/ domingo 29 de abril de 2018

Otros días de gloria

1.-Puebla, mayo 5 de 1862. Recibido en México a las 5 y 49 minutos de la tarde. E. S. Ministro de Guerra: Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe que atacó por el oriente a derecha e izquierda durante tres horas. Fue rechazado tres veces en completa dispersión, y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe que no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe, en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase dar cuenta de este parte al C. Presidente.

2.-Así firmaba el telegrama que envió a sus superiores el general Ignacio Zaragoza al término del combate que inmortalizó su cortísima vida, y dio brillo a los anales de nuestra historia. A cuatro propósitos acata su transcripción, en víspera del Aniversario de la gesta, con el menor de los cuales aclara paradas a los “desmitificadores” de la historia, quienes insisten que una es la oficial, otra la de los exégetas y una más la del propio pueblo, según ellos: este capítulo de nuestra vida patria se escribió al momento; no dio tiempo a los demagogos de manipularlo; a los oficiosos de medrar con él, ni a los catequistas de la verdad, hurgar en sus líneas.

3.-El segundo, de mayor nobleza y estatura, intenta alentar los ánimos de un espíritu cívico tan abatido estas fechas, en buena parte gracias a esos predicadores quizás pero, sobre todo, a un telón tan pobre en la vida pública, que pareciera depararnos los hornos de Belcebú y no es así. Un leve vistazo a las condiciones de México hace todos esos años, envuelto en guerras intestinas sumadas a las intervenciones extrañas; con un gobierno, el de Juárez, salido a penas de la Reforma y en anticipo de la traición conservadora que traería un imperio foráneo, aclara la mirada.

4.-El tercer propósito de la reminiscencia es honrar la memoria de ese joven general cuyo arrojo, estrategia y visión le permitieron dirigir un menguado Ejército de Oriente entre las cabezas del que figuraba Felipe Berriozábal, y otros soldados que dieron lustre y gloria a las filas heroicas de nuestras Fuerzas Armadas. Zaragoza ganó la de Puebla, antes la de Cumbres de Acultzingo, peleó durante la Guerra de Texas, que tan cara nos costó; fue ministro de Guerra en un país que no lograba afianzar su segunda independencia y no llegó a verla, en 1867, porque perdió contra la tifoidea a los 33 años.

5.-El cuarto ambicioso objeto de esta memoria es subrayar, en el espejo de ese episodio que exalta nuestra historia –como tantos que la ennoblecen-, la esperanza de que días más luminosos aguardan a México pronto, en los que podremos vernos de frente otra vez, sonreír serenos y mirar hacia adelante con el justo orgullo que nos infunde el vasto patrimonio de nuestro pasado, seguros que construiremos el porvenir de nuestros hijos en la confianza de liderazgos que inspiren estadistas de la talla colosal de los que escribieron esas páginas dignas, por ellos, de repetirse.

camilo@kawage.com

1.-Puebla, mayo 5 de 1862. Recibido en México a las 5 y 49 minutos de la tarde. E. S. Ministro de Guerra: Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe que atacó por el oriente a derecha e izquierda durante tres horas. Fue rechazado tres veces en completa dispersión, y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe que no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe, en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase dar cuenta de este parte al C. Presidente.

2.-Así firmaba el telegrama que envió a sus superiores el general Ignacio Zaragoza al término del combate que inmortalizó su cortísima vida, y dio brillo a los anales de nuestra historia. A cuatro propósitos acata su transcripción, en víspera del Aniversario de la gesta, con el menor de los cuales aclara paradas a los “desmitificadores” de la historia, quienes insisten que una es la oficial, otra la de los exégetas y una más la del propio pueblo, según ellos: este capítulo de nuestra vida patria se escribió al momento; no dio tiempo a los demagogos de manipularlo; a los oficiosos de medrar con él, ni a los catequistas de la verdad, hurgar en sus líneas.

3.-El segundo, de mayor nobleza y estatura, intenta alentar los ánimos de un espíritu cívico tan abatido estas fechas, en buena parte gracias a esos predicadores quizás pero, sobre todo, a un telón tan pobre en la vida pública, que pareciera depararnos los hornos de Belcebú y no es así. Un leve vistazo a las condiciones de México hace todos esos años, envuelto en guerras intestinas sumadas a las intervenciones extrañas; con un gobierno, el de Juárez, salido a penas de la Reforma y en anticipo de la traición conservadora que traería un imperio foráneo, aclara la mirada.

4.-El tercer propósito de la reminiscencia es honrar la memoria de ese joven general cuyo arrojo, estrategia y visión le permitieron dirigir un menguado Ejército de Oriente entre las cabezas del que figuraba Felipe Berriozábal, y otros soldados que dieron lustre y gloria a las filas heroicas de nuestras Fuerzas Armadas. Zaragoza ganó la de Puebla, antes la de Cumbres de Acultzingo, peleó durante la Guerra de Texas, que tan cara nos costó; fue ministro de Guerra en un país que no lograba afianzar su segunda independencia y no llegó a verla, en 1867, porque perdió contra la tifoidea a los 33 años.

5.-El cuarto ambicioso objeto de esta memoria es subrayar, en el espejo de ese episodio que exalta nuestra historia –como tantos que la ennoblecen-, la esperanza de que días más luminosos aguardan a México pronto, en los que podremos vernos de frente otra vez, sonreír serenos y mirar hacia adelante con el justo orgullo que nos infunde el vasto patrimonio de nuestro pasado, seguros que construiremos el porvenir de nuestros hijos en la confianza de liderazgos que inspiren estadistas de la talla colosal de los que escribieron esas páginas dignas, por ellos, de repetirse.

camilo@kawage.com

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