/ sábado 24 de febrero de 2018

Papa Francisco, hace dos años en México

Del 12 al 17 de febrero de 2016, tuvimos la gracia de ser visitados por el Papa Francisco. Han pasado dos años; ¿qué nos dejaron su presencia y sus mensajes?

¿Qué dejó su visita a los indígenas, en concreto a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas? Algo invaluable: la convicción de que son importantes para Dios, para la Iglesia y para la sociedad. Les afianzó en su dignidad, en su historia, en su identidad, en su necesaria aportación al bien nacional. La inculturación de la liturgia que logramos, les ha dado más confianza de que ellos son Iglesia, que sus lenguas y sus ritos no son despreciables, como si fueran magia y signo de atraso o de ignorancia. Esta sensación de que sí valen, y valen mucho, es lo más precioso de esta histórica visita. Además, me entregó 80 mil euros para apoyar a los pobres, porque me dijo que a él le entregan dinero para los pobres, y sabe que esa diócesis es pobre, y por ello me entregaba esa cantidad, dejando a mi entera libertad destinarla a las necesidades que hay. Así lo hicimos, destinado una buena parte a los albergues para migrantes.

PENSAR

Quiero traer a colación sólo algunos de sus mensajes, para recordarlos y darles vigencia, pues no han perdido actualidad.

En Palacio Nacional, ante el Presidente de la República, autoridades civiles y cuerpo diplomático, dijo entre otras cosas: “La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo… A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”.

A los obispos nos dijo: “Sean obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. No pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales. No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías. No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias”.



En Morelia, dijo a los jóvenes: No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho. ¡Atrévanse a soñar! Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto: Él es quien renueva continuamente en mí la Esperanza. Es Él quien renueva continuamente mi mirada”.



En Ciudad Juárez, dijo: “Siempre hay posibilidad de cambio. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la Esperanza”.



ACTUAR

Hay ediciones completas de sus mensajes. Sería oportuno repasarlos, orarlos y esforzarnos por llevarlos a la práctica, para que no quede todo en un recuerdo intrascendente.


Obispo Emérito de SCLC



Del 12 al 17 de febrero de 2016, tuvimos la gracia de ser visitados por el Papa Francisco. Han pasado dos años; ¿qué nos dejaron su presencia y sus mensajes?

¿Qué dejó su visita a los indígenas, en concreto a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas? Algo invaluable: la convicción de que son importantes para Dios, para la Iglesia y para la sociedad. Les afianzó en su dignidad, en su historia, en su identidad, en su necesaria aportación al bien nacional. La inculturación de la liturgia que logramos, les ha dado más confianza de que ellos son Iglesia, que sus lenguas y sus ritos no son despreciables, como si fueran magia y signo de atraso o de ignorancia. Esta sensación de que sí valen, y valen mucho, es lo más precioso de esta histórica visita. Además, me entregó 80 mil euros para apoyar a los pobres, porque me dijo que a él le entregan dinero para los pobres, y sabe que esa diócesis es pobre, y por ello me entregaba esa cantidad, dejando a mi entera libertad destinarla a las necesidades que hay. Así lo hicimos, destinado una buena parte a los albergues para migrantes.

PENSAR

Quiero traer a colación sólo algunos de sus mensajes, para recordarlos y darles vigencia, pues no han perdido actualidad.

En Palacio Nacional, ante el Presidente de la República, autoridades civiles y cuerpo diplomático, dijo entre otras cosas: “La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo… A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz”.

A los obispos nos dijo: “Sean obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. No pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales. No pierdan tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías. No se dejen arrastrar por las murmuraciones y las maledicencias”.



En Morelia, dijo a los jóvenes: No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho. ¡Atrévanse a soñar! Yo creo en Jesucristo y por eso les digo esto: Él es quien renueva continuamente en mí la Esperanza. Es Él quien renueva continuamente mi mirada”.



En Ciudad Juárez, dijo: “Siempre hay posibilidad de cambio. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la Esperanza”.



ACTUAR

Hay ediciones completas de sus mensajes. Sería oportuno repasarlos, orarlos y esforzarnos por llevarlos a la práctica, para que no quede todo en un recuerdo intrascendente.


Obispo Emérito de SCLC