/ lunes 15 de junio de 2020

Pandemia vs globalización

Más allá de los desafíos inmediatos de salud pública y por la devastación económica que el Covid-19 deja a su paso, de camino a una muy difícil “nueva normalidad” a mediano plazo, estamos ante un escenario de transformaciones y riesgos estructurales de gran calado a nivel global. De hecho, ya están ahí, con sus primeras manifestaciones.

Se ha hablado de la pandemia como palanca de aceleración o botón de Fast Forward para adelantar el futuro. Algunas cosas cambiarán de manera temporal, pero otras lo harán para siempre. Consideremos más trabajo desde casa y el crecimiento del e-learning, la telemedicina y el transporte (no sólo los medios por los que nos movemos, sino qué tanto y para qué lo hacemos). No obstante, las crisis también pueden dar cauce a regresiones: a presiones para activar la función de Rewind. Un riesgo claro es una reversa en la globalización.

Desde mi punto de vista, la globalización es un proceso histórico irreversible, al responder a cambios profundos que llevan a un inevitable acercamiento o confluencia. Además, retos existenciales de la humanidad, como el cambio climático y futuras pandemias, sólo pueden ser superados a través de una mayor y mejor integración y gobernanza internacional. Sin embargo, es evidente que está bajo ataque, con baja popularidad y tendencia a la desaceleración. El que el freno sea provisional no significa que será inocuo: esperemos tensiones, conflictos, trastornos que generarán amenazas y afectaciones muy importantes, máxime para países como el nuestro.

Hoy vemos cómo China busca imponer cambios en Hong Kong que pudieran violentar el tratado de 1984 que creó el estatus de “un país, dos sistemas”, a pesar de su vigencia hasta el 2047. Esto podría desencadenar repercusiones geopolíticas y económicas de gran impacto, al tratarse de un centro neurálgico tanto para el sistema financiero en Asia Pacífico como para el comercio global, por la relevancia de ese puerto. En respuesta, Estados Unidos ha amenazado con retirar el trato especial a la ciudad. Y esto es solo es una arista del antagonismo entre las dos potencias.

Durante la pandemia, y previamente, la administración Trump lo mismo ha escalado la ofensiva contra Huawei, en una pugna cada vez más abierta por el liderazgo en el campo de las telecomunicaciones, que acusado a China de presuntas responsabilidades en la propagación del Covid-19. La competencia incluso de da en una carrera vertiginosa por el desarrollo de la vacuna contra el virus.

Simplemente consideremos la significación de que el Representante de Comercio Robert Lighthizer publicara en el New York Times un artículo con este título: “La era de la deslocalización de empleos de EEUU ha terminado”. Es un texto que resalta precisamente cómo las crisis aceleran cambios que ya estaban en curso y que adelantan acciones por venir “después de derrotar esta enfermedad”: “devolver los empleos a Estados Unidos”.

Las implicaciones rebasan por mucho a las relaciones con China. México tiene mucho que perder en estos procesos, aunque también puede ganar. Por supuesto, solo si hay una visión y una estrategia a la altura. En eso deberíamos estar trabajando con celeridad y unión en lo esencial.

Hay que tener en cuenta que una alternancia en el gobierno estadounidense no implica necesariamente una situación distinta. Es conocido que legisladores tanto republicanos como demócratas han estado revisando propuestas para presionar a las empresas a que saquen operaciones de proveeduría de China y las lleven a Estados Unidos, lo que incluiría estímulos fiscales, nuevas regulaciones y subsidios de miles de millones de dólares.

La influyente revista británica The Economist publicó hace unas semanas un artículo de lectura obligada para tratar de entender lo que puede venir: “¿Ha matado el covid-19 a la globalización?”

Algunos datos y tendencias: 21% de los viajes transpacíficos de contenedores en mayo fue cancelado; el comercio mundial de bienes podría reducirse hasta 30% este año; alrededor de 90% de las personas vive en países con fronteras cerradas y muchos gobiernos se abrirán solo a países con protocolos de salud similares; la pandemia politizará los viajes y la migración aún más de lo que estaban.

Mientras Japón lanza un programa de subsidios para repatriar fábricas, desde la Unión Europea o la India se dan llamados a la autonomía estratégica o la autosuficiencia. El impulso para llevar las cadenas de suministro a casa aumenta, con medidas gubernamentales contrarias a los principios del comercio internacional y el menosprecio a la OMC y otros organismos multilaterales; la retracción “hacia dentro” debilitará la recuperación, dejará a la economía vulnerable y propagará la inestabilidad geopolítica “y esto es solo el comienzo”.

¿Qué hacemos en México? Hay que pensar y actuar estratégicamente, a nivel país, tanto como en las empresas. Con base en nuestro encuadre de debilidades y amenazas, oportunidades y fortalezas, que tenemos varias: lo mismo en materia industrial y de tratados de libre comercio, incluyendo el TLCAN, que por la simple posición geoestratégica.

Algo es seguro: ensimismarnos en los problemas internos y la polarización política en nada ayudan.

