, se ayudaran.

PENSAR

En su diálogo con Juan Diego, la Virgen le dijo: “Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada. En donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto. Lo daré a las gentes, en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación” (Nican Mopohua).

ACTUAR

Invito a que asumamos esto que expresamos los obispos: “Los Obispos mexicanos queremos refrendar el compromiso de seguir construyendo una “casita sagrada” porque representa un elemento común de identidad de este pueblo, un signo de unidad, un espíritu de familiaridad. La “casita sagrada” es un lugar donde nadie se siente extraño; un lugar de encuentro, convivencia y cercanía con los seres queridos; un lugar donde se comparten las experiencias de la vida” (PGP 154).

“Al contemplar la realidad de esta nueva época, queremos fortalecer y renovar nuestro esfuerzo para hacer presente el Reino de Dios en esta situación concreta de nuestro país, tomando en nuestras manos el mandato de la Morenita del Tepeyac de construir esa “casita”, donde los pobres y humildes sean los primeros en la Iglesia y orienten el horizonte de nuestra conversión, fecundando así el sentido de nuestra vida” (PGP 169).