/ martes 4 de septiembre de 2018

¿Para quién crece la economía?

Si Jeff Bezos entra en un bar, la riqueza promedio de los parroquianos de ese bar se dispara repentinamente varios miles de millones de dólares, pero ninguno de los clientes que no son Bezos se ha vuelto más rico. Parece haber una desconexión similar entre el crecimiento general y la experiencia personal en la falta de entusiasmo de la gente hacia el estado actual de la economía y el menosprecio al recorte fiscal de 2017. Las cifras del PIB han sido buenas en los trimestres recientes, pero buena parte del crecimiento ha ido a parar a ganancias corporativas desorbitadas, mientras que los suelos promedio reales se han quedado donde estaban.

¿Cómo es que hechos como estos encajan en la narrativa general del crecimiento económico? Para responder la pregunta, necesitamos “cuentas nacionales distributivas” que rastreen cómo es que se distribuye el crecimiento entre distintos segmentos de la población.

Esas cuentas son difíciles, pero no imposibles, de hacerse. De hecho, los economistas Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman han calculado cuentas con gran lujo de detalle durante el último medio siglo. El principal mensaje es que el crecimiento se va de manera desproporcionada a los más ricos y no se comparte con la mitad inferior de la población, pero también hay algunas sorpresas en el otro sentido.

Por ejemplo, a la clase media le ha ido mejor de lo que indican algunas medidas comunes gracias a los beneficios adicionales, si bien todavía sigue rezagada. No obstante, hay una gran diferencia entre los cálculos elaborados por economistas independientes y los informes habituales del gobierno estadounidense, tanto porque el gobierno tiene los recursos para hacer el trabajo más fácilmente como porque la gente (y los políticos) prestan más atención. Por eso, el Centro para el Crecimiento Equitativo en Washington, un grupo progresista de expertos, se ha pronunciado a favor de algo como el proyecto de ley Schumer-Heinrich.

¿Por qué no hacerlo?

Algunos podrían argumentar que crear cuentas distributivas es complicado, que requiere hacer algunas predicciones bien fundamentadas sobre cómo agrupar distintas fuentes de información. Sin embargo, ¡eso aplica a los procesos utilizados para crear las cuentas nacionales existentes, incluyendo los cálculos del PIB! Las cifras económicas no tienen que ser perfectas ni estar por encima de las críticas para ser extremadamente útiles.

Ahora, ya todos saben que los conservadores gritan de manera rutinaria “¡socialista!” siempre que alguien propone hacer algo para ayudar a los miembros menos afortunados de nuestra sociedad, una razón clave para que tantos estadounidenses vean el socialismo con buenos ojos: si socialismo es tener servicios médicos garantizados, bienvenido sea.

Para ser justos, a los progresistas les gusta la idea de las cuentas distributivas en parte porque creen que más conocimiento en esta área ayuda a su propia causa. Pero la cuestión es que el conocimiento es objetivamente mejor que la ignorancia.


Si Jeff Bezos entra en un bar, la riqueza promedio de los parroquianos de ese bar se dispara repentinamente varios miles de millones de dólares, pero ninguno de los clientes que no son Bezos se ha vuelto más rico. Parece haber una desconexión similar entre el crecimiento general y la experiencia personal en la falta de entusiasmo de la gente hacia el estado actual de la economía y el menosprecio al recorte fiscal de 2017. Las cifras del PIB han sido buenas en los trimestres recientes, pero buena parte del crecimiento ha ido a parar a ganancias corporativas desorbitadas, mientras que los suelos promedio reales se han quedado donde estaban.

¿Cómo es que hechos como estos encajan en la narrativa general del crecimiento económico? Para responder la pregunta, necesitamos “cuentas nacionales distributivas” que rastreen cómo es que se distribuye el crecimiento entre distintos segmentos de la población.

Esas cuentas son difíciles, pero no imposibles, de hacerse. De hecho, los economistas Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman han calculado cuentas con gran lujo de detalle durante el último medio siglo. El principal mensaje es que el crecimiento se va de manera desproporcionada a los más ricos y no se comparte con la mitad inferior de la población, pero también hay algunas sorpresas en el otro sentido.

Por ejemplo, a la clase media le ha ido mejor de lo que indican algunas medidas comunes gracias a los beneficios adicionales, si bien todavía sigue rezagada. No obstante, hay una gran diferencia entre los cálculos elaborados por economistas independientes y los informes habituales del gobierno estadounidense, tanto porque el gobierno tiene los recursos para hacer el trabajo más fácilmente como porque la gente (y los políticos) prestan más atención. Por eso, el Centro para el Crecimiento Equitativo en Washington, un grupo progresista de expertos, se ha pronunciado a favor de algo como el proyecto de ley Schumer-Heinrich.

¿Por qué no hacerlo?

Algunos podrían argumentar que crear cuentas distributivas es complicado, que requiere hacer algunas predicciones bien fundamentadas sobre cómo agrupar distintas fuentes de información. Sin embargo, ¡eso aplica a los procesos utilizados para crear las cuentas nacionales existentes, incluyendo los cálculos del PIB! Las cifras económicas no tienen que ser perfectas ni estar por encima de las críticas para ser extremadamente útiles.

Ahora, ya todos saben que los conservadores gritan de manera rutinaria “¡socialista!” siempre que alguien propone hacer algo para ayudar a los miembros menos afortunados de nuestra sociedad, una razón clave para que tantos estadounidenses vean el socialismo con buenos ojos: si socialismo es tener servicios médicos garantizados, bienvenido sea.

Para ser justos, a los progresistas les gusta la idea de las cuentas distributivas en parte porque creen que más conocimiento en esta área ayuda a su propia causa. Pero la cuestión es que el conocimiento es objetivamente mejor que la ignorancia.