/ martes 17 de septiembre de 2019

Ovación de pie a la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN)

Por: Ana María Longi

La consagración de la primavera, de Igor Strasvinski, que por causas políticas fue desechada por los críticos de la época, justamente cuando fue presentada en forma de Ballet Clásico por su autor,en mayo 29 de 1913, en el Teatro de los Campos Elíseos de París; fue aplaudida de pié y con una entrega de admiración definitiva, por parte de un público que el domingo 8 de septiembre de 2019, a partir de las 12:15 de la mañana; fue recibido por el director artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional, Carlos Miguel Prieto. Es decir, que 106 años después, México, continúa aliviando las heridas de aquella primera vez, en donde el movimiento de ataque, iba también en contra del coreógrafo Vaslav Nijinski y y del director musical del estreno, Pierre Monteux.

Luego entonces, Carlos Miguel Prieto, junto con su gentil sonrisa, dirigió exitosamente, un genial programa triple: El interludio sinfónico de la ópera Intermezzo, de Richard Strauss (1884-1949), desarrollado en 8 minutos. Después, el de Jean Sibelius (1865-1957), Concierto para violín en re menor, Op. 47, en 33 minutos de audición, para; sellar el gran inicio de temporada de la OSN, como señalamos antes, con la Consagración de la primavera. ¡Y vaya sorpresa!, el público disfrutó plenamente, la presencia del violinista ruso: Nikita Boriso-Glebsky; quien se ha establecido como uno de los eminentes jóvenes artistas de conciertos europeos de la nueva generación, elogiado por su profundo pensamiento musical, técnica impecable, elegancia e instinto. Ganador de los concursos Jen Sibelius, Fritz Kreisler, David Oistrakh, Maestros de violín de Monte Carlo y medallista de plata del XIII Concurso Tchaikovsky. Compromisos recientes incluyen actuaciones con la Filarmónica de San Petersburgo, Sinfónica de Munich, SinfónicaNacional de México y Sinfónica de la NHK, que complementan apenas una mínima parte de su impresionante trayectoria profesional, difícil de publicar en esta oportunidad.

Ahora bien, las aventuras por las que atravesó, La consagración de la primavera, afortunadamente se fueron dando de mal a bien y de bien, a muchísimo mejor, ya que en 1920, el crítico neoyorkino Deems Taylor afirmó que "Stravinski es el mecanismo convertido en música". Y más interesante aún es el hecho de que otro crítico estadunidense, Paul Rosenfeld, ampliara por su cuenta este concepto en un texto ciertamente profético y no exento de validez, a pesar de su tono básicamente contestatario. En ese mismo año de 1920, Rosenfeld escribió lo siguiente, refiere nuestro valioso investigador artístico, Juan Arturo Brennan:

"Los nuevos órganos de acero del hombre han engendrado su música en La consagración de la primavera. Porque con Stravinski, los ritmos de la maquinaria han entrado en el arte musical. Sobre todo, es el ritmo, el ritmo rectangular, absoluto y enfático, un ritmo que se agita y late y se reitera y danza con toda la incansable perfección de la máquina, y avanza y retrocede y se dispara hacia arriba y luego desciende, con el inhumano movimiento de unos titánicos brazos de acero".

Quizá no sea muy temerario suponer que Stravinski, teniendo parte de su ser firmemente anclada en el futuro, hubiera estado parcialmente de acuerdo con la visión futurista de Rosenfeld. Y así como una buena parte de los críticos de las primeras décadas del siglo XX vituperaron a Stravinski por el empleo del ritmo en La consagración de la primavera, muchos otros lo agredieron por el empleo poco ortodoxo y desconcertante de la orquesta. En este sentido y para quienes aún les es difícil digerir la densidad orquestal, está la versión a cuatro manos, como alternativa fascinante.

Un beso... Y hasta la próxima charla

Por: Ana María Longi

La consagración de la primavera, de Igor Strasvinski, que por causas políticas fue desechada por los críticos de la época, justamente cuando fue presentada en forma de Ballet Clásico por su autor,en mayo 29 de 1913, en el Teatro de los Campos Elíseos de París; fue aplaudida de pié y con una entrega de admiración definitiva, por parte de un público que el domingo 8 de septiembre de 2019, a partir de las 12:15 de la mañana; fue recibido por el director artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional, Carlos Miguel Prieto. Es decir, que 106 años después, México, continúa aliviando las heridas de aquella primera vez, en donde el movimiento de ataque, iba también en contra del coreógrafo Vaslav Nijinski y y del director musical del estreno, Pierre Monteux.

Luego entonces, Carlos Miguel Prieto, junto con su gentil sonrisa, dirigió exitosamente, un genial programa triple: El interludio sinfónico de la ópera Intermezzo, de Richard Strauss (1884-1949), desarrollado en 8 minutos. Después, el de Jean Sibelius (1865-1957), Concierto para violín en re menor, Op. 47, en 33 minutos de audición, para; sellar el gran inicio de temporada de la OSN, como señalamos antes, con la Consagración de la primavera. ¡Y vaya sorpresa!, el público disfrutó plenamente, la presencia del violinista ruso: Nikita Boriso-Glebsky; quien se ha establecido como uno de los eminentes jóvenes artistas de conciertos europeos de la nueva generación, elogiado por su profundo pensamiento musical, técnica impecable, elegancia e instinto. Ganador de los concursos Jen Sibelius, Fritz Kreisler, David Oistrakh, Maestros de violín de Monte Carlo y medallista de plata del XIII Concurso Tchaikovsky. Compromisos recientes incluyen actuaciones con la Filarmónica de San Petersburgo, Sinfónica de Munich, SinfónicaNacional de México y Sinfónica de la NHK, que complementan apenas una mínima parte de su impresionante trayectoria profesional, difícil de publicar en esta oportunidad.

Ahora bien, las aventuras por las que atravesó, La consagración de la primavera, afortunadamente se fueron dando de mal a bien y de bien, a muchísimo mejor, ya que en 1920, el crítico neoyorkino Deems Taylor afirmó que "Stravinski es el mecanismo convertido en música". Y más interesante aún es el hecho de que otro crítico estadunidense, Paul Rosenfeld, ampliara por su cuenta este concepto en un texto ciertamente profético y no exento de validez, a pesar de su tono básicamente contestatario. En ese mismo año de 1920, Rosenfeld escribió lo siguiente, refiere nuestro valioso investigador artístico, Juan Arturo Brennan:

"Los nuevos órganos de acero del hombre han engendrado su música en La consagración de la primavera. Porque con Stravinski, los ritmos de la maquinaria han entrado en el arte musical. Sobre todo, es el ritmo, el ritmo rectangular, absoluto y enfático, un ritmo que se agita y late y se reitera y danza con toda la incansable perfección de la máquina, y avanza y retrocede y se dispara hacia arriba y luego desciende, con el inhumano movimiento de unos titánicos brazos de acero".

Quizá no sea muy temerario suponer que Stravinski, teniendo parte de su ser firmemente anclada en el futuro, hubiera estado parcialmente de acuerdo con la visión futurista de Rosenfeld. Y así como una buena parte de los críticos de las primeras décadas del siglo XX vituperaron a Stravinski por el empleo del ritmo en La consagración de la primavera, muchos otros lo agredieron por el empleo poco ortodoxo y desconcertante de la orquesta. En este sentido y para quienes aún les es difícil digerir la densidad orquestal, está la versión a cuatro manos, como alternativa fascinante.

Un beso... Y hasta la próxima charla