/ domingo 9 de diciembre de 2018

País dogmáticamente millonario

1.- Al saberse del tweet surgía la duda de si se trataba de San Agustín, padre de la Iglesia que evangelizó Europa, o San Jerónimo, el fiel y férreo doctor de la Iglesia que tradujo las sagradas escrituras de las diversas lenguas al latín en el siglo V, o de Santo Tomás en la Summa Theologica, pero no: se trataba del presidente del H. Congreso de la Unión de México en el siglo XXI. Desde su más intensa cercanía quedaba claro que era la misma reflexión que de haber existido el twitter, Muñoz Ledo le habría dedicado –y acaso le enviaría por telegrama- a Diaz Ordaz, López Portillo o Fox (a Echeverría se lo decía seguro con frecuencia hasta que no fue candidato), o a sí mismo.

2.- Si no viniera de un político del que se esperaba “bajara a niveles terrenos el tamaño de su vanidad” como dijo de él don Alfredo en el enigma envuelto en siete charadas de 1975; del que ha corrido todas las cuerdas del oficio, y en todas las pistas del acomodo ideológico, y de uno que se supone a sí mismo forjador del orden constitucional liberal que estudió en Francia, su loa pasaría por la de un aprendiz de lambiscón; viniendo de Muñoz, sin embargo, parece que el publicista en jefe usurpó en su pluma toda la firmeza de la doctrina y el dogma a que los mexicanos hemos de asirnos hacia el futuro, abandonada ya la vieja medida de los periodos sexenales.

3.- Confirmé ayer que Andrés Manuel López Obrador ha tenido una transfiguración: se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado… es un auténtico hijo laico de Dios y un servidor de la Patria redujo, entre otras humildades a un mortal que es presidente de una república representativa, democrática, laica y federal. Incluso es de temerse que en uno de sus descuidos voluntarios, además del Petrus se le haya atravesado alguna alegoría y firmó la abyecta idiotez con su nombre.

4.- Porque ni a distracción se antoja de los magnos errores que estamos viendo cometer que nos conducen vertiginosamente a la real ruina que el Ejecutivo repite que heredó, y a volvernos un país de esclavos, de él y de las deudas con que vamos a pagar su necedad. El aeropuerto, sus bonos, van ya en 8 mil millones de dólares.

Añádase el servicio de la deuda corriente; el de los créditos que se contrate, los compromisos de Pemex (el avión que costó 218 millones, y se le van a perder 130); más las inversiones que no van a ingresar y los castigos que deberemos asumir, como ese infausto anuncio de que el IMSS absorberá el Seguro Popular nos van a dejar no como Venezuela, sino como otro de sus países cuatachos, el Congo, o la Saharaui Democrática: sin futuro pero, él quisiera, sin presente, y del pasado nada más lo que le acomode.

5.- De la transfiguración se desglosa también la espléndida coordinación entre los secretarios de Turismo y Comunicaciones. El primer consuegro del país determina qué vuelos operan en cada uno de los amarraderos de mulas que Rioboo ordena, y el otro experto dice que está confundido.

Y el místico jefe de los tres ni se da por enterado. La verdad, con dos o tres iluminaciones de éstas, quedaremos que ni Pirro nos va a reconocer y lo que es más, no nos vamos a identificar ni entre nosotros mismos. Ése parece ser, según el profeta don Porfirio, nuestro destino manifiesto.

1.- Al saberse del tweet surgía la duda de si se trataba de San Agustín, padre de la Iglesia que evangelizó Europa, o San Jerónimo, el fiel y férreo doctor de la Iglesia que tradujo las sagradas escrituras de las diversas lenguas al latín en el siglo V, o de Santo Tomás en la Summa Theologica, pero no: se trataba del presidente del H. Congreso de la Unión de México en el siglo XXI. Desde su más intensa cercanía quedaba claro que era la misma reflexión que de haber existido el twitter, Muñoz Ledo le habría dedicado –y acaso le enviaría por telegrama- a Diaz Ordaz, López Portillo o Fox (a Echeverría se lo decía seguro con frecuencia hasta que no fue candidato), o a sí mismo.

2.- Si no viniera de un político del que se esperaba “bajara a niveles terrenos el tamaño de su vanidad” como dijo de él don Alfredo en el enigma envuelto en siete charadas de 1975; del que ha corrido todas las cuerdas del oficio, y en todas las pistas del acomodo ideológico, y de uno que se supone a sí mismo forjador del orden constitucional liberal que estudió en Francia, su loa pasaría por la de un aprendiz de lambiscón; viniendo de Muñoz, sin embargo, parece que el publicista en jefe usurpó en su pluma toda la firmeza de la doctrina y el dogma a que los mexicanos hemos de asirnos hacia el futuro, abandonada ya la vieja medida de los periodos sexenales.

3.- Confirmé ayer que Andrés Manuel López Obrador ha tenido una transfiguración: se mostró con una convicción profunda, más allá del poder y la gloria. Se reveló como un personaje místico, un cruzado, un iluminado… es un auténtico hijo laico de Dios y un servidor de la Patria redujo, entre otras humildades a un mortal que es presidente de una república representativa, democrática, laica y federal. Incluso es de temerse que en uno de sus descuidos voluntarios, además del Petrus se le haya atravesado alguna alegoría y firmó la abyecta idiotez con su nombre.

4.- Porque ni a distracción se antoja de los magnos errores que estamos viendo cometer que nos conducen vertiginosamente a la real ruina que el Ejecutivo repite que heredó, y a volvernos un país de esclavos, de él y de las deudas con que vamos a pagar su necedad. El aeropuerto, sus bonos, van ya en 8 mil millones de dólares.

Añádase el servicio de la deuda corriente; el de los créditos que se contrate, los compromisos de Pemex (el avión que costó 218 millones, y se le van a perder 130); más las inversiones que no van a ingresar y los castigos que deberemos asumir, como ese infausto anuncio de que el IMSS absorberá el Seguro Popular nos van a dejar no como Venezuela, sino como otro de sus países cuatachos, el Congo, o la Saharaui Democrática: sin futuro pero, él quisiera, sin presente, y del pasado nada más lo que le acomode.

5.- De la transfiguración se desglosa también la espléndida coordinación entre los secretarios de Turismo y Comunicaciones. El primer consuegro del país determina qué vuelos operan en cada uno de los amarraderos de mulas que Rioboo ordena, y el otro experto dice que está confundido.

Y el místico jefe de los tres ni se da por enterado. La verdad, con dos o tres iluminaciones de éstas, quedaremos que ni Pirro nos va a reconocer y lo que es más, no nos vamos a identificar ni entre nosotros mismos. Ése parece ser, según el profeta don Porfirio, nuestro destino manifiesto.

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