/ lunes 23 de noviembre de 2020

Panoramas para México en 2021 (I)

Es claro que 2020 ha sido el año de las turbulencias para el mundo entero y aunque la pandemia nos ha causado crisis sanitarias y económicas a diferentes escalas, la verdad es que el piso ya se nos venía moviendo y para muestra están las manifestaciones sociales en Chile, Hong Kong, Polonia, Perú, Tailandia, Ecuador, Colombia, Bielorrusia, Estados Unidos, República Dominicana y México, entre otros. ¿Las causas? La corrupción, el racismo, la brutalidad policial, la violencia de género, la desigualdad, las decisiones económicas, la transparencia electoral y un largo etcétera de causas legítimas.

Es decir, algo anda muy mal no solo con las democracias, sino con los sistemas políticos en general y la ciudadanía está cada vez más dispuesta tomar las calles para mostrar su inconformidad. Esta sacudida nos deja un par de lecciones importantes, la primera es que no podemos dar nada por sentado, ni siquiera la tranquilidad de respirar libremente en la calle. La segunda es que no podemos tomar decisiones de ninguna índole (en la empresa, en la casa, en la sociedad y en el país) sin antes hacer un análisis muy exhaustivo del entorno.

Desde luego, iniciemos por México, que el próximo año tendrá elecciones por todo el país, concluyendo con el Poder Legislativo federal, en un contexto donde la reelección ya es aplicable. Todo esto mientras luchamos por salir avante de la crisis sanitaria y económica. El primer punto a destacar sería preguntarnos con qué recursos va a contar el Estado mexicano para hacer frente a sus obligaciones y retos, lo cual nos lleva invariablemente a la siempre polémica aprobación de la Ley de Ingresos, el pasado 13 de noviembre.

Al respecto, cabe hacer una serie de observaciones que sin duda tendrán un impacto importante en los proyectos que puedan, o no, realizarse, el próximo año. La primera es que la Ley fue aprobada tal y cómo la envío el Ejecutivo por primera vez en 20 años, no hubo cambios ni modificaciones, sino que se votó manteniendo dos hilos conductores: la reorientación del gasto público para atender la crisis sanitaria y la política de austeridad. Y esto sonaría muy bien si efectivamente en ese sentido hubiéramos visto los ajustes, pero no fue así.

Se estima que el gobierno mexicano cuente con 6.29 billones de pesos, de los cuales efectivamente puede reasignar como el 50% ya que hay obligaciones irrenunciables que hay que cumplir sí o sí, tales como pagar la deuda y asegurar sueldos para funcionarios y permitir la operación gubernamental; también restemos de una vez 1.2 billones que son para pensiones. Entonces, frente a este acotado margen de maniobra, cobra relevancia la célebre máxima política “prioridad política que no está en el presupuesto, no es prioridad”.

Ya sabemos que las megaobras y los programas sociales donde el gobierno “entrega en propia mano” los recursos a los beneficiarios, son la prioridad aunque Jóvenes Construyendo el Futuro y los Microcréditos para el Bienestar tendrán reducciones. También vemos que una de las Secretaría que aumentará sus recursos será la SEDENA, con 21 mil millones de pesos más. Esto no debería sorprender en un sexenio que ha tomado a las fuerzas armadas como base de su actuar usándolas para construir un aeropuerto, detener migrantes centroamericanos en las fronteras y ocuparse de la parte operativa de la Guardia Nacional.

También hay 14 mil millones de pesos para la Secretaría de Salud, lo cual es evidente y se esperaba considerando la pandemia; luego, la Secretaría de Turismo también tendrá casi 10 mil millones de pesos más aunque la mayoría son recursos destinados al Tren Maya. Mientras tanto, las secretarías de Seguridad y Energía tendrán 5 mil millones de pesos menos y la Secretaría de Economía ya no contará con 29 mil millones. En fin, no hay mucha seguridad sobre la eficiencia de los programas que recibirán más recursos pero tampoco hay esquemas de seguimiento serios dentro del propio gobierno, por lo que habrá que hacer un minucioso análisis desde la sociedad civil, la academia y las instituciones privadas, ya que en tiempos como estos o podemos darnos el lujo de ir probando a ensayo y error.

A propósito de panoramas para el próximo año, no podemos quitar atención de las elecciones en nuestro vecino y principal socio comercial, Estados Unidos, específicamente en su Poder Legislativo, pues como en cualquier régimen presidencialista, un titular del Ejecutivo sin mayoría en el Legislativo se ve limitado para llevar a cabo acciones, esto es especialmente importante en el caso del Senado estadounidense, que tiene la última palabra para promulgar leyes, aprobar acuerdos firmados por el Ejecutivo, así como de ratificar o remover funcionarios federales.

Si bien es de la mayor relevancia que el candidato demócrata Joseph Biden haya ganado, también resulta estratégico para el Partido Demócrata, mantener la mayoría en la Cámara de Representantes y retomar el control del Senado. Lo primero lo lograron, los demócratas controlarán la Cámara de Representantes con 222 escaños, frente a los 205 de los Republicanos (con base en los conteos más recientes).

Sn embargo, la mayoría del Senado la mantienen los Republicanos, con 50 escaños contra 48 de los demócratas, aunque todavía no es un proceso concluido ya que hay dos estados indecisos Carolina del Norte, donde aún no se declara ganador, y Georgia; este último ya incluso programó una segunda vuelta electoral para el 5 de enero de 2021.

¿Qué tanto le conviene a México una mayoría republicana o demócrata en el Legislativo? Eso depende de las agendas de política exterior, comercial y de gestión de la frontera compartida, que aún hoy no están muy claras ya que el conflicto al interior, sigue siendo intenso.

Es claro que 2020 ha sido el año de las turbulencias para el mundo entero y aunque la pandemia nos ha causado crisis sanitarias y económicas a diferentes escalas, la verdad es que el piso ya se nos venía moviendo y para muestra están las manifestaciones sociales en Chile, Hong Kong, Polonia, Perú, Tailandia, Ecuador, Colombia, Bielorrusia, Estados Unidos, República Dominicana y México, entre otros. ¿Las causas? La corrupción, el racismo, la brutalidad policial, la violencia de género, la desigualdad, las decisiones económicas, la transparencia electoral y un largo etcétera de causas legítimas.

Es decir, algo anda muy mal no solo con las democracias, sino con los sistemas políticos en general y la ciudadanía está cada vez más dispuesta tomar las calles para mostrar su inconformidad. Esta sacudida nos deja un par de lecciones importantes, la primera es que no podemos dar nada por sentado, ni siquiera la tranquilidad de respirar libremente en la calle. La segunda es que no podemos tomar decisiones de ninguna índole (en la empresa, en la casa, en la sociedad y en el país) sin antes hacer un análisis muy exhaustivo del entorno.

Desde luego, iniciemos por México, que el próximo año tendrá elecciones por todo el país, concluyendo con el Poder Legislativo federal, en un contexto donde la reelección ya es aplicable. Todo esto mientras luchamos por salir avante de la crisis sanitaria y económica. El primer punto a destacar sería preguntarnos con qué recursos va a contar el Estado mexicano para hacer frente a sus obligaciones y retos, lo cual nos lleva invariablemente a la siempre polémica aprobación de la Ley de Ingresos, el pasado 13 de noviembre.

Al respecto, cabe hacer una serie de observaciones que sin duda tendrán un impacto importante en los proyectos que puedan, o no, realizarse, el próximo año. La primera es que la Ley fue aprobada tal y cómo la envío el Ejecutivo por primera vez en 20 años, no hubo cambios ni modificaciones, sino que se votó manteniendo dos hilos conductores: la reorientación del gasto público para atender la crisis sanitaria y la política de austeridad. Y esto sonaría muy bien si efectivamente en ese sentido hubiéramos visto los ajustes, pero no fue así.

Se estima que el gobierno mexicano cuente con 6.29 billones de pesos, de los cuales efectivamente puede reasignar como el 50% ya que hay obligaciones irrenunciables que hay que cumplir sí o sí, tales como pagar la deuda y asegurar sueldos para funcionarios y permitir la operación gubernamental; también restemos de una vez 1.2 billones que son para pensiones. Entonces, frente a este acotado margen de maniobra, cobra relevancia la célebre máxima política “prioridad política que no está en el presupuesto, no es prioridad”.

Ya sabemos que las megaobras y los programas sociales donde el gobierno “entrega en propia mano” los recursos a los beneficiarios, son la prioridad aunque Jóvenes Construyendo el Futuro y los Microcréditos para el Bienestar tendrán reducciones. También vemos que una de las Secretaría que aumentará sus recursos será la SEDENA, con 21 mil millones de pesos más. Esto no debería sorprender en un sexenio que ha tomado a las fuerzas armadas como base de su actuar usándolas para construir un aeropuerto, detener migrantes centroamericanos en las fronteras y ocuparse de la parte operativa de la Guardia Nacional.

También hay 14 mil millones de pesos para la Secretaría de Salud, lo cual es evidente y se esperaba considerando la pandemia; luego, la Secretaría de Turismo también tendrá casi 10 mil millones de pesos más aunque la mayoría son recursos destinados al Tren Maya. Mientras tanto, las secretarías de Seguridad y Energía tendrán 5 mil millones de pesos menos y la Secretaría de Economía ya no contará con 29 mil millones. En fin, no hay mucha seguridad sobre la eficiencia de los programas que recibirán más recursos pero tampoco hay esquemas de seguimiento serios dentro del propio gobierno, por lo que habrá que hacer un minucioso análisis desde la sociedad civil, la academia y las instituciones privadas, ya que en tiempos como estos o podemos darnos el lujo de ir probando a ensayo y error.

A propósito de panoramas para el próximo año, no podemos quitar atención de las elecciones en nuestro vecino y principal socio comercial, Estados Unidos, específicamente en su Poder Legislativo, pues como en cualquier régimen presidencialista, un titular del Ejecutivo sin mayoría en el Legislativo se ve limitado para llevar a cabo acciones, esto es especialmente importante en el caso del Senado estadounidense, que tiene la última palabra para promulgar leyes, aprobar acuerdos firmados por el Ejecutivo, así como de ratificar o remover funcionarios federales.

Si bien es de la mayor relevancia que el candidato demócrata Joseph Biden haya ganado, también resulta estratégico para el Partido Demócrata, mantener la mayoría en la Cámara de Representantes y retomar el control del Senado. Lo primero lo lograron, los demócratas controlarán la Cámara de Representantes con 222 escaños, frente a los 205 de los Republicanos (con base en los conteos más recientes).

Sn embargo, la mayoría del Senado la mantienen los Republicanos, con 50 escaños contra 48 de los demócratas, aunque todavía no es un proceso concluido ya que hay dos estados indecisos Carolina del Norte, donde aún no se declara ganador, y Georgia; este último ya incluso programó una segunda vuelta electoral para el 5 de enero de 2021.

¿Qué tanto le conviene a México una mayoría republicana o demócrata en el Legislativo? Eso depende de las agendas de política exterior, comercial y de gestión de la frontera compartida, que aún hoy no están muy claras ya que el conflicto al interior, sigue siendo intenso.