/ miércoles 5 de enero de 2022

Panorama para el Campo Mexicano 2022 

Se estima que el crecimiento del PIB agroalimentario para el año que acaba de terminar ronde el 2% lo cual se considera positivo, tomando en cuenta el impacto negativo que se ha derivado por la pandemia del Covid-19 y también por las condiciones de sequías que se presentaron a principios del 2021, que afectaron a diversas entidades, sumándose a las afectaciones en algunos cultivos provocadas por huracanes como “Grace” y “Nora”.

Para este 2022, se visualiza un panorama complejo para la economía en su conjunto, no siendo ajeno el sector agroalimentario; el presupuesto de egresos para la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural para este ejercicio muestra un comportamiento y monto inercial, en donde predominan los programas cuyo enfoque son más del índole asistencial y clientelar, más que para elevar la productividad del campo, por lo que no se espera que estos recursos puedan tener un impacto real en el desarrollo del sector; por otra parte, hay incrementos en los precios de muchos de los insumos que se utilizan para la producción de alimentos, como los fertilizantes, lo cual impactará en la rentabilidad; el financiamiento hacia el sector tampoco se ha detonado, principalmente en la Financiera Nacional de Desarrollo ( FND), aun siendo que incluso a inicios de la pandemia y al cierre del 2020 fue la única actividad económica que mostró crecimiento. Existen también algunas medidas que pueden obstaculizar el desarrollo del sector para este año, como la prohibición de las importaciones del herbicida glifosato, que para muchos cultivos es esencial, al no contar con otras alternativas viables para el combate de malezas; asimismo, hay trámites de autorizaciones para la importación de otras moléculas, cuyas demoras también pueden causar impactos negativos en el desarrollo del sector y existe también la amenaza de la prohibición de más productos utilizados para la protección de cultivos, ante los supuestos que son nocivos para la salud y para el ambiente, pero la realidad es que si se utilizan de manera adecuada, estos productos no deben de causar impactos negativos y si conllevan beneficios, al proteger a los cultivos contra plagas y enfermedades que pueden afectar sus rendimientos.

Vemos un panorama de claroscuros para el tema del sector agroalimentario nacional; por una parte, complicado el escenario para la producción de granos y oleaginosas, que compiten con costos más bajos y apoyos de Gobierno que reciben productores de otros países (de Estados Unidos principalmente) y que en nuestro país están limitados solo a pequeños productores, dejando a los productores comerciales a la deriva, compitiendo en condiciones muy desiguales. El año 2021 se caracterizó por un incremento muy importante en las compras del exterior de granos y oleaginosas y, ante la falta de una política pública clara para la sustitución de importaciones, las perspectivas son de que continúen incrementándose y elevando el nivel de dependencia del exterior.

El panorama se muestra más alentador para el caso de la producción de frutas y hortalizas, así como para continuar con el crecimiento del sector pecuario, de la producción de carnicos, al igual que un desarrollo importante de la agroindustria en nuestro país; en estos productos, además de atender de manera importante la demanda nacional, su desarrollo se basa en el crecimiento de sus exportaciones, las cuales generan grandes beneficios para nuestro sector y para el país, como son la generación de divisas que ya sobrepasan los 40 mil millones de dólares; la generación de más y mejores empleos; la derrama económica que estos generan, así como un mayor bienestar para toda la población.

Esperemos que en este 2022, el sector agroalimentario mexicano sea considerado como un sector prioritario para el desarrollo de nuestro país; el asegurar la alimentación para nuestra población debe ser un principio básico para cualquier nación e incluso es un mandato establecido en nuestra propia Constitución; para ello, establezcamos políticas públicas y privadas adecuadas que lo garanticen.


Ing. Luis Fernando Haro Encinas

Director General

Consejo Nacional Agropecuario

Se estima que el crecimiento del PIB agroalimentario para el año que acaba de terminar ronde el 2% lo cual se considera positivo, tomando en cuenta el impacto negativo que se ha derivado por la pandemia del Covid-19 y también por las condiciones de sequías que se presentaron a principios del 2021, que afectaron a diversas entidades, sumándose a las afectaciones en algunos cultivos provocadas por huracanes como “Grace” y “Nora”.

Para este 2022, se visualiza un panorama complejo para la economía en su conjunto, no siendo ajeno el sector agroalimentario; el presupuesto de egresos para la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural para este ejercicio muestra un comportamiento y monto inercial, en donde predominan los programas cuyo enfoque son más del índole asistencial y clientelar, más que para elevar la productividad del campo, por lo que no se espera que estos recursos puedan tener un impacto real en el desarrollo del sector; por otra parte, hay incrementos en los precios de muchos de los insumos que se utilizan para la producción de alimentos, como los fertilizantes, lo cual impactará en la rentabilidad; el financiamiento hacia el sector tampoco se ha detonado, principalmente en la Financiera Nacional de Desarrollo ( FND), aun siendo que incluso a inicios de la pandemia y al cierre del 2020 fue la única actividad económica que mostró crecimiento. Existen también algunas medidas que pueden obstaculizar el desarrollo del sector para este año, como la prohibición de las importaciones del herbicida glifosato, que para muchos cultivos es esencial, al no contar con otras alternativas viables para el combate de malezas; asimismo, hay trámites de autorizaciones para la importación de otras moléculas, cuyas demoras también pueden causar impactos negativos en el desarrollo del sector y existe también la amenaza de la prohibición de más productos utilizados para la protección de cultivos, ante los supuestos que son nocivos para la salud y para el ambiente, pero la realidad es que si se utilizan de manera adecuada, estos productos no deben de causar impactos negativos y si conllevan beneficios, al proteger a los cultivos contra plagas y enfermedades que pueden afectar sus rendimientos.

Vemos un panorama de claroscuros para el tema del sector agroalimentario nacional; por una parte, complicado el escenario para la producción de granos y oleaginosas, que compiten con costos más bajos y apoyos de Gobierno que reciben productores de otros países (de Estados Unidos principalmente) y que en nuestro país están limitados solo a pequeños productores, dejando a los productores comerciales a la deriva, compitiendo en condiciones muy desiguales. El año 2021 se caracterizó por un incremento muy importante en las compras del exterior de granos y oleaginosas y, ante la falta de una política pública clara para la sustitución de importaciones, las perspectivas son de que continúen incrementándose y elevando el nivel de dependencia del exterior.

El panorama se muestra más alentador para el caso de la producción de frutas y hortalizas, así como para continuar con el crecimiento del sector pecuario, de la producción de carnicos, al igual que un desarrollo importante de la agroindustria en nuestro país; en estos productos, además de atender de manera importante la demanda nacional, su desarrollo se basa en el crecimiento de sus exportaciones, las cuales generan grandes beneficios para nuestro sector y para el país, como son la generación de divisas que ya sobrepasan los 40 mil millones de dólares; la generación de más y mejores empleos; la derrama económica que estos generan, así como un mayor bienestar para toda la población.

Esperemos que en este 2022, el sector agroalimentario mexicano sea considerado como un sector prioritario para el desarrollo de nuestro país; el asegurar la alimentación para nuestra población debe ser un principio básico para cualquier nación e incluso es un mandato establecido en nuestra propia Constitución; para ello, establezcamos políticas públicas y privadas adecuadas que lo garanticen.


Ing. Luis Fernando Haro Encinas

Director General

Consejo Nacional Agropecuario