Más allá de los desafíos inmediatos de salud pública y por la devastación económica que el Covid-19 deja a su paso, de camino a una muy difícil “nueva normalidad” a mediano plazo, estamos ante un escenario de transformaciones y riesgos estructurales de gran calado a nivel global. De hecho, ya están ahí, con sus primeras manifestaciones.

Se ha hablado de la pandemia como palanca de aceleración o botón de Fast Forward para adelantar el futuro. Algunas cosas cambiarán de manera temporal, pero otras lo harán para siempre. Consideremos más trabajo desde casa y el crecimiento del e-learning, la telemedicina y el transporte (no sólo los medios por los que nos movemos, sino qué tanto y para qué lo hacemos). No obstante, las crisis también pueden dar cauce a regresiones: a presiones para activar la función de Rewind. Un riesgo claro es una reversa en la globalización.

Desde mi punto de vista, la globalización es un proceso histórico irreversible, al responder a cambios profundos que llevan a un inevitable acercamiento o confluencia. Además, retos existenciales de la humanidad, como el cambio climático y futuras pandemias, sólo pueden ser superados a través de una mayor y mejor integración y gobernanza internacional. Sin embargo, es evidente que está bajo ataque, con baja popularidad y tendencia a la desaceleración. El que el freno sea provisional no significa que será inocuo: esperemos tensiones, conflictos, trastornos que generarán amenazas y afectaciones muy importantes, máxime para países como el nuestro.

Hoy vemos cómo China busca imponer cambios en Hong Kong que pudieran violentar el tratado de 1984 que creó el estatus de “un país, dos sistemas”, a pesar de su vigencia hasta el 2047. Esto podría desencadenar repercusiones geopolíticas y económicas de gran impacto, al tratarse de un centro neurálgico tanto para el sistema financiero en Asia Pacífico como para el comercio global, por la relevancia de ese puerto. En respuesta, Estados Unidos ha amenazado con retirar el trato especial a la ciudad. Y esto es solo es una arista del antagonismo entre las dos potencias.

Durante la pandemia, y previamente, la administración Trump lo mismo ha escalado la ofensiva contra Huawei, en una pugna cada vez más abierta por el liderazgo en el campo de las telecomunicaciones, que acusado a China de presuntas responsabilidades en la propagación del Covid-19. La competencia incluso de da en una carrera vertiginosa por el desarrollo de la vacuna contra el virus.

Simplemente consideremos la significación de que el Representante de Comercio Robert Lighthizer publicara en el New York Times un artículo con este título: “La era de la deslocalización de empleos de EEUU ha terminado”. Es un texto que resalta precisamente cómo las crisis aceleran cambios que ya estaban en curso y que adelantan acciones por venir “después de derrotar esta enfermedad”: “devolver los empleos a Estados Unidos”.

Las implicaciones rebasan por mucho a las relaciones con China. México tiene mucho que perder en estos procesos, aunque también puede ganar. Por supuesto, solo si hay una visión y una estrategia a la altura. En eso deberíamos estar trabajando con celeridad y unión en lo esencial.

Hay que tener en cuenta que una alternancia en el gobierno estadounidense no implica necesariamente una situación distinta. Es conocido que legisladores tanto republicanos como demócratas han estado revisando propuestas para presionar a las empresas a que saquen operaciones de proveeduría de China y las lleven a Estados Unidos, lo que incluiría estímulos fiscales, nuevas regulaciones y subsidios de miles de millones de dólares.

La influyente revista británica The Economist publicó hace unas semanas un artículo de lectura obligada para tratar de entender lo que puede venir: “¿Ha matado el covid-19 a la globalización?”

Algunos datos y tendencias: 21% de los viajes transpacíficos de contenedores en mayo fue cancelado; el comercio mundial de bienes podría reducirse hasta 30% este año; alrededor de 90% de las personas vive en países con fronteras cerradas y muchos gobiernos se abrirán solo a países con protocolos de salud similares; la pandemia politizará los viajes y la migración aún más de lo que estaban.

Mientras Japón lanza un programa de subsidios para repatriar fábricas, desde la Unión Europea o la India se dan llamados a la autonomía estratégica o la autosuficiencia. El impulso para llevar las cadenas de suministro a casa aumenta, con medidas gubernamentales contrarias a los principios del comercio internacional y el menosprecio a la OMC y otros organismos multilaterales; la retracción “hacia dentro” debilitará la recuperación, dejará a la economía vulnerable y propagará la inestabilidad geopolítica “y esto es solo el comienzo”.

¿Qué hacemos en México? Hay que pensar y actuar estratégicamente, a nivel país, tanto como en las empresas. Con base en nuestro encuadre de debilidades y amenazas, oportunidades y fortalezas, que tenemos varias: lo mismo en materia industrial y de tratados de libre comercio, incluyendo el TLCAN, que por la simple posición geoestratégica.

Algo es seguro: ensimismarnos en los problemas internos y la polarización política en nada ayudan.