/ jueves 5 de agosto de 2021

Pandemia literaria

Al revisar varios libreros de mi biblioteca llegué a la conclusión de que hay muchos libros que son en rigor intemporales, es decir, que no están sujetos a las modas literarias, de oportunidad y ocasión, y que recogen o contienen parte medular del pensamiento y sentimiento universales. Son ya clásicos en el más elevado sentido de la palabra. Cito entre ellos los siguientes: Cuentos de un Soñador de Lord Dunsany, escritor y dramaturgo anglo-irlandés. Su obra consagra la alta fantasía y lo extraño. Nos ha legado un maravilloso punto de vista cósmico, un mundo cargado de ensueños y un exquisito sentido de lo fantástico. Su apasionada lectura de la Biblia lo llevó a concebir narraciones -cuentos- en que no hay fanatismo ni tampoco interpretaciones arbitrarias. Yo tengo la edición de la Revista de Occidente, fundada y dirigida por José Ortega y Gasset, Colección Novelas Extrañas, Madrid, 1945. Lord Dunsany cautivó a Jorge Luis Borges, quien dijo de él que “es un escritor para escritores”. ¿Alta literatura? Me la dedicó en 1945 un amigo notable, Ángel Guerrero Reyes, y de sus palabras destaco las siguientes: “Los sueños de Lord Dunsany ayudarán a formar los tuyos, joven poeta y soñador también”. Evocación la precedente cargada de sueños y ensueños. Y cito a continuación, con la emoción entrecortada por el recuerdo, Vidas Imaginarias de Marcel Schwob, el escritor judío francés que concibió esta joya literaria cargada de erudición y experiencias vitales. Debajo del título de la edición que poseo escribí: “lo que no sucedió”. ¿O sí sucedió pero somos incapaces de admitirlo? Su libro, precursor del simbolismo, inspiró la Historia Universal de la Infamia de Borges, obra maestra del realismo mágico, según sus propias palabras. Añado a esta lista memorable Almaida de Etremont, Manzana de Anís y otros Cuentos de Francis Jammes, el exquisito poeta francés -Cultura, México, 1922, prólogo de Xavier Villaurrutia con traducción y selección de Salvador Novo-; y por último, entre tantos, El Decamerón Negro de León Frobenius, notable estudioso de la cultura africana. Fue conocido como el Lawrence de Arabia. Su libro, que hojeo, fue publicado por la Revista de Occidente en edición de Madrid, 1925, texto en el que aparecen perlas comprimidas de la cultura africana.

Por todo ello se me ha ocurrido algo. ¿Por qué no regresar a estos libros, modelos ejemplares de lo que debe ser la gran literatura, y nutrir o renutrir nuestro espíritu en medio de la pandemia? Hacer una pandemia literaria. Los llamados medios virtuales en internet permiten explorar un mundo hasta ahora desconocido: el del afianzamiento y difusión de la cultura. Pero no ateniéndose uno a las llamadas “novedades”, siempre de ocasión y oportunidad, sino a lo que tiene el aroma de lo eterno. La afición desbordada de leer “lo nuevo” debería cambiarse por la necesidad de releer. Hay libros que dejan una honda huella, como los hay que dejan una honda cicatriz según Baudelaire. Pero es imperativo buscar los primeros, los de la huella honda. Estos y sus semejantes son los que llamo intemporales y que rompen las ataduras de “lo novedoso”. Si lo logramos, la pandemia habrá sido la puerta que se abre para que incursionemos en el optimismo vital y literario, enemigo sin duda de aquélla y que hasta la puede aniquilar. Y aceptar algunas novedades cuando se vea claro, lo que sí es posible ver, que rescatan todo lo que el tiempo no se lleva sino que deja y guarda para siempre en medio de su oleaje inmenso de relatividad.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM


Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca


Al revisar varios libreros de mi biblioteca llegué a la conclusión de que hay muchos libros que son en rigor intemporales, es decir, que no están sujetos a las modas literarias, de oportunidad y ocasión, y que recogen o contienen parte medular del pensamiento y sentimiento universales. Son ya clásicos en el más elevado sentido de la palabra. Cito entre ellos los siguientes: Cuentos de un Soñador de Lord Dunsany, escritor y dramaturgo anglo-irlandés. Su obra consagra la alta fantasía y lo extraño. Nos ha legado un maravilloso punto de vista cósmico, un mundo cargado de ensueños y un exquisito sentido de lo fantástico. Su apasionada lectura de la Biblia lo llevó a concebir narraciones -cuentos- en que no hay fanatismo ni tampoco interpretaciones arbitrarias. Yo tengo la edición de la Revista de Occidente, fundada y dirigida por José Ortega y Gasset, Colección Novelas Extrañas, Madrid, 1945. Lord Dunsany cautivó a Jorge Luis Borges, quien dijo de él que “es un escritor para escritores”. ¿Alta literatura? Me la dedicó en 1945 un amigo notable, Ángel Guerrero Reyes, y de sus palabras destaco las siguientes: “Los sueños de Lord Dunsany ayudarán a formar los tuyos, joven poeta y soñador también”. Evocación la precedente cargada de sueños y ensueños. Y cito a continuación, con la emoción entrecortada por el recuerdo, Vidas Imaginarias de Marcel Schwob, el escritor judío francés que concibió esta joya literaria cargada de erudición y experiencias vitales. Debajo del título de la edición que poseo escribí: “lo que no sucedió”. ¿O sí sucedió pero somos incapaces de admitirlo? Su libro, precursor del simbolismo, inspiró la Historia Universal de la Infamia de Borges, obra maestra del realismo mágico, según sus propias palabras. Añado a esta lista memorable Almaida de Etremont, Manzana de Anís y otros Cuentos de Francis Jammes, el exquisito poeta francés -Cultura, México, 1922, prólogo de Xavier Villaurrutia con traducción y selección de Salvador Novo-; y por último, entre tantos, El Decamerón Negro de León Frobenius, notable estudioso de la cultura africana. Fue conocido como el Lawrence de Arabia. Su libro, que hojeo, fue publicado por la Revista de Occidente en edición de Madrid, 1925, texto en el que aparecen perlas comprimidas de la cultura africana.

Por todo ello se me ha ocurrido algo. ¿Por qué no regresar a estos libros, modelos ejemplares de lo que debe ser la gran literatura, y nutrir o renutrir nuestro espíritu en medio de la pandemia? Hacer una pandemia literaria. Los llamados medios virtuales en internet permiten explorar un mundo hasta ahora desconocido: el del afianzamiento y difusión de la cultura. Pero no ateniéndose uno a las llamadas “novedades”, siempre de ocasión y oportunidad, sino a lo que tiene el aroma de lo eterno. La afición desbordada de leer “lo nuevo” debería cambiarse por la necesidad de releer. Hay libros que dejan una honda huella, como los hay que dejan una honda cicatriz según Baudelaire. Pero es imperativo buscar los primeros, los de la huella honda. Estos y sus semejantes son los que llamo intemporales y que rompen las ataduras de “lo novedoso”. Si lo logramos, la pandemia habrá sido la puerta que se abre para que incursionemos en el optimismo vital y literario, enemigo sin duda de aquélla y que hasta la puede aniquilar. Y aceptar algunas novedades cuando se vea claro, lo que sí es posible ver, que rescatan todo lo que el tiempo no se lleva sino que deja y guarda para siempre en medio de su oleaje inmenso de relatividad.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM


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