/ jueves 23 de agosto de 2018

Paranoia en el Partido Republicano

No podría afirmar que entiendo toda la historia, pero una cosa es clara: la orwelificación del Partido Republicano no comenzó con Trump. Por el contrario, el partido lleva años yendo en esa dirección; la forma de pensar que Trump está aprovechando ya estaba bien establecida antes de que él apareciera en escena.

Pensemos en las afirmaciones de Trump y de sus aliados de que la evidencia de su colusión con Rusia (no hablamos de “supuesta” colusión, porque ya no hay duda de que existió) es un engaño perpetrado por el “Estado profundo”. ¿Dónde hemos visto algo como eso antes? En los ataques de los republicanos a las pruebas del cambio climático.

Han pasado quince años desde que el senador James Inhofe sugirió que el calentamiento global era “el engaño más grande que se haya hecho al pueblo estadounidense”. Esa fue y sigue siendo una afirmación todavía más insensata que la aseveración de Trump y compañía de que todos los enemigos del “tuitero en jefe” son producto de una enorme conspiración del Estado profundo; esto no dista mucho de las teorías conspiratorias como la de “pizzagate” o del “territorio QAnon”. Para tomarla en serio, hay que creer en una vasta conspiración internacional en la que participan miles de científicos, ninguno de los cuales se atreve a decir la verdad.

No obstante, esta fantasía paranoide se ha vuelto en efecto la postura oficial de los que niegan el cambio climático en el Partido Republicano, que básicamente han dejado de rebatir las pruebas, aunque la vieja frase “hoy hace frío, así que el calentamiento global es un mito” sigue apareciendo de vez en cuando. En cambio, todo tiene que ver con la supuesta conspiración.

¿Cuáles son las pruebas de esta conspiración? Buena parte del argumento yace en cosas como citas fuera de contexto de correos electrónicos robados ¿les suena familiar?, como los que intercambiaron los investigadores de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de Anglia Oriental, o los mensajes de texto entre dos oficiales del FBI que supuestamente prueban la existencia de un complot contra Trump: el “climagate”, que en realidad lo único que demostró es que las personas involucradas eran humanas. Sin embargo, para un teórico de la conspiración decidido, todo es evidencia de actividad perversa.

En resumen, si siguieron la evolución de la postura sobre el cambio climático del Partido Republicano (tampoco es que los republicanos crean mucho en la evolución), no deberían sorprenderse ante el colapso intelectual y moral del partido con Donald Trump.

Para los republicanos hace tiempo que la ignorancia es la fuerza.

Me parece que la historia del cambio climático también encierra una lección importante: la furia particular de aquellos que deliberadamente actúan de mala fe.

La negación del clima es una empresa profundamente cínica; la gente que malinterpreta la evidencia y tamiza correos electrónicos en busca de citas para decir “te tengo” deben saber que no están siendo honestos. Lo mismo es aplicable a Trump y compañía. Trump sabe que es culpable de colusión. Eso no significa que esté fingiendo su furia volcánica ante aquellos que documentan su culpa: odia a sus perseguidores más que a nadie porque sabe que van por buen camino.


No podría afirmar que entiendo toda la historia, pero una cosa es clara: la orwelificación del Partido Republicano no comenzó con Trump. Por el contrario, el partido lleva años yendo en esa dirección; la forma de pensar que Trump está aprovechando ya estaba bien establecida antes de que él apareciera en escena.

Pensemos en las afirmaciones de Trump y de sus aliados de que la evidencia de su colusión con Rusia (no hablamos de “supuesta” colusión, porque ya no hay duda de que existió) es un engaño perpetrado por el “Estado profundo”. ¿Dónde hemos visto algo como eso antes? En los ataques de los republicanos a las pruebas del cambio climático.

Han pasado quince años desde que el senador James Inhofe sugirió que el calentamiento global era “el engaño más grande que se haya hecho al pueblo estadounidense”. Esa fue y sigue siendo una afirmación todavía más insensata que la aseveración de Trump y compañía de que todos los enemigos del “tuitero en jefe” son producto de una enorme conspiración del Estado profundo; esto no dista mucho de las teorías conspiratorias como la de “pizzagate” o del “territorio QAnon”. Para tomarla en serio, hay que creer en una vasta conspiración internacional en la que participan miles de científicos, ninguno de los cuales se atreve a decir la verdad.

No obstante, esta fantasía paranoide se ha vuelto en efecto la postura oficial de los que niegan el cambio climático en el Partido Republicano, que básicamente han dejado de rebatir las pruebas, aunque la vieja frase “hoy hace frío, así que el calentamiento global es un mito” sigue apareciendo de vez en cuando. En cambio, todo tiene que ver con la supuesta conspiración.

¿Cuáles son las pruebas de esta conspiración? Buena parte del argumento yace en cosas como citas fuera de contexto de correos electrónicos robados ¿les suena familiar?, como los que intercambiaron los investigadores de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de Anglia Oriental, o los mensajes de texto entre dos oficiales del FBI que supuestamente prueban la existencia de un complot contra Trump: el “climagate”, que en realidad lo único que demostró es que las personas involucradas eran humanas. Sin embargo, para un teórico de la conspiración decidido, todo es evidencia de actividad perversa.

En resumen, si siguieron la evolución de la postura sobre el cambio climático del Partido Republicano (tampoco es que los republicanos crean mucho en la evolución), no deberían sorprenderse ante el colapso intelectual y moral del partido con Donald Trump.

Para los republicanos hace tiempo que la ignorancia es la fuerza.

Me parece que la historia del cambio climático también encierra una lección importante: la furia particular de aquellos que deliberadamente actúan de mala fe.

La negación del clima es una empresa profundamente cínica; la gente que malinterpreta la evidencia y tamiza correos electrónicos en busca de citas para decir “te tengo” deben saber que no están siendo honestos. Lo mismo es aplicable a Trump y compañía. Trump sabe que es culpable de colusión. Eso no significa que esté fingiendo su furia volcánica ante aquellos que documentan su culpa: odia a sus perseguidores más que a nadie porque sabe que van por buen camino